El conflicto ideológico entre creyentes y ateos es tan antiguo como la existencia de Eva y el diablo.
La creencia y la increencia nacieron en el huerto de Edén, vigilado y protegido por Dios.
Desde entonces, el ateísmo ha sido compañero de la fe en los avatares de la humanidad. Han vivido y convivido juntos. Si recorremos la Historia hacia atrás unos tres mil años y llegamos hasta el Salmo 14 nos encontramos con lo que Spurgeon llamó ateísmo práctico: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”. En el siglo XVIII, con la Ilustración, el lado ateo estuvo representado por hombres como Diderot, Helvétius, D´Olbach, La Mettrie y otros. Hay quienes incluyen a Voltaire, pero yo me opongo.
En su libro LA CRISIS RELIGIOSA DE NUESTRO TIEMPO, el filósofo francés A. Desqueyrat dice que el ateísmo moderno se ha radicalizado y practica una militancia agresiva, utilizando medios públicos para combatir la fe.
Esto se ha visto recientemente en la llamada
guerra de los autobuses, que han estado circulando por el Reino Unido y por ciudades españolas como Barcelona y Madrid.
El iniciador de esta campaña fue el escritor ateo, bastante conocido en Europa, Richard Dawkins. “Los ateos son mucho más numerosos, sobre todo entre la élite educada, de lo que muchos creen”, dijo Dawkins. Y acto seguido se dedicó a recaudar dinero para poner en los costados de los autobuses el lema: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Dawkins se propuso recaudar el equivalente a 6.500 euros para el anuncio de un mes. Lo consiguió sólo en dos horas. Un mes después ya había recibido donativos por un total de 143.200 euros. Ahora mismo hay 800 autobuses en el Reino Unido que predican por las calles las malas nuevas del ateísmo. También los hay en Barcelona y Madrid.
La literatura atea está en pleno auge. En Estados Unidos se publica DIOS NO ES BUENO, de Christopher Hitchens y EL FINAL DE LA FE, de W.W. Norton. Este autor ataca sin piedad y por igual al Cristianismo, al Judaísmo y al Islam. En Francia, uno de los libros más vendidos en 2005 fue TRATADO DE ATEOLOGÍA, escrito por Michael Onfray, y en Italia el matemático Piegorgio Odifreddi colocó en pocos meses 200.000 ejemplares de su obra ¿POR QUÉ NO PODEMOS SER CRISTIANOS?. Todos estos libros han sido publicados en España por diferentes editoriales.
En uno de mis viajes al otro lado del Atlántico compré en el aeropuerto de Houston, Texas, el libro THE ATHEIST´S BIBLE. El año pasado lo vi traducido y publicado en español por la Editorial Seix Barral con el mismo título: LA BIBLIA DEL ATEO.
Se trata de una colección de pensamientos que la periodista de televisión y prensa Joan Konner, norteamericana, ha extraído y seleccionado de obras escritas por autores ateos. Por las páginas desfilan hombres como Mark Twain, Bertrand Russell, George Santillana, Thomas Paine, Robert G. Ingersoll, Woody Allen, Elbert Hubbard, Friedrich Nietzsche, Ambase Bierce y otros grandes escritores que militaron en las filas del ateísmo.
A la vista de estos autores puede suponerse el contenido de LA BIBLIA DEL ATEO.
Aún cuando sea irreverente y un atentado contra todo lo sagrado, reproduzco algunos pensamientos para dar al lector una idea del libro
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Génesis: Si te crees que hay un Dios, un Dios que hizo tu cuerpo y aún así piensas que puedes hacer algo sucio con ese cuerpo, entonces el problema es del fabricante” (
Lenny Bruce).
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Dios: “Si hay un Dios, un Dios providente, entonces hemos de deducir que se tomó un enorme trabajo en hacer un mundo de lo más cruel” (
Christopher Marlowe).
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Ateismo: “A los ateos a menudo se les acusa de blasfemos, pero ése es un delito que no pueden cometer. Cuando un ateo analiza, denuncia o satiriza a los dioses, no se refiere a personas, sino a ideas. Un ateo es incapaz de insultar a Dios, porque él no admite la existencia de semejante ser” (
G.W. Foote). Y otra: “Si no fuera ateo, creería en un Dios que decidiera salvar a la gente basándose en la totalidad de sus vidas y no en sus palabras. Creo que Dios preferiría un ateo honrado y recto a un telepredicador que tiene todo el rato en su boca la palabra Dios, Dios, Dios, y cuyos únicos hechos son locuras, locuras, locuras”. (
Isaac Asimov)
En fin, para qué continuar. Las 204 páginas del libro están plagadas de pensamientos semejantes.
Demasiado a menudo, en el curso de la polémica entre creyentes y ateos, sus disputas se han asemejado a un debate político o a aquella discusión típica de adolescentes que Ingmar Bergmam retrató en la película FRESAS SALVAJES: “¡Existe un Dios!”. “¡Dios no existe!”. “¡Dios también existe!”.
Es al ateo a quien toca resolver el misterio. El creyente ya lo tiene resuelto a través de la fe.
En el articulo
ATEOS que figura en el primero de los 18 tomos de la Enciclopedia de la Revolución Francesa, una joya que tengo en mi biblioteca,
Voltaire llega a estas conclusiones: “
Incluso si no pudiésemos demostrar la posibilidad del Ser soberanamente perfecto, estaríamos en nuestro derecho a preguntar al ateo las pruebas de lo contrario, puesto que, persuadidos, con razón, de que esta idea no encierra contradicción, le corresponde a él probarnos lo contrario; quien niega tiene el deber de aducir sus razones. Así, todo el peso del trabajo cae sobre el ateo, y quien admite un Dios puede, con toda tranquilidad, dar su asentimiento, dejando a su antagonista el cometido de demostrar la contradicción. Ahora bien, añadimos nosotros, esto es lo que nunca conseguirá”.
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