Nadie esperaba su muerte, pero la peste terminó con la vida de un hombre todavía joven.
La suerte de muchos evangélicos españoles de su generación no fue mejor. Sanromán, murió en Valladolid como hereje;
Juan Díaz, a manos de su hermano en Alemania; su propio hermano
Diego asesinado en Roma por la Inquisición.
Pero una nueva generación se levanta. Aún España dará evangélicos como Cipriano de Valera, Casiodoro de Reina y Antonio del Corro. Tal vez la suerte y fortuna de cada generación sea el de dejar tras de sí sus pisadas.
A las pocas semanas de la muerte de Francisco, fallece su esposa, dejando a dos niñas huérfanas. La ciudad de Estrasburgo nombra a dos amigos del español como tutores de las niñas.
Póstumamente se publicará su libro más conocido y admirado: “Informe sobre la situación en Flandes y la religión de España”, dejando constancia de su buen hacer, disposición y amor a la verdad.
CONCLUSIONES.
Aunque Francisco de Enzinas es uno de los evangélicos españoles sobre el que más información ha quedado, en gran medida gracias a sus memorias, hay tremendas lagunas que nos es difícil salvar. Tan sólo hemos arañado la superficie de la persona, pero nunca llegaremos a las profundidades de su alma.
La reforma evangélica española en el siglo XVI fracasó. Nunca llegó a enraizar profundas. Es verdad que en diferentes puntos de España, de las Españas, hubo personas que abrazaron las ideas protestantes con pasión, pero nunca se unieron a ellos las grandes masas del país.
Se pueden buscar muchas razones: persecución de la Inquisición, un poder estatal al lado de la ortodoxia, unas elites políticas e intelectuales sólidamente ancladas en las ideas romanas o la falta de instrucción de los españoles, lo que imposibilitaba la lectura Bíblica. También pueden aducirse anclajes sociales y psicológicos: cristianos viejos, anti-heterodoxia, mejor cuidado pastoral católico, odio a lo extranjero, idea imperial y misión cristiana. Una España volcada en la conquista de un continente, pero de espaldas a su propia conciencia. Aunque todo el paisaje no es desolador, gente como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, demostraron que la fe podía vivirse, estando muchas veces en el punto de mira de los padres inquisidores.
El erasmismo fue otro sueño irrealizable. Tal vez la “tercera vía” hubiera encajado más en unas elites intelectuales inclinadas a buscar a Dios en la Palabra, pero sin renunciar al libre albedrío o una reforma desde dentro de la misma Iglesia Católica.
La importancia de Francisco de Enzinas en el ambiente reformado se nos hace evidente, ya no tanto por su obra póstuma o por sus relaciones personales con reformadores de primera fila, sino por estar siempre en los escenarios de primer orden. La Alcalá innovadora y pujante, en ciudades de los Países Bajos como Lovaina, Bruselas, Ámsterdam, en plena ebullición de la Reforma, en el París anti evangélico, en la Wittemberg reposada de Melanchton, en la Suiza de Bullinger o en la Inglaterra de la época de Eduardo VI.
A través de la vida de Francisco de Enzinas podemos recorrer la Europa agitada por las “nuevas” ideas evangélicas. Parándonos en cada esquina para contemplar un mundo cambiante, que muy poco tiene que ver con lo que había sido a ese momento la realidad europea.
La historia de la primera mitad del siglo XVI ha pasado ante nosotros como si se tratara de un fantasma que desea llamar nuestra atención, hacernos reflexionar sobre la lección que podemos sacar de todo esto. No una lección moralista y partidista, más bien una reflexión profunda de una búsqueda y un encuentro; una lucha del hombre ante las fuerzas del mal. Anteponiendo siempre su honradez y su buen hacer, a las inagotables pruebas del destino.
Francisco de Enzinas fue el claro exponente de lo que pudo haber sido y nunca fue. Del amargor que queda en la boca después de haber saboreado las dulces palabras, que muy pocos españoles pudieron pronunciar: Las de una confesión de fe. Las dulces palabras que brotan del corazón, de un corazón lleno de gracia divina.