Si solamente escribo
pienso que cada verso
es un amigo más en la batalla.
Y me gusta escribir sobre los tiempos
sobre la necesidad de la palabra.
Escribo por ejemplo:
Pueblo mío que estás en mi cuerpo
en la ruta, en la huella, en el pan.
Pueblo mío reparte los peces
en la mesa donde han de llegar.
Pueblo mío recibe mis versos
en tus brazos donde anidarán.
Pueblo mío tu razón es vida
que de nuevo empieza a caminar.
Yo busco los caminos para el árbol,
el hueco necesario al edificio,
el terraplén para el sembrado antiguo,
un pedazo de luna entrecerrado,
la claridad del sol sobre la ausencia.
No importa si tallas una lágrima.
No importa si ella rima con la vida.
No importa si tu verso es doloroso,
que estemos nuevamente al empezar.
Vamos, inventemos nuevas sendas.
La esperanza es la canción vital.
Hay que abrir al sol todas las puertas
y el mañana echar a caminar.
Vamos hay que andar.
Vamos hay que andar.
Vamos hay que andar. (*)
(Puedes escuchar la canción haciendo clic al final del artículo, si es que logras llegar allá.)
El sinsonte es un pajarillo simpático que no deja de enviarme elocuentes mensajes musicalescada vez que se posa en un árbol fuera de nuestro departamento y se dedica, durante horas, a desgranar su repertorio inacabable de trinos. Desde que el crepúsculo empieza a transmitir sus primeros mensajes anunciando su aproximación hasta cuando hace mutis cediéndole el lugar a la noche. Acerca de su habilidad de imitar el canto de otras aves e incluso ruidos producidos por otras cosas que no sean seres vivos hay diversas opiniones, todas seguramente acertadas; pero eso no es lo que me impresiona más en él. Lo que me impresiona en él hasta la conmoción es la urgencia, la desesperación, la necesidad imperiosa que tiene de cantar. Casi se me ocurre pensar que él sabe que si no canta, toda esa acumulación de notas en su interior se transformaría en pocos minutos en una bomba que, al no tener forma de escapar, explotaría con consecuencias horribles para su integridad física. Un kamikaze a toda orquesta.
Sí. Creo que el sinsonte sabe que si no canta, se muere.Por un lado. Y por otro, creo que es un ave no que le cante a la hembra a la que quiere conquistar para luego copular con ella y procrear porque para eso copulan los irracionales, para preservar la especie, sino que es un testimonio viviente de que los seres creados, incluyéndonos a nosotros los humanos fueron hechos con la capacidad de cantarle a quien los creó. El sinsonte es, de las aves que conozco, la que se lleva las palmas en esto de cantarle al Creador. Y sospecho que cuando a Tatica le llega su canto, le suena más conmovedor que el «Feliz Navidad» de José Feliciano, sin desconocer lo acertada que resultó esta creación de nuestro hermano puertorriqueño.
Pero no es de canto ni de sinsontes que he querido escribir hoy.
Hace poco, leyendo
La bicicleta de Noé, un libro interesantísimo al que me gusta retornar con una frecuencia casi adíctica, se me ocurrió volver a pensar en la razón que yo, personalmente, tengo para escribir.Y entonces me dije: «Viejo, ¿por qué no mandas una preguntica a algunas personas que acostumbran escribir y les pides que te digan por qué escriben?» No me pareció mala la idea así es que la compartí con mi amigo y alter ego Westinghouse González. Westin me escuchó, como siempre, con esa actitud condescendiente que me emociona y luego me dijo:
«¿Y por qué no preguntarles para qué escriben en lugar de por qué?»
Pensé en el sinsonte y vista la cuestión desde su perspectiva, la pregunta tendría que ser «por qué» porque, como digo, por la forma en que de su interior brotan, incontenibles, las notas, si el sinsonte no canta, se muere. Pero tratándose de personas, la verdad es que me interesaba más saber para qué los que escriben, escriben.
Le agradecí a Westin la sugerencia y envié la pregunta.
Recibí algunas respuestas muy interesantes. (¿Será verdad aquello de que a través de lo que dicen, y cómo lo dicen, se conoce el carácter de la persona?)
Las voy a transcribir a continuación y al final, si me alcanza el espacio y no me caigo por el borde de la página, pondré para qué escribo yo.He decidido no incluir los nombres de quienes me contestaron un poco para guardarles su privacidad y otro poco para que los que no me contestaron no sepan quiénes lo hicieron. Esto último, solo por «joder» (DRAE, 2ª. acepción.)
Respuesta 1. Entretener, acompañar, apasionar
¿Para qué escribo? Para comunicar algo. Escribir me resulta un reto, me divierte, es un placer ir resolviendo cada fase, cada pequeño paso de la narración de la manera que considero más adecuada, más atractiva para el lector, más bella, que mantiene el ritmo y el suspense. Sin embargo, escribo para expresar, para decir, para mostrar.
Durante muchos años creí saber que tenía cierta facilidad para manejar las palabras, pero llegando el planeta Tierra a estas alturas de la Historia, me daba la sensación de que, con toda seguridad, ya estaba todo dicho, y que yo difícilmente podría aportar algo nuevo o informarlo de una forma original. Sin embargo no descuidé mi formación ni mi lectura, hasta que comprendí cuál podría ser mi contribución, si es que finalmente me decidía a escribir para otros: contar lo que yo considerara relevante de la manera en que fuera comprendido en mi medio, en mi entorno, en mi tiempo, pensando en un público concreto.
Oír cuentos siempre me había gustado, leer historias me apasionaba desde bien pequeña, pero ocurría que, a medida que las ficciones y lecturas se volvían más adultas, se llenaban de desorientación, dolor, oscuridad y vacío. Y es en este punto donde, sin grandes pretensiones y con humildad pero con el convencimiento del que ha conocido al Señor y las buenas noticias de su Evangelio, pensé que podía aportar algo de luz y esperanza.
Hasta hoy mi propósito es dedicarme a la novela breve para entretener, acompañar, apasionar… ¿Qué pretendido escritor no anhela esto mismo? Pero también, en mi caso particular, deseo comunicar una posibilidad de esperanza para el ser humano, una opción de vida que excluye la soledad absoluta y traza un rumbo. Y ello a través, quizá, de un personaje, de una escena, de una frase, pero nunca obviándolo porque, si no anunciamos este tesoro los que lo conocemos, me pregunto quién lo hará, entonces, a través de la escritura.
En el entretanto de la elaboración de una novela, que por lo general supone un mínimo de dos años en mi caso, sigo escribiendo, pero relatos de menor envergadura. Ahí disfruto creando cuentos cortos y artículos de opinión. Y la idea sigue siendo la misma: principalmente, comunicar algo. En el primer caso, creando mundos y seres ficticios, donde lo que ocurre cree también una atmósfera, y lo que pretende es dejar una pequeña huella en el lector, un momento de visita a otros universos. En los artículos, exponiendo, argumentando, esperando réplicas también, pero sobre todo pretendiendo que la idea desarrollada haga reflexionar mínimamente. Y eso me gusta intentar abordarlo de una manera que capte la atención porque, como ya he dicho más arriba, tengo la sensación de que casi todo está dicho ya y no veo por qué mis impresiones, mi punto de vista, mis disquisiciones, pudieran interesar demasiado a nadie en particular, a excepción de esos amigos que te buscan y te siguen en estos menesteres, o a esas otras mentes curiosas, que te encuentran por su avidez de letras y palabras.
Respuesta 2. Todos llevamos una novela por dentro
La mayoría de mis escritos han sido artículos para revistas varias, periódicos, materiales y manuales de estudio, y cartas personales. Durante varios años he mantenido dos blogs.El efecto de uno ha sido mantenerme en contacto con una multitud de personas a quienes no habría conocido si no tuviera que recoger las noticias y suponer que literalmente todos me conocen en el pueblo. El otro blog está vinculado con el de las noticias. Allí cuento historias de mi caminar con Dios. Los lectores son mayormente mis vecinos del primer blog, pero muchos otros lo han encontrado por Google y siguen entrando allí desde toda América Latina y varias partes de Europa.
Hemos escrito un libro para nuestros hijos (y el resto de la familia) para contarles lo que ocurría con nosotros cuando ellos eran niños. Quizás deberíamos tratar de publicarlo por si llegara a animar a otros.
Alguien ha dicho que todos llevamos una novela por dentro. No me puedo imaginar haciendo creíbles las cosas que tendría que contar si escribiera una novela. (Nota de El escribidor: Esta persona ha escrito un libro que por estos días, parafraseando a Pirandello y sus seis personajes, se encuentra en busca de una casa publicadora.)
Respuesta 3. Escribo para que las palabras no se mueran dentro
Escribo para no sentir que las palabras se me muerendentro. (Algo así como el sinsonte. Nota de El escribidor.)
Para sazonar la realidad con matices de utopía.
Escribo por la sencilla razón de que a través de lasfrases encuentro un canal precioso donde dejar fluir todo aquello que brota en mí y que me resulta difícil expresar de otra forma.
Escribo como si estuviera pintando un lienzo solo que en vez de utilizar colores estoy utilizandovocablos.
Para mí, escribir es una tarea preciosa que cada día intento perfeccionar para llegar hasta otros con un atavío sencillo y a la vez hermoso.
Respuesta 4. Escribo para divertirme
Escribo para darles vida propia a personajes e historias que están dentro de mí.
Escribo para comunicar; es decir, para decir algo.
Escribo para divertirme.
Respuesta 5. Escribo para satisfacer una necesidad personal
Escribo para satisfacer una necesidad personal. Es como comer cuando se tiene hambre; o beber cuando se tiene sed. Como acostarse por las noches después de un día de trabajo agotador; o cuando las lágrimas o la risa brotan espontáneas ante el influjo de una fuerza imposible de contener. En mi caso, creo que esta necesidad fue puesta dentro de mí por Dios mismo. Cuando no estoy escribiendo una novela o un cuento, escribo en mi cuaderno pensamientos, frases, ideas. La necesidad de escribir para mí corre a la par con la necesidad de leer. El año 2010 leí 48 libros. El 2011 espero leer un libro por semana; en total, 52. De tanto leer he aprendido que el denominador común de quienes escriben es el dolor. Nadie escribe superficialidades. Leer es un indagar en el dolor y el dolor es el sentimiento más presente y permanente de la humanidad. La literatura es el estudio del dolor como una experiencia estructural y transversal del ser humano. La narrativa indaga en el dolor humano y sus formas de manifestarse más que ninguna otra cosa.
Respuesta 6. Escribo para rentabilizar mis sentimientos
Escribo para dar salida a lo que hay en mi corazón e intento enriquecer con ello el corazón de los demás. No conozco una forma mejor de rentabilizar mis sentimientos, emociones y pensamientos que depositándolos sobre un papel y ofreciéndolos a otros…
Respuesta 7. Si alguien dispone del don de la creatividad debe compartirlo
Escribo para satisfacer una necesidad que tengo desde que dispongo de uso de razón. Necesito contar historias. Mi motivación es también un deber para mí porque creo que si alguien dispone del don de la creatividad, es su deber desarrollarlo y compartirlo.
Respuesta 8. Escribo para mi enriquecimiento personal
Uno de los primeros motivos por los cuales escribo es para la presentación del Evangelio en medio de la sociedad. El ser humano necesita perspectivas diferentes al sistema mundano, porque Dios ha puesto eternidad en su corazón. Siempre hay en cada escrito nuestro gotas de sabiduría de Dios que rompen corazones de piedra. Nosotros no dejamos de ser sembradores.
Otro aspecto es el humanístico. Todo lo que respecta al ser humano no nos es ajeno. Escribo para que también conozcan la historia, la teología, la vida de personas que dieron la vida por Cristo.
Podría añadir otro motivo por el cual escribo y es el enriquecimiento personal o el crecimiento personal tanto en aspectos morales como espirituales. Escribir requiere meditar, investigar, ver otras maneras de pensar y ver el devenir humano y eso siempre enriquece.
Respuesta 9. Escribo para adorar a Quien lo merece todo
Escribo para expresar lo que hay en mi corazón.
Creo firmemente que todas las personas tienen algo que decir, y todos podrían escribir. Cada persona es un «poema» de Dios, y por lo tanto debería escribir ¡sin ninguna duda!
Escribo para (¡En lo que puedo!) expresar belleza y de esa manera «devolver» a Dios el arte que Él nos regala a nosotros. Creo firmemente que todo arte y toda belleza es hambre de Dios dentro de nosotros que sale al exterior de miles de maneras diferentes. No importa quien exprese esa belleza, incluso si cree o no en Él.
Pero escribo también para hacer llegar a quien lee todo lo que he podido conocer del corazón de Dios. No puedo «quedarme» con lo que Dios ha hecho en mi vida sin expresarlo. Escribo para adorar a Quien lo merece todo. Y de esa manera que pueda tener el inmenso privilegio que otros puedan interesarse y acercarse a la belleza del Señor que conquistó mi corazón, mi mente, mi alma… ¡Todo lo que soy! ¡Escribo para expresar la Vida que tan Generosamente me regaló!
10. Ahora, mi respuesta. Escribo para hacer la del profeta: denunciar y anunciar
Escribo para dejar constancia escrita deque alguna vez pasé por aquí y que fui parte de un conglomerado humano al cual como cristianos tenemos algo que decirle. Escribo lo que escribo y en la forma que lo escribo porque entiendo que las palabras de Jesús «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo como tampoco yo soy del mundo… Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo» (
Juan 17:15-18) implican más que solo encerrarnos dentro de nuestro caparazón de cristianos, asistir a la iglesia con alguna regularidad y portarnos bien. Escribo para dejar constancia demi protesta contra todas las injusticias que se cometen en mi entorno y más allá. Para dejar constancia de mi repudio como cristiano a los abusos de los poderosos contra los más débiles que no tienen voz ni quien hable por ellos. Escribo a nombre propio y en representación oficiosa de otros que, a diferencia de mí, prefieren mirar para otro lado y callar ante las violaciones de los derechos humanos pasando por sobre el espíritu del Sermón de la Montaña (que es el que fija las leyes que norman la vida de los ciudadanos del Reino de los cielos; o sea, de nosotros). Escribo para evitarme el ¡ay! pronunciado por el profeta Isaías cuando dijo (
5:20-23): «¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! ¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!»
Escribo contra el militarismo latinoamericano (para no ir más lejos) y de todo lo malo que brota desde dentro de los cuarteles. Hoy, precisamente, viernes 4 de febrero de 2010, el periódico miamense “El Nuevo Herald» en la página 8A, ángulo superior izquierdo para ser más preciso, incluye una noticia bajo el siguiente título: «Inician etapa final en juicio por crímenes en la dictadura» [años 1970-1980, añadido de El escribidor]. La nota periodística se refiere a la cárcel clandestina que funcionó en Buenos Aires, Argentina, tras la fachada de un taller de automóviles y donde cientos fueron torturados como parte del «Plan Cóndor» [año 1975] en el que participaron militares de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú. Y para citar solamente un párrafo de la noticia, transcribo textualmente el último párrafo: «El antiguo centro de detención aun conserva aquella fachada de taller mecánico y mantiene incluso rastros de la represión, como agujeros de balas en las paredes y ganchos usados para las torturas». (Seguramente huellas de sangre, vísceras y restos de miembros ya fueron «manguereados».)
«Ganchos usados para las torturas». Y nosotros, impertérritos, los vemos como balancines para que jueguen los niños.
Pero también escribo para «como quien se mira en el espejo» mirarme con regular frecuencia releyendo lo que alguna vez escribí. ¿Que a ustedes no les gusta mirarse en el espejo? Yo lo hago, literal y literariamente. Me gusta volver a leer lo que alguna vez salió de mi pluma. Y si encuentro que está bien escrito, me alegro. Es como cuando, al mirarme literalmente en el espejo noto que a mis… años, todavía no me aparecen arrugas en el rostro. Y las canas del bigote las puedo camuflar con un par de brochazos de tinte. Me alegro y me sonrío aunque, por supuesto, eso no es motivo para envanecerme. Como tampoco lo es notar que alguna vez escribí algo que, para mi gusto (no para el de los demás) está bien escrito.
Esta última idea tiene conexión con la que expreso a continuación: Me gusta que los demás me lean pero no me quita el sueño si no lo hacen. Escribo para quien quiera leerme. Y si nadie me lee, escribo para leerme yo mismo. El sinsonte canta no pensando en los que pueden escucharlo ni mejora sus trinos si se da cuenta que hay una multitud sintonizada con él. Él canta. Y punto.
Alguna vez escribí sobre los derechos del escritor de ficción. Y alguien me replicó con la pregunta: «¿Y qué de los derechos del lector?» Mi respuesta: «El lector tiene el derecho más inalienable de todos: No leerme.
El año pasado publiqué
La bicicleta de Noé. He vendido algo así como una media docena de ejemplares y los demás (todavía quedan unos cuantos) los he regalado. Alguien por ahí me ha dicho: «Leí tu libro, ¡qué interesante!» Yo, con una risita ambigua respondo mientras digo, para mis adentros: «¡Sí, muy interesante!»
No todo, sin embargo, es denunciar. También en mis escritos procuro anunciar. Como el buen profeta de Dios. Anuncio que «las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia», que «la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho», que ante las agresiones que se cometen contra «los domésticos de la fe» hay que responder con amor y no con odio. Porque «el que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas» (
1 Juan 2:9) y porque «El amor es sufrido, es benigno… no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad» (
1 Corintios 13.6). Que no debemos ir por el mundo imponiendo nuestra fe a garrotazos como lo hicieron los conquistadores españoles cuando llegaron a nuestras playas por allá por mil cuatrocientos y tantos, portando la cruz en una mano y la espada en la otra. Hoy no vamos con espadas sino con aviones mortíferos no tripulados, con bombas inteligentes, con lo último en armamento para destrucción y muerte y en la otra llevamos la Biblia. Como dicen en Centroamérica y México, «así no se vale». Y después nos quejamos porque nos obligan a salir del país, nos encarcelan, queman nuestros templos e incluso, nos matan. Somos bienaventurados si padecemos persecución por causa de la justicia y somos bienaventurados cuando por causa del Señor nos vituperan y nos persiguen y dicen toda clase de mal contra nosotros, mintiendo (
Mateo 5:11). Es cierto. ¡Palabra de Dios!. ¿Pero si la persecución la padecemos por causa de la injusticia que llevamos en la otra mano y nos vituperan y nos persiguen y dicen toda clase de mal contra nosotros no mintiendo sino diciendo la verdad?
Por último, escribo como canta el sinsonte. Para dar una vía de escape a todo lo que bulle dentro de mí y que, a mi propio criterio (no necesito guiarme por el de los demás) tiene méritos suficientes como para que le dedique algunos minutos y ponga a trabajar unas pocas neuronas para barruntar unas cuantas líneas. Y para que, bien o mal, con mi canto literario, Dios pueda decir, allá donde está y desde donde me mira, me escucha, sonríe y a lo mejor mueve la cabeza y dice: «¡Este escribidor! ¡No puedo con él!» diga: «Yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron» (
1 Reyes 19:18).
(*) Como un premio al que llegue al final de este artículo le ofrezco
el extraordinario poema «Si solamente escribo» compuesto e interpretado por el conjunto chileno «Illapu».
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