Trato estos dos libros en un mismo artículo de crítica literaria, porque ambos plantean el tema de la política de partidos y la actitud que las iglesias evangélicas han de asumir ante sus retos.
Manfred Svensson, licenciado en Filosofía en la Universidad de Chile y actualmente ampliando estudios para el doctorado en la Universidad alemana de Munich, realiza un detallado análisis de las ideas políticas de Clive Staples Lewis, uno de los autores cristianos con más repercusión en el siglo XX.
Lewis nació en Belfast, Irlanda, en noviembre de 1898, y murió en su misma tierra otro mes de noviembre de 1963. Intelectual de prestigio, escribió unos 40 libros, la mayoría sobre apologética cristiana. Ateo en sus años de estudiante, convertido más tarde a la fe cristiana, influyó enormemente sobre teólogos y filósofos. Escribió numerosas obras para niños, siendo la más destacada LAS CRÓNICAS DE NARNIA.
Entre sus libros de orientación cristiana sobresalen EL REGRESO DEL PEREGRINO, EL PROBLEMA DEL DOLOR, MERO CRISTIANISMO, DIOS EN EL BANQUILLO, REFLEXIONES CRISTIANAS, REFLEXIONES SOBRE LOS SALMOS, CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO, y otros.
Siguiendo a Lewis, Svensson afirma que la historia del Cristianismo ha estado marcada por la vida en dos mundos, en dos comunidades de género distinto: la ciudad terrena que controla nuestras actividades desde la cuna a la tumba y la ciudad celestial ideada por San Agustín. Lutero señaló la constante tensión que los cristianos han desarrollado desde que se les dijo que vivían en el mundo, pero que no eran del mundo, que era preciso distinguir entre Dios y el César, dando a cada uno lo que le pertenecía.
Svensson ilustra este pensamiento con un texto procedente del cristianismo primitivo, contenido en CARTA A DIOGNETO: “Para decirlo en una palabra, lo que el alma es en el cuerpo, son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo y los cristianos por las ciudades del mundo. El alma mora en el cuerpo, pero no es del cuerpo; los cristianos moran en el mundo, pero no son del mundo”.
Svensson concluye con Lewis que jamás hubo una “objeción” protestante a la participación de los cristianos en la política de los pueblos y de las épocas, sino “un abandono protestante” que quiere convertir al protestantismo simplemente en una excusa para la propia falta de seriedad y la ausencia de auténtico compromiso político.
Mosquera, pastor y profesor universitario en Colombia cree que la correcta aplicación de los principios políticos, fundamentados en la ética cristiana “darán como resultado una sociedad justa, en la cual la convivencia pacífica de los ciudadanos no solamente es posible, sino que es una extraordinaria realidad”.
CRISTIANISMO, JUSTICIA Y PAZ, el libro de Fernando Abilio Mosquera, recoge lecciones que el autor impartió a estudiantes en la Fundación Universitaria Seminario Bíblico de Colombia. De aquí que sus diálogos sobre justicia y paz en el marco del Cristianismo comiencen con un llamamiento a las nuevas generaciones: “Jóvenes, hoy hablaremos de....”.
Al presentar a ésos jóvenes sus lecciones sobre política,
Mosquera acentúa el hecho de que la política tiene como misión “garantizar a los ciudadanos un orden social, en el cual se posibilite la vida”. Citando a Galentz, Mosquera insiste en que “la política no es en sí lucha por el poder, sino lucha por el poder con el fin totalmente determinado de conseguir un orden de vida en comun relativamente duradero y gobernar en él”. En esta lucha deben estar presentes los cristianos. Tertuliano no acertó cuando en pleno siglo II pontificaba: “Nada nos es más ajeno que los asuntos públicos”.
Desde entonces
el Cristianismo ha oscilado entre dos posiciones: Unos, con Tertuliano, han considerado que la vida política está plagada de corrupción, traiciones, negocios, incluso asesinatos, y por lo tanto los cristianos han de alejarse de ella. Otros, cerca de San Agustín, han pensado que el Cristianismo tiene que ver con todo. Con el alma y con el cuerpo del ser; que ninguna área de la vida le debe ser desconocida, tampoco indiferente, y que la actividad política está abierta a los cristianos.
Pensemos en esto: El mundo humano es creación de Dios, Dios es el Rey del mundo, el único omnipotente e inmutable. Los cristianos somos criaturas de Dios. ¿Quiere Dios que su mundo sea gobernado por ateos, paganos o por cristianos que apliquen sus leyes?. Y fuera de la práctica política, ¿cómo implantar la voluntad de Dios en las alturas gubernamentales?
Svensson en su estudio sobre Lewis y Mosquera en su aproximación a los estudiantes nos abren perspectivas que no siempre se conocen.
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