Diez años sin Octavio Paz (II)La verdad no se parte,
el trueno proclama los hechos del relámpago
una mujer soñada encarna siempre en una forma amada
“Refranes”
En un artículo que aborda la obra de Octavio Paz a propósito del décimo aniversario de su muerte, Elena Poniatowska cita unas palabras que exponen muy bien la manera en que el Nobel mexicano vivía su relación con la escritura: siempre asumiéndose como poeta, como un devoto de la poesía en todas sus manifestaciones:Soy ante todo poeta. Ahora bien, para mi generación la poesía estuvo ligada a la historia. Nací en 1914 y soy contemporáneo de las grandes conmociones del siglo XX; la ascensión del nazismo y del fascismo, la guerra de España, la Segunda Guerra Mundial, la independencia de las antiguas colonias europeas. Todo esto marcó profundamente mi adolescencia y mi juventud.[...] Soy poeta. Mi primer escrito, niño aún, fue un poema; desde esos versos infantiles la poesía ha sido mi estrella fija.[...] Mis primeros poemas fueron poemas de amor y desde entonces este tema aparece constantemente en mi poesía.
Ése es el punto de partida básico para entender su trabajo literario, pues no había asunto que tocara que no llevase la marca de su obsesión por la palabra poética. De ahí que Poniatowska se pregunte:
¿Qué hace un poeta con la historia? ¿Qué hace un poeta con la crítica, la filosofía, la política, la pintura, las ciencias sociales, la narrativa, la música? ¿Qué hace un poeta con el destino de América Latina? Octavio Paz responde: “Escribo sobre lo que he vivido y vivo. Vivir es también pensar y, a veces, atravesar esa frontera en la que sentir y pensar se funden: la poesía”… Insiste: “Escribo poesía porque no tengo más remedio, responde a una necesidad interior”.(1)
Aún cuando pueden ubicarse muy bien los vasos comunicantes entre la poesía y la prosa pacianas, la primera domina abrumadoramente el panorama de su trabajo literario, a pesar de que sigue abierto el debate acerca de cuál de los géneros pesa más en su obra. Al revisar sus obras completas, salta a la vista que su perspectiva poética abarcaba todos los campos del conocimiento que desarrolló en sus ensayos.
Manuel Ulacia (1951-2001), en su amplio estudio
El árbol milenario. Un recorrido por la obra de Octavio Paz (Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 1999) menciona las etapas que la crítica ha encontrado en la obra poética de Paz: los años formativos (1931-1943); temporada fuera de México: Estados Unidos, Europa, India y Japón, para luego regresar a México (1943-1960); segunda estadía en Francia y embajador en la India (1961-1968); peregrinaje por Inglaterra y Estados Unidos, fundación y abandono de la revista
Plural (1969-1976); y fundación de
Vuelta hasta su muerte (1976-1998).
A cada paso, la intención crítica que él vio siempre como aspecto fundamental de la modernidad, lo hizo revisar exhaustivamente su trabajo poético y ceñirse permanentemente a un principio estético que expuso frecuentemente: la “tradición de la ruptura”, esto es, la decisión de tomar lo mejor de la tradición para emprender nuevos experimentos con el idioma, además de que supo amalgamar lo mejor de las vanguardias y de la tradición oriental, además de algunos acentos prehispánicos, para lograr una obra de alcances universales.
Libertad bajo palabra (1949, revisado y reeditado en 1957), considerado por él como su primer libro, incluye los poemas más antiguos y concluye con
La estación violenta (1957). Algunas de las secciones aparecieron como libros por separado. Muchos de los primeros textos siguen de cerca las lecciones de sus maestros españoles y algunos mexicanos, como Carlos Pellicer, especialmente en los sonetos. “Bajo tu clara sombra” la sección los años 1935 a 1944 y que muestran al poeta en ciernes en busca de su voz propia. La serie de cinco sonetos maneja ya el tema del erotismo y las correspondencias entre el mundo y la mujer amada, una constante en toda su obra: “Dos barcos de velamen desplegado/ tus dos pechos. Tu espalda es un torrente./ Tu vientre es un jardín petrificado.// Es otoño tu nuca: sol y bruma./ Bajo del verde cielo adolescente,/ tu cuerpo da su enamorada suma”.(2) “Entre la piedra y la flor” es un poema escrito en Yucatán en 1937 (revisado en 1976) mientras trabajó con comunidades indígenas que describe la situación crítica de los habitantes de esa región. “Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón” es uno de los escasos textos de tema político que muestra al joven poeta convencido de denunciar lo sucedido en la guerra civil española que Paz experimentó directamente y vivió apasionadamente.
“
Calamidades y milagros” (1937-1947) da testimonio de los meses vivos en Estados Unidos y que manifiesta la forma en que el autor fue asimilando el estilo coloquial que conoció al leer a los poetas de dicho país. En “Conscriptos USA”, por ejemplo, maneja una suerte de simultaneísmo semi-narrativo con el que no deja de criticar el ámbito sociopolítico del momento: “Unos me hablaban de la patria./ Mas yo pensaba en una tierra pobre,/ pueblo de polvo y luz,/ y una calle y un muro/ y un hombre silencioso junto al muro [...]// La rima que se acuesta con todas las palabras,/ la Libertad, a muerte me llamaba,/ alcahueta, sirena/ de garganta leprosa”.(3)
“
Semillas para un himno” (1943-1955) es fruto de la madurez poética de Paz y del diálogo con las diversas influencias que lo fueron conformando (cubismo, surrealismo, Eliot, entre otras) y la afirmación de su orientación lingüística e ideológica. “Refranes” es una letanía de tono surrealista que aproxima versos continuos, como chispazos o revelaciones súbitas, en los que la trama escondida aparece sólo al hacer una lectura lineal: “Una espiga es todo el trigo/ Una pluma es un pájaro vivo y cantando/ Un hombre de carne es un hombre de sueño/ [...] El ave del paraíso abre las alas/ Como la marejada verde de marzo en el campo/ [...] Jardines de agua flores de agua piedras preciosas de agua/ Verdes monarquías”.(4)
El poema homónimo de la sección incorpora los hallazgos y desarrollos de este periodo: erotismo, experimentación verbal, alusiones bíblicas, simultaneísmo: “Infrecuentes (pero también inmerecidas)/ Instantáneas (pero es verdad que el tiempo no se mide/ Hay instantes que estallan y son astros/ Otros son un río detenido y unos árboles fijos/ Otros son ese mismo río arrasando los mismos árboles)/[...] Mundos de imágenes suspendidos de un hilo de araña/ Y entre todos la muchacha que avanza partiendo en dos las altas aguas/ Como el sol la muchacha que se abre paso como la llama que avanza/ Como el viento partiendo en dos la cortina de nubes/ Bello velero femenino/ Bello relámpago partiendo en dos al tiempo/[...] (Todo se nos da por añadidura/ En una tierra condenada a repetirse sin tregua/ Todos somos indignos/ [...] Infrecuentes/ Instantáneas/ No llegan siempre en forma de palabras/ [...] Y así ahora de mi frente zarpa un barco cargado de iniciales/ Ávidas de encarnar en imágenes/ Instantáneas/ Imprevistas cifras del mundo/ La luz se abre en las diáfanas terrazas del mediodía/ Se interna en el bosque como una sonámbula/ Penetra en el cuerpo dormido del agua/ Por un instante están los nombres habitados”.(5)
¿Águila o sol? (1949-1950) es el más surrealista de los libros de Paz y en donde más juega con los géneros, pues hay una línea muy difusa entre el relato y el poema en prosa. “Mi vida con la ola”, por ejemplo, ha sido visto como una lectura en clave de su relación tormentosa con Elena Garro, de quien se divorciaría al final de esta etapa creativa.
La estación violenta (1948-1957) cierra brillantemente el volumen y la etapa, porque al final aparece
Piedra de sol, tal vez el más ambicioso poema de toda la obra paciana. Es ahí a donde las iluminadoras intuiciones sobre la relación entre la poesía y lo sagrado se cumplen cabalmente. 584 endecasílabos en verso blanco (el número alude al ciclo del planeta Venus) dan fe de una tenacidad poética de indagación del mundo, en donde la historia se funde con la experiencia humana, amorosa en particular, y encuentra que ésta es capaz de suspender los peores momentos de odio, como la propia guerra civil española, con todo y fecha:
Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes esculpidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total... (6)
El erotismo es vehículo de salvación:
voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,
vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños(7)
Lo sagrado surge por todas partes:
todo se transfigura y es sagrado,
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno(8)
Como comenta Carlos Monsiváis: “Allí están las persuasiones de la vanguardia, las agitaciones del deseo, el desprecio por los convencionalismos, la urgencia de rescribir a historia, la modernidad como exaltación erótica, la experimentación espiritual y corporal”.(9)
Piedra de sol es casi
el poema total, el que intenta agotar el lenguaje y, por supuesto, no lo consigue. Es la cima creativa del poeta mexicano.
Salamandra (1962) reúne poemas escritos entre 1958 y 1961 en los que la sabiduría poética de Paz continúa su desarrollo. La huella de Quevedo, Sade y Cernuda se hace muy presente en poemas que los homenajean y los recrean. Paz, como su maestro español del Siglo de Oro, reconoce que el mundo lo has hechizado.
Ladera este (1969) procede de la experiencia hindú: el lenguaje intenta atrapar realidades en las que lo sagrado y lo erótico se funden al modo de los antiguos santuarios de la India: “Por el arcaduz de sol/ mi noche en tu noche/ mi sol en tu sol/ mi trigo en tu artesa/ tus bosque en mi lengua/ Por el arcaduz del cuerpo/ el agua en la noche/ tu cuepro en mi cuerpo/ Manantial de huesos/ Manantial de soles” (“Cima y gravedad”).(10) “Hambre de eternidad padece el tiempo”, dice en un momento el hablante poético.
Blanco, el otro gran experimento de Paz, bajo la huella de Mallarmé y de la búsqueda del comienzo, de los orígenes,, cierra el volumen, y en él se esboza la otra gran palabra del vocabulario paciano, la
transparencia: “Hablar/ mientras los otros trabajan/ es pulir huesos,/ aguzar/ silencios/ hasta la transparencia,/ hasta la ondulación,/ el cabrilleo/ hasta el agua”.(11) Publicado por separado en 1966, en forma desplegable, recuerda las mandalas indias, los dibujos tántricos y hasta los códices aztecas, en su afán por desplegarse como una hoja que, leída como fluyendo sin parar, representara el sueño de Mallarmé, el poema como
golpe de dados que nunca abolirá el azar.
Vuelta (1976), escrito al inicio del regreso final a México del poeta, es la decantación del estilo paciano. Formado por cuatro bloques, el último es el ajuste de cuentas con el pasado, pues “Nocturno de San Ildefonso” reelabora la niñez de Paz cuando cursaba sus estudios de preparatoria en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Su visión de la historia es contundente, objetiva “La historia es el error./ La verdad es aquello,/ más allá de las fechas,/ más acá de los nombres,/ que la historia desdeña”.(12) Y subjetiva también: “La historia es el camino:/ no va a ninguna parte,/ todos lo caminamos,/ la verdad es caminarlo./ No vamos ni venimos:/ estamos en las manos del tiempo./ La verdad:/ sabernos,/ desde el origen,/ suspendidos./ Fraternidad sobre el vacío”.(13)
Árbol adentro (1987) cierra la obra de Paz con una mirada justa y exacta sobre las cosas que le fueron caras: el tiempo, la obra plástica de algunos amigos y el amor, siempre el amor, acorde con su visión ensayística en
La llama doble (1993).(14) Capítulo aparte son sus colaboraciones con Jacques Roubaud, Edoardo Sanguineti y Charles Tomlinson, junto a quienes publicó
Renga (1972)
, un trabajo inscrito en la línea de la poesía japonesa. Además, las múltiples traducciones poéticas de Paz muestran también su avidez por conocer y dominar otros territorios lingüísticos.
Versiones y diversiones (1973) es la recopilación de este trabajo.
Cuando acudió a recibir el Premio Nobel, Paz leyó este poema de su último libro, que bien puede sintetizar todo el espíritu de su obra:Hermandad
Homenaje a Claudio Ptolomeo
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.(15) :
1) Elena Poniatowska, “La vida de Paz, un manifiesto poético”, La Jornada, 22 de abril de 2008, www.jornada.unam.mx/2008/04/22/index.php?section=opinion&article=a05a1cul).
2) O.Paz, Libertad bajo palabra [1935-1957]. Ed. de Enrico Mario Santí. Madrid, Cátedra, 1988 (Letras hispánicas, 250), p. 78.
3) Ibid., pp. 136-137.
4) Ibid., pp. 209-210.
5) Ibid., pp. 210-212.
6) Ibid., pp. 344-345.
7) Ibid., p. 336.
8) Ibid., p. 345-346.
9) C. Monsiváis, Adonde yo soy tú somos nosotros. Octavio Paz. Crónica de vida y obra. México, Raya en el Agua, 2000, p. 55. Una fragmento de este libro puede leerse en: La Jornada Semanal, supl. de La Jornada, 26 de abril de 1998, www.jornada.unam.mx/1998/04/26/sem-monsi.html.
10) O. Paz, Ladera este. México, Joaquín Mortiz, pp. 125-126.
11) Ibid., p. 153.
12) O. Paz, Vuelta. México, Seix Barral, 1976, p. 78.
13) Ibid., p. 80.
14) Sobre las relaciones de ambos libros, véase: María Elvira Luna Escudero-Alie, “La llama doble y ´Carta de creencia´: correspondencias”, en Sincronía, revista de la Universidad de Guadalajara, núm. 3, 2003, http://sincronia.cucsh.udg.mx/alie03a.htm.
15) O. Paz, Árbol adentro. México. Seix Barral, 1987, p. 37
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