La Bibliadice en un lugar que Dios es amor. En otro lugar afirma que el amor es de Dios. Luego entonces
Dios y amor se complementan, redondean juntos el misterio, porque si Dios es misterio, misterio es también el amor.
Hay más : Dios es eterno (
Génesis 21:33). También lo es el amor, que nunca deja de ser, según San Pablo (
1ª Corintios 13:8). Tanto es así que la Escritura infalible e inspirada asegura que el amor primará sobre la fe y la esperanza en los lugares eternos. Porque cuando la fe ya no sea necesaria y el alma haya alcanzado todo lo que esperaba, el amor continuará brillando en el cielo de Dios.
Recordando a Donoso Cortés en su discurso sobre la Biblia el 16 de abril de 1843 en la Real Academia Española, “cuando los cielos se replieguen sobre sí mismos como un abanico gigantesco, y cuando la tierra padezca desmayo, y el sol recoja su luz y se apaguen las estrellas”, el amor permanecerá solo con Dios, porque el amor es su gran corazón habitando eternamente en las alturas.
Altas montañas de libros se han escrito sobre Dios. Montañas altas de libros se han escrito sobre el amor.
Ahora toca el tema un escritor y filósofo francés, Alain Badiou, nacido en 1937 en la misma ciudad que lo hizo quien estas cosas escribe: Rabat, Marruecos. Director del Departamento de Filosofía en la Universidad París VIII, la obra de Badiou ha sido traducida a numerosas lenguas.
El autor tiene 74 años. Por esta razón el periodista Pedro G. Cuartango se permite titular un artículo en el diario EL MUNDO (9-2-2011) EL AMOR A LOS 74 AÑOS. Habría quedado mejor escribiendo “El amor visto a los 74 años”, porque si Dios no tiene edad, tampoco la tiene el amor. Para Cuartango, el libro de Badiou es “magnífico”. “Es un elogio al amor… un proyecto de la voluntad que se reafirma en el tiempo…. no la sublimación del sexo, por muy importante que éste sea”.
En el libro interviene también Nicolás Truong, periodista del diario LE MONDE y responsable del Teatro de las Ideas en el Festival de Aviñón.
En el primer asalto, Truong, quien también es filósofo, interroga a Badiou: “En un libro que se hizo famoso, ¿QUÉ REPRESENTA EL NOMBRE DE SARKOZY?, usted mantiene que “el amor debe ser reinventado, pero también protegido, porque está amenazado por todas partes. ¿Quién lo amenaza?”
En su larga respuesta
Badiou se ampara en clásicos como EL CANTAR DE LOS CANTARES, de Salomón, EL BANQUETE, de Platón, EL ARTE DE AMAR, de Ovidio y también ESTUDIOS SOBRE EL AMOR, del filósofo español Ortega y Gasset.
El amor gusta en general, porque da a la vida significado e intensidad, pero “no puede ser considerado un don hecho a la existencia con ausencia total de riesgo”. Tampoco puede desaparecer de manera superficial.
Cuando Ortega y Gasset comenta el sentido del amor en la obra de Stendhal, hombre que no amó ni fue amado, aún cuando escribiera uno de los libros más bellos que existen sobre el amor, se pregunta cómo explicar que el amor concluya si el objeto del amado permanece idéntico. Si esto parecía extraño al filósofo hace 45 años, qué diría al ver el número de divorcios y parejas que ponen fin a lo que llamaban amor por cualquier insignificancia.
Alain Badiou dedica brillantes capítulos a discurrir sobre los filósofos y el amor, la construcción amorosa, la verdad del amor, amor y política, amor y arte.
Si Pilato osó preguntar a Jesús “¿qué es la verdad?”, A Badiou, que tanto sabe del amor, cabría preguntarle: ¿Dónde se encuentra la verdad del amor? Si ya Platón había visto la relación entre amor y verdad, ¿en qué sentido “es el amor un proceso de verdad?”. La respuesta de Badiou, en mi sentir, carece de valor universal, aún cuando se refleja en determinadas personas. Dice que “todo amor propone una nueva experiencia de verdad sobre lo que es ser dos y no solamente uno”.
Bueno, esto ya lo apuntó Salomón hace unos tres mil años. Pero en la frase de Badiou hay mucha teoría, creo yo. Cosa distinta es cuando entramos en el terreno de la praxis, en la convivencia día a día, en la lucha por mantener encendida la llama del amor un año y otro.
Con frecuencia se habla del romanticismo como manifestación suprema del amor, pero lo romántico cesa, el idealismo arde, y el amor termina. No necesariamente, hay amores que permanecen encendidos hasta la vejez, hasta la tumba, pero no constituyen mayoría.Acierta Badiou cuando afirma: “El amor no consiste sólo en el encuentro y las relaciones cerradas entre dos individuos; es también una construcción, una vida que se hace, no desde el punto de vista del Uno, sino desde el punto de vista del Dos”.
Algo mágico debe tener este libro cuando en pocos meses se vendieron en Francia 50.000 ejemplares. Esto puede evidenciar el hambre y la sed de amor que caracteriza al hombre y a la mujer de esta época superficial y un tanto desquiciada.Necesitamos amar y ser amados. Lo necesitamos con desesperación. La ausencia de amor constituye un tormento que nos angustia por dentro y por fuera.
Necesitamos amar tanto como el labrador necesita la lluvia para sus campos. Y uando nos enteramos de un libro que trata con relativa seriedad el tema amoroso acudimos a él como la abeja acude al néctar de la flor.
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