Nací junto al mar, he vivido toda mi vida junto a él y vivo, frente por frente, a mi querido mar.
No sé si alguna vez soportaría el tener que vivir tierra adentro. Me encanta el olor de la brisa marina, las olas rompiendo contra las rocas y hasta el sonido persistente de las gaviotas.
Todo el año estoy soñando con la llegada del verano y, al primer rayo de sol, me voy a la playa, pero cuando estoy en ella no soporto el estar “churruscándome en la arena”, enseguida me zambullo en el agua por muy fría que esté.
Todavía recuerdo cuando aprendí a nadar.Era muy, muy pequeña y me enseñó mi padre, él era un gran nadador, siempre me contaba que -cuando era un muchacho- organizaron en Ares, su villa natal, un concurso para ver quien atravesaba más rápido y mejor toda la ría, mi padre fue el campeón...
El me lo contaba con sano orgullo y yo siempre lo escuchaba considerándole como mi héroe... nadaba genial y así me enseñó, a la braza, al crol, mariposa, para adelante, para atrás, aprendí a bucear y... hasta me enseñó a hacer algo que muy poca gente sabe, la ballena!!. Tuve un buen maestro y aprendí bien, hoy él no lo recuerda, no recuerda nada, pero sigue siendo mi héroe.
En mi tierra existen dos clases de mar: las rías, preciosas, suaves y calmadas; y lo que veo cada vez que abro mis ventanas, el Océano Atlántico con toda su fuerza, olas gigantes y esplendor.
Estos días pasados pensaba en todo esto y
vinieron a mi cabeza distintos pensamientos,
el primero, el agua del mar... Qué maravilla es meterte bien adentro y sentirte -literalmente- rodeado por agua!!!. Es una sensación infinita, te sientes ligero nadando o zambulléndote en el agua, eso me recordó a la llenura del Espíritu Santo en mi vida, puedo sentirme llena de calor, fuera de cala, o -incluso- dentro del agua y, sea como sea, es una sensación incomparable. Así sucede con nuestra vida en relación al Espíritu Santo, cuando nos sumergimos en El, pueden rodearnos las circunstancias que sean, pero siempre nos sentiremos frescos, hidratados, rodeados de paz y bienestar, a pesar de cualquier situación difícil por la que podamos estar atravesando.
Mi querido Océano Atlántico es muy diferente, es fiero, gigante, las olas te envuelven, la resaca es traicionera y tienes que andar con mucho cuidado. Así es la vida, unas veces llena de olas suaves que te acarician la piel con dulzura, son los momentos alegres y felices . Otras veces, las olas son gigantescas, rompen contra las rocas y -cuando hay temporal- llegan hasta mis ventanas. Así ocurre cuando llegan los momentos duros, las circunstancias te sobrepasan, el frío del alma te encoge y el temporal te empuja con fuerza, pero -una vez tras otra- escuchamos las viejas palabras...”Calla.......Enmudece...” y al instante, todo calma y hay paz en el alma.
No sé cómo eres, donde vives o dónde vas a pasar las vacaciones, yo casi vivo metida en el mar y mis vacaciones están, cómo no!! inmersas de lleno en él.
Dios hizo las aguas, el mar, el sol, todo lo hizo bello para que lo disfrutemos y, en cualquier circunstancia de nuestra vida, siempre está a nuestro lado calmando las olas, haciendo sonreír al sol, o envolviéndonos en la suave y cálida brisa marina. Estés donde estés, disfruta de la creación de Dios y adórale por Su grandeza.
Feliz verano a todos junto con un fuerte abrazo!!!.
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