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Protestante Digital

 
Biblia, hombre y mujer (IV)
12
 

El problema del sometimiento

Un análisis de Efesios 5:21-25.
TEMAS DE DEBATE AUTOR Amable Morales 21 DE MAYO DE 2011 22:00 h

‘Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella’ (Ef 5:21-25)

Desde la perspectiva de nuestro entorno social y cultural estos versículos chirrían al oído, porque la idea del sometimiento o sujeción trae a nuestra memoria todos los abusos, vejaciones e imposiciones que a lo largo de la historia han sufrido las mujeres, y aún siguen sufriendo en muchos lugares y ocasiones.

Es evidente que tales prácticas se oponen abiertamente a la voluntad de Dios, cuyo diseño creador nada tuvo que ver con esa violencia con la que nuestro pecado impregna todas las relaciones humanas, y muy especialmente las de género.

Ante la incomodidad que producen estos versículos algunos optan por soslayarlos, argumentando que tan solo son instrucciones personales de Pablo (no inspiradas por el Espíritu) y referidas únicamente al entorno social de aquella ciudad en aquel tiempo histórico. Pero si tomamos tal opción, abriremos para nosotros un relativismo absoluto frente a la Palabra de Dios, que pronto perderá su valor normativo, pues cada uno podríamos determinar qué parte de ella son palabras inspiradas, y cuáles las indicaciones personales de cada autor humano. ‘Toda la escritura es inspirada por Dios’ (2ª Timoteo 3:16), de modo que o la aceptamos en su integridad, o toda ella puede ser cuestionada y rechazada.

Otros prefieren optar por la “dulcificación” de las traducciones, escogiendo palabras que ni ofendan ni crispen, que encajen en lo “políticamente correcto”. Como ejemplo cabe citar la última traducción castellana editada por las Sociedades Bíblicas Unidas, bajo el título de La Palabra. El mensaje de Dios para mi, en la que se ha reemplazado el “someterse” o “sujetarse” de las casadas en los escritos de Pablo y Pedro, por un “ser respetuosas”. Pero esta opción no es más que una versión light de la anterior, pues de igual modo se rebaja la revelación de Dios para adaptarla a nuestro particular encaje.

Frente a esas opciones perniciosas, como cristianos solo tenemos una genuina posibilidad: Entender correctamente el significado del mandato bíblico acerca del sometimiento. Porque no es la Palabra la que ha de adaptarse a nuestras circunstancias sociales (por otra parte siempre afectadas por el pecado), sino que somos nosotros los que tenemos que ‘transformar nuestro entendimiento, para que comprobemos cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta’ (Romanos 12:2)

EL SOMETIMIENTO EN EL NUEVO TESTAMENTO
Resulta paradójico el modo en que acostumbramos a discriminar un mismo principio bíblico. Porque el de sometimiento o sujeción aparece reiteradamente a lo largo de todo el Nuevo Testamento referido –además del que nos ocupa- a 4 dimensiones de la vida humana:

1. En el área espiritual, hacia Dios mismo (‘Someteos a Dios’ - Santiago 4:3)
2. En el de la autoridad civil (‘Someteos a toda institución humana’ – 1ª Pedro 2:3)
3. En la esfera de la iglesia (‘Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos’ Hebreos 13:17)
4. Y en la relación padres-hijos (‘Obedeced y honrad’ – Efesios 6)

En ninguno de esos casos se nos plantean problemas con el traído y llevado asunto del sometimiento, que en tales esferas no genera debates ni “contextualizaciones”. Todos asumimos que se trata de principios de autoridad establecidos por Dios, que por sí mismos no implican inferioridad, limitación ni degradación para ninguna de las partes. Aceptamos todo ello como la voluntad de Dios, y entendemos que el pecado desvirtúa y corrompe nuestra forma de vivir lo que en su origen es bueno y bondadoso.

Es el pecado el que empuja a los gobernantes hacia el abuso, la injusticia o la corrupción; el que arrastra a los ancianos-pastores al autoritarismo, olvidando el reto del servicio ejemplar; el que lleva a los padres a exasperar y desalentar a los hijos; o el que cauteriza nuestra mente y corazón para negar la autoridad soberana de Dios. Pero la realidad del pecado no nos lleva a cuestionarnos la validez del principio de autoridad establecido por Dios. Muy al contrario, insistimos en que el mensaje del Evangelio, junto a la obra regeneradora del Espíritu, es el único capaz de transformar la visión y las prácticas pecaminosas, hacia la auténtica manifestación de la voluntad original del Creador.

¿Por qué hemos de mirarlo de diferente forma en el caso del “incomodo” sometimiento hombre-mujer, cuando estamos exactamente ante el mismo principio?

EL EJEMPLO DE SOMETIMIENTO EN JESÚS
El propio Señor, durante su ministerio encarnado, mostró su plena aceptación y obediencia a esos principios.En el ámbito civil a unas autoridades que habían perdido toda legitimidad (Juan 19:11). En el “religioso” no cuestionó, sino que ratificó, la autoridad espiritual de los sacerdotes (Mateo 8:4). Como niño y adolescente se sujetó a la autoridad de sus padres terrenales. Y por encima de todo se sometió al Padre, destacando como resumen eterno las palabras en su agónico debate de Getsemaní: ‘pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’ (Lucas 22:42).

Precisamente es ese sometimiento del Hijo al Padre el que insistentemente se nos pone como modelo y referencia, al instarnos a reproducir el orden divino Padre-Hijo-hombre-mujer. Un orden que es previo a la caída, y por tanto no es consecuencia del pecado.

El Hijo comparte la misma naturaleza que el Padre, pero se somete voluntariamente a Él en un orden de autoridad que en nada degrada, menoscaba ni coarta toda la dignidad que le corresponde. Porque es al Hijo a quien le ha sido dado ‘un nombre que es sobre todo nombre, para que se doble toda rodilla y toda lengua confiese que es el Señor’… pero ‘para gloria de Dios Padre’ (Filipenses 2:9-11)

¿Por qué nos empeñamos en asimilar “sometimiento” a degradación, menosprecio o limitación para la mujer? Evidentemente porque entendemos y manejamos el asunto bajo los parámetros de esta sociedad sin Dios.

Necesitamos recuperar la visión del diseño de Dios, para restaurar entre nosotros relaciones hombre-mujer que se ajusten a un sometimiento que no nace de la imposición o la lucha de sexos, sino de una voluntaria respuesta de amor según el modelo de entrega y autoridad de Cristo con su Iglesia. Una autoridad que no es forzada, sino voluntariamente aceptada por los redimidos, cuando entendemos la profundidad de su entrega para ganarnos.

Cuando los hombres amemos a nuestras mujeres así, ellas podrán realmente ponerse debajo (someterse) de una autoridad que reconozcan porque ha sido ganada según la voluntad de Dios. Ese es el reto para la Iglesia, no la negación de unas diferencias funcionales con las que Dios nos creó en sus propósitos de bondad.

En el siguiente y último artículo concluiremos con una reflexión sobre el controvertido modo de encajar estos principios en la práctica de la iglesia local.
 

 


11
COMENTARIOS

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Respondiendo a

Rosa Jordán de Franco
04/06/2011
17:13 h
11
 
Sí, de acuerdo con Arnie. En pocas palabras, así es la cosa: SOMETEOS UNOS A OTROS.
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Arnie
03/06/2011
11:51 h
10
 
Someteos unos a otros en el temor del Señor. Efesios 5:21 Si nos tenemos que someter unos a otros, deduzco yo que también hombres a mujeres...o corregidme por favor si mi deducción es errónea... Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.Gálatas 3:28 ¡Un gran bravo a Pablo por su manifiesto de igualdad en Gálatas! (que ya sé que Morales no dice que la mujer no sea igual...) La iglesia católica daba las misas en latín hasta hace pocos años. La Biblia era un libro que no se permitía leer al vulgo (que de por sí no sabía leer la mayoría de las veces). Se mantenía en ignorancia a los que no tenían estudi
 
Respondiendo a Arnie

Rosa Jordán de Franco
29/05/2011
22:36 h
9
 
Como dice el Hno. Amable, si se cumple con la voluntad de Dios en el matrimonio, seguramente no habrá problema. Ni machismo ni feminismo. Siempre me ha parecido que en la palabra 'sujeción' está implícito el dominio que se ejerce en contra de la voluntad de alguien, en cambio, en la palabra 'sumisión', encuentro implícita la voluntad y agrado al sometimiento. Por ejemplo, un perro encadenado, es uno que está echado a los pies de su dueño por el dominio o fuerza de la atadura; a diferencia del perro sin cadenas, que con gratitud y agrado se echa a los pies de su amo. Igual es la relacion de la mujer con el esposo que la ama y la trata como a vaso frágil, se somete a él con agrado y amor, no
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Ricardo Estévez Carmona
26/05/2011
12:25 h
8
 
Es malo el machismo porque jamás ningún hombre debe sentirse superior a la mujer. Es malo el feminismo (como vulgarmente se entiende) pues la mira de realización propia de toda mujer jamás debe estar en ubicarse en las responsabilidades asignadas a los hombres. Que ambos sexos hayan trastocados sus funciones en la familia, la sociedad y la iglesia, ha conducido al estado actual de cosas que todos deploramos.
 
Respondiendo a Ricardo Estévez Carmona

Emilio
25/05/2011
22:37 h
7
 
Ya avisó el hermano Morales en sus artículos que la guerra de sexos no es parte del plan original de Dios antes de la caída, por lo que ni machismo ni feminismo reflejan bien ese plan. El problema con las teologías de la liberación (feminista u otras) es que destruyen la sana interpretación de la Palabra, su autoridad, la familia y la iglesia. La voluntad de Dios es que nos sometamos unos a otros de forma voluntaria, por amor, y con sabiduría. Ahora bien, el feminismo original del siglo diecinueve era muy distinto al actual, pues no buscaba hacer a las mujeres independientes de los maridos, sino capacitarlas mejor en la vida, dignificándolas, era pro-familia, pro-vida y de inspiración moral
 
Respondiendo a Emilio

quim
25/05/2011
17:31 h
6
 
Perdone hermano Ricardo, creo que en su comentario usted mismo se contradice, 'Es malo un cristiano machista, y peor todavía lo es una 'pastora' predicando el domingo en el púlpito, mientras en casa su esposo de delantal puesto prepara la comida para que esté lista para cuando ella llegue, y cambia también los pañales del bebé', Y¿ todavía se manifiesta usted en contra del machismo?, entonces según usted el papel bíblico de la mujer debe ser entonces Kinder, Küche, Kirche. (Niños, Cocina e Iglesia)... o peor todavía porque además sigue usted estrictamente eso de que la mujer en la congregación...CALLE!! (y mis disculpas porque para nada quiero acusarle, Dios me libre)
 
Respondiendo a quim

Elena Polo
25/05/2011
13:24 h
5
 
Estimado señor, creo que el machismo es un pecado que encierra orgullo y que desoye la enseñanza de estimar a los demás como superiores a uno mismo de la Escritura, es decir, viola el mandamiento supremo del amor cristiano. Por lo demás, no deseo entrar en más polémica con usted.
 
Respondiendo a Elena Polo

Ricardo Estévez Carmona
24/05/2011
22:18 h
4
 
En respuesta al mensaje 3 diría que todos los extremos son malos, y hombres y mujeres difícilmente saben ubicarse en el lugar donde Dios los ha puesto en el hogar, la sociedad y la iglesia. Es malo un cristiano machista, y peor todavía lo es una 'pastora' predicando el domingo en el púlpito, mientras en casa su esposo de delantal puesto prepara la comida para que esté lista para cuando ella llegue, y cambia también los pañales del bebé.
 
Respondiendo a Ricardo Estévez Carmona

Elena Polo
24/05/2011
11:08 h
3
 
Me parece parcial achacar al feminismo la raíz de los males que se mencionan en el comentario uno. Los hijos rebeldes, jóvenes malogrados, etc. serían más bien producto de la pérdida general de valores que vivimos actualmente. Feminismo y machismo se alejan ambos de la perspectiva bíblica de las relaciones hombre mujer. Si el uno ha hecho daño, el otro igualmente y desde tiempo inmemoriales. De hecho, el machismo endémico imperante en muchas sociedades hoy es la causa directa de tremendo sufrimiento en el mundo. Este machismo de fondo es la causa de que muchos hombres y mujeres no entiendan fácilmente el concepto de sometimiento bíblico: muchos hombres se acercan a él cargados con todos lo
 
Respondiendo a Elena Polo

Ricardo Estévez Carmona
22/05/2011
13:42 h
2
 
Este artículo es excelente ya que restituye las cosas a su lugar. Mucho de los males que afligen a la sociedad moderna pueden rastrearse hasta cuando la secuela del feminismo de hace casi un siglo, la vemos hoy día en hijos rebeldes, alumnos irrespetuosos, y tantos jóvenes tempranamente malogrados. La equiparación de responsabilidades entre ambos sexos llevó a negligenciar las propias a cada uno.
 
Respondiendo a Ricardo Estévez Carmona

juan pablo fuentes daher
22/05/2011
13:43 h
1
 
me agrado mucho su artículo, dónde puedo y cómo puedo encontrar los 3 anteriores NOTA: http://www.protestantedigital.com/ES/Magacin/list/212-0/Temas-de-debate
 



 
 
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