El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El Señor comió delante de ellos un trozo de pez asado y un panal de miel, por amor a sus discípulos, con la idea de mostrarles la maravilla sobrenatural de la resurrección
Si hemos sido tratados y limpiados profundamente de nuestro egoísmo, responderemos acorde con el principio del amor; pero si no, lo más probable es que nos alejemos del “problema” que amenaza nuestros propios intereses.
La incredulidad no constituye oferta de vida para nadie. Combatir todo este ideario es el gigantesco trabajo que aguarda a los discípulos de Jesús.
Jesús es bueno, cumple con su misión. Se entrega generosamente por los suyos. No es un pastor asalariado que trabaja para el dueño del rebaño. No abusa. Sí reparte ternura y amor, conoce a cada oveja en lo más íntimo.
Hablar de niños es hablar de valores, como la inocencia, la sencillez y la bondad. Y, desde luego, estas cosas son importantes. Pero con eso no basta.
Dos se hacen uno. La relación entre ellos se fortalece. Las vivencias se comparten de manera íntima. Se acrecienta la amistad.
Lo que aparece en juego es la decisión de desinstalar la vida para convertirla en seguimiento del Maestro.
Meditando sobre enriquecimiento espiritual a través de un personaje poco conocido: el joven que huyó desnudo allí en Getsemaní.
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