La verdad es que, de momento, todavía no me pesan los años y todavía me sigue ilusionando cada vez que llega el mes de Mayo con su sol, con sus flores, con su alegría y -por supuesto- con mi, más que bendecido cumpleaños.
Aquella tarde tuve mi primer regalo, era un vestido rosa que me encantó y...rapidito!!, le quité las etiquetas y me lo dejé puesto, estaba deseando que llegara mi marido para que me lo viera. Pasaron las horas y llegó la noche y, de repente, veo que mi marido se pone mal, dolor en el brazo izquierdo, dolor en el pecho, sudor frío......Vamos!! todo un aparente cuadro de angina o de infarto. Inmediatamente salimos para el hospital porque él tiene una cardiopatia y un hermano con el corazón muy mal; enseguida le hicieron mil pruebas y lo dejaron ingresado. Les pedí a las enfermeras si me podían dejar una “batita” para dormir y me acosté en la cama supletoria.
Timoteo parecía un robot andante, pegatinas y cables por todos los lados, aparatos acoplados por tantos otros, una vía, una Heparina y un calmante.
La verdad es que, a pesar del susto, me quedé dormida rápido, estaba agotada, exhausta y vencida por la tensión y el susto.
Al día siguiente era mi cumpleaños, el veinticinco!! y mi hija mayor apareció a las ocho de la mañana con un termo de café para mí. Me levanté rápido y comencé la dura jornada.
Todo flotaba a mi alrededor, temía hasta por la muerte de mi marido y, aquel día, que soñaba con tarta y champagne, se convirtió en un día sentada en la butaca de un sanatorio en el que veía bastante mal al compañero de mi vida desde hace treinta y dos años, y esperando, cada vez que le hacían una y otra prueba.
Las horas no pasaban, el cansancio me vencía; pero mi cabeza daba vueltas y más vueltas. Lógicamente estaba muy preocupada y pensaba en la posibilidad de que aquello terminara mal.
Toda mi vida pasó por delante de mí, el pasado, nuestra situación actual y lo que podría suceder en un futuro. Comencé a pensar en nuestro trabajo, a todo tiempo, para el Señor desde hace veintidós años y miles de cosas pasaron por mi mente: “Señor, hemos hecho hasta ahora las cosas bien?”... ”Señor, estamos haciendo lo correcto y en el sitio adecuado?...”Señor, sé que Tu mano está detrás de todo esto, qué es lo que nos estás queriendo decir con esta difícil situación?
Pasaron unos días y le dieron el alta, no parecía haber nada grave, pero había que ir al cardiólogo habitual con el informe hospitalario para que lo valorara todo. Estamos en ello, seguimos con tratamiento y más pruebas...
En ocasiones, Dios nos lleva al límite en los momentos menos esperados. Yo soñaba con un día especial con toda mi familia a mi alrededor, mucha alegría, mi tarta y mi champagne y... todo esto fue cambiado por una butaca de hospital en la que estuve sentada por varios días, sin dejar a mi marido ni un solo instante.
Fueron días diferentes, días en los que pude dar gracias a Dios por mis tres hijos, han sido una bendición y se han portado como “jabatos”; días en los que el teléfono ardía, porque muchos amigos del corazón y hermanos en Cristo llamaban para preocuparse.
Tuve el muro de mi facebook saturado de felicitaciones, por un lado y palabras de ánimo, por otro y... las bandejas de entrada de nuestros ordenadores eran un hervidero.
Tuve mucho tiempo para pensar y para llegar a conclusiones que quizá nunca me hubiera planteado.
Nuestra vida es como hierba, lo sé.... Dios es el que dirige cada suceso en nuestras vidas...... también lo sé. Pero puedo confiar, como cada vez, en que “A los que a Dios aman, todo ayuda a bien”, también puedo confiar en que estoy esculpida en la palma de la mano de mi Señor y en que, como El quiera, donde El quiera, y de la manera que El quiera puedo seguir cantando...
Te prometo servirte, hasta el fin de mis días
Te prometo cantarte, amarte y brindarte lo mejor de mi vida
Te prometo adorarte, hasta el fin de mis días
Te prometo exaltarte y para siempre entregarte toda la gloria.
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