Política de altos vuelos

Cuando alguien que se ilusionó con la transición y vivió en primera persona los pasos a veces titubeantes, otras veces inciertos y siempre vigilados hacia la libertad ve las amenazas a la democracia por parte de sus enemigos pero también, y eso es lo más lamentable, por muchos que dicen defenderla, no quiere volver al pasado bajo ningún concepto.

Cuando alguien que empezó votando a quien consideraba idóneo, se vio votando al menos malo y ahora escucha con fuerza el mensaje de votar contra no se sabe quién, lo primero que se le pasa por la cabeza es que algo se va deteriorando sin remedio.

Cuando alguien que siempre recomendó a sus propios hijos y a cuantos jóvenes se ponían en su camino que ejercieran su derecho a voto y que lo hieran con responsabilidad tiene la sensación de que los votos son utilizados por partidos y políticos en beneficio propio, experimenta desasosiego e inquietud ante cualquier convocatoria electoral.

Cuando alguien en las elecciones al parlamento europeo espera, en su candidez, una campaña centrada en la explicación detallada y comprensible de lo que es el proyecto de Europa, que cada uno de las candidatos proponga el proyecto propio de su ideología y que concrete cuáles son sus prioridades para la siguiente legislatura, se acuerda de una canción de su juventud que decía “es más fácil encontrar rosas en el mar”.

Cuando alguien se propone seguir la campaña electoral e informarse con la mínima alteración del ritmo de vida y su estado de ánimo, comprueba que lo primero puede ser factible pero lo segundo es imposible se mire como se mire.

Cuando alguien ve que la esencia de la campaña son los desplazamientos públicos o privados, los aviones militares o coches oficiales, quién paga los escoltas o los viajes de los periodistas —que no es que no haya que debatirlo, la cuestión es si es que no hay mejor momento—, salidas de tono y anécdotas de mal gusto, maldice su mala suerte o su rara habilidad de no estar nunca a tiempo en el lugar adecuado. Piensa que si se ha hablado de lo que interesa pero él no ha sabido encontrarlo en los medios.

Cuando alguien escucha que los políticos lanzan mensajes claros, adecuados y con toda su capacidad de buenos comunicadores pero los periodistas sólo se fijan y destacan las bravatas, tarde o temprano se plantea cómo es que no se cambia nada en el temario de las facultades de periodismo.

Cuando alguien escucha que los políticos se entretienen en lo superfluo porque a la gente no le interesa Europa piensa si no será que a la gente no le interesa Europa porque los políticos se entretienen en la superfluo, secundario y demás batallas.

En definitiva, cuando alguien amante de la democracia quiere ejercer su derecho a voto con seriedad y se encuentra con una campaña tan llena de ruido como ésta, se queda en blanco.