El dramaturgo irlandés escribió novelas, ensayos, teatro y poesía. En su libro GUÍA CRÍTICA DE LA POESÍA DE SAMUEL BECKETT, Pablo Stigg sostiene que sus poemas mantienen estrecha relación con el resto de su obra, pero han quedado sepultados “bajo el peso de la figura del narrador y autor dramático”. Para Gerardo Villegas, editor y realizador de SAMUEL BECKETT. CENTENARIO”, “Beckett es el último eslabón de la literatura clásica moderna, cierra el ciclo de Flaubert, Dostoievski, Kafka y Joyce”.
Samuel Beckett nació en Dublín, Irlanda, el 13 de abril de 1906. Estudió en su ciudad natal. En 1927 obtuvo una licenciatura en italiano y francés. Al año siguiente se trasladó a París. Comenzó trabajando como secretario del gran escritor James Joyce, también irlandés. En 1938 se instaló definitivamente en Francia y a partir de 1951 se dedicó a escribir exclusivamente en francés.
Entre 1951 y 1953 publicó tres novelas que le abrieron las puertas de la fama: MOLLY, MALONE MUERE y EL INNOMBRABLE. Con esta trilogía Beckett expresó la angustia, el vacío y el miedo que invaden al hombre de la postguerra mundial. Sumido en la desesperación planetaria, el hombre que sale del horror y del dolor no cree en Dios ni en sí mismo.
En 1961 se le concedió el Premio Internacional de Literatura. Su obra adquirió categoría universal. Ocho años más tarde, en 1969, la Academia sueca reconoció el conjunto de su obra otorgándole el Premio Nóbel de Literatura. El viernes 20 de diciembre de 1989 Beckett falleció en París. Tenía entonces 83 años. Estuvo trabajando con prodigiosa lucidez hasta el final de sus días en la tierra. En total escribió unos 50 libros, mayormente obras de teatro.
En 1949 Beckett concluyó el drama ESPERANDO A GODOT. La obra se estrenó en París en enero de 1953 bajo la dirección de su amigo Roger Blin, a quien dedicó FINAL DE PARTIDA.
He disfrutado ESPERANDO A GODOT. en francés, inglés y español en teatros de París, Nueva York y Madrid. Siempre me he sentido cautivado, diría que cada vez más, por esa paradoja de lo imposible que es la obra, donde se descubre la condición trágica del ser humano, que empieza con el nacimiento, y el lenguaje como instrumento de los personajes para negar la realidad.
En el desarrollo del drama, dos vagabundos, Estragón y Vladimir, se dan cita en un lugar solitario, junto a un árbol esquelético y seco, para esperar la llegada de un tal Godot. A media espera surgen otros dos personajes, Pozzo y Lucky, amo y criado, verdugo y carroña, quienes protagonizan escenas de violencia y sadismo. La espera se interrumpe en dos ocasiones por la llegada de un mensajero, muchacho joven, con recados de parte de Godot. Pero Godot mismo no acaba de aparecer. En los instantes finales de la obra dice Vladimir:
-“Nos ahorcaremos mañana…. a menos que venga Godot…”.
-“¿Y si viene?”, pregunta Estragón.
-“Nos habremos salvado”, responde Vladimir.
Cuando cae el telón los dos personajes continúan inmóviles en el escenario. La espera prosigue.
Con estos elementos Beckett compone una de las obras teatrales más importantes de nuestra época en una sinfonía de palabras, gestos, sugerencias, símbolos, silencios y discursos. En contraste con Ionesco, que era creyente, Beckett se pasa la vida esperando a Godot. “Es un Job ante Dios”, opina el escritor Ignacio Solares.
Ni Vladimir, ni Estragón, ni Pozzo, ni siquiera el mensajero están seguros de que Godot acudirá a la cita. Pero todos hablan de él. Le esperan. Si Godot no llega, la misma historia del ser humano carece de sentido. Hay que empezar de nuevo. Sólo queda la angustia. El suicidio colectivo como recurso último, tal como apuntaba Alberto Camús.
Después de haber visto tres representaciones teatrales de la obra y tras haber leído atentamente el texto impreso, me atrevo a decir que no obstante el negativismo de Beckett, en ESPERANDO A GODOT la aparente desesperanza se convierte en ocasiones en esperanza. Si el absurdo es la realidad de un mundo inmisericorde, la esperanza en Dios es el amor posible en cualquier instante.
Como escribió hace algunos años el catedrático y académico Pedro Laín Entralgo, pensador profundo en esta España que, como todo el occidente cristiano, ha perdido el rumbo de la fe, “las alusiones de Estragón a la Biblia y a la Tierra Santa, la descoyuntada descripción que de los dos ladrones del Gólgota hace Vladimir, el largo parlamento de Lucky sobre el Dios personal, muestran con evidencia la índole y la radicalidad del desvalido desengaño en que viven. Beckett dice a sus espectadores: sois vosotros los que esperáis a Godot”.
La angustia que acosa incluso a los creyentes de Bernanos nos cierra las puertas de la tierra en nuestra peregrinación esteparia hacia la paz del espíritu. Pero no hay otras alternativas:
Nos atamos a Dios o perecemos en el silencio y en la nada.
Si quieres comentar o