Gracias a la invitación del equipo de AS (Jaume Llenas, Paqui Capa e Irene de Federico) que visita Huaraz para participar de su Asamblea General (ya os informaremos), recalé en el aeropuerto Jorge Chávez de Lima. Desde allí, después de ocho horas de viaje por tierra, llegamos a Huaraz y a sus 3.200 metros sobre el nivel del mar.
Salí de España con la palabra crisis revoloteando por todos lados; y es real, pero, a veces, es necesario salir de las líneas que delimitan tu territorio para vislumbrar que más allá de tus fronteras hay vida también, hay otros congéneres. Y comparas. Y de pronto mi crisis se hizo más pequeña y me di de cara con la crisis crónica que padecen tantos países del tercer Mundo. Hipotecados de por vida.
Me adentro en Huaraz y percibo una ciudad agradable. No faltan unas “casas bien”, supermercados, cafés… y no faltan los “ambulantes” que tienen su stand permanente en las calles y te ofrecen naranjas, caramelos, frutas. Esos que no pueden planificar ni siquiera un día de su vida.
Me adentro un poco más y
llego a la Casa-Hogar Turmanyé, después al taller de textilería donde trabajan las madres de los niños del comedor. Visito el Centro Recreativo, donde los chicos de la calle pueden jugar, charlar, ser discipulados.
Las instalaciones son modestas, pero se percibe una infraestructura humana de calidad. Y es que el cambio es posible, que el Espíritu de Dios se mueve aquí y allí. Me conmueve la entrega de los integrantes de esta misión. Me conmueven las vidas rescatadas.
He escuchado muchas historias en poco tiempo: niños y adolescentes que antes de llegar a la asociación trabajaban por las calles vendiendo chicles hasta las tres de la madrugada, con tan sólo cuatro años. Sientes en tu propio cuerpo las palizas que les propinaban si no llegaban con una cierta cantidad de “platita”, como se dice por acá. Insultos y otros actos denigrantes bajaron su autoestima. “Pensaba que no valía nada”, me dijo una chica que es maravillosa y tiene grandes planes de futuro. Planes que no cotizan en bolsa, pero tienen validez eterna.
Muchos son ahora instrumentos de restauración de otros. Me encantó ver que los niños están bien atendidos: físicamente, emocionalmente y espiritualmente. María Jesús Hernández, la directora de Turmanyé, Eli Stunt, Maite de Barcelona, Susana, Sara, Gloria y otros son los responsables. Asociados con Dios, claro.
Sí, hermanos y amigos, el cambio es posible. En niños que se prostituyen o que están enganchados a las drogas; en niños que han perdido la autoestima, que carecen de los mínimos derechos. Y tú y yo somos su tabla de salvación. Podemos cambiar la vida de Angy, de Nicol, de Luz Clarita, de Isaac… Me pregunto: ¿Qué haría Cristo en nuestro lugar? Vivimos planificándolo todo. El futuro nos obsesiona, pero no el del más allá sino el del más acá. Y no digo que no deba preocuparnos, sólo que no nos afanemos y compartamos. Compartamos, que a su
tiempo recibiremos. Podremos decir: Señor, yo soy el que te dio de comer y te amó cuando lo hice por uno de estos más pequeños.
Pienso en el gobierno que lleva el timón en este país de 30 millones de habitantes, donde dentro de poco estrenarán nuevo presidente, por lo que están enfrascados en una pugna electoralista. Pregunto: ¿formarán parte los más desfavorecidos de sus proyectos más relevantes?
Creo que tendremos más de lo mismo. Pero también creo en un Dios de los imposibles quien es el que tiene el control. ¿Nos lo creemos?
TESTIMONIO DE ISAAC (10 años, trabaja en la calle como lustrabotas)
¿Desde cuándo trabajas? - Desde los cuatro años.
¿Por qué lo haces? - Para ayudar en la casa.
¿Qué peligros hay en la calle? - Drogas, robos, mentiras.
¿Cuánto ganas al día? - 15 ó 20 soles (4 ó 5,4 Euros)
¿Tus padres trabajan? - Vendiendo jugo de naranja en la calle
¿Qué quieres estudiar cuando seas mayor? - Agronomía.
¿Cómo conociste al equipo de Turmanyé? - Vinieron a la calle y me hablaron de Cristo. Que es bueno y murió por mis pecados. También jugaron conmigo.
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