El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Dada la inmensa solemnidad del "amén", es claro que pronunciarlo ligera y frívolamente es sacrilegio.
La Palabra insiste tajantemente en practicar la justicia, e insiste en que sin justicia, toda la práctica religiosa no es otra cosa que una abominación ante Dios, que le da asco.
Los grandes profetas hebreos no lo fueron porque vaticinaban sucesos futuro, sino porque exigían al pueblo una obediencia radical a la voluntad de Dios
La fiesta de los tabernáculos era una semana entera de alegría desbordante, la definición misma de la alegría y de la "plenitud de gozo" que llena la presencia del Señor.
En medio de tantas ambigüedades y ambivalencias, la Biblia encuentra su respuesta definitiva al problema de la violencia en el punto central de toda la historia: la cruz del Calvario.
La "Regla de la Guerra" (1QM, del hebreo MiLJâMMâH, guerra, combate) se conoce también como "la guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas".
Los libros de las guerras de los Macabeos y el relato de Judit y Holofernes.
La denuncia profética se aplica no sólo las injusticias y las violencias individuales, sino también a las sociales y estructurales.
La Biblia es palabra divina en lenguaje humano, y ese lenguaje es social y cultural. Al entrar en lo humano la revelación divina hace suyo ese contexto.
El concepto moderno de "guerra total" trae a veces acciones mucho más bárbaras que cualquier relato bíblico..
A veces el texto relata el episodio violento, sin aprobar ni condenarlo. Pero otras lo aprueba y hasta atribuye a una orden de Dios. Además, están las violencias cometidas por Dios mismo.
El denominador común del significado de violencia puede iluminarse por la relación de "violencia" con el verbo "violar".
Se nos olvida muy fácilmente que según el Nuevo Testamento los pecadores sexuales y los borrachos no son los únicos que “no heredarán el reino de Dios”.
Comentario a Apocalipsis 16:3-4: estas dos copas son un testimonio a la inversa de la gracia de Dios en proveernos día tras día con el agua de que depende nuestra vida.
Ahí está el tema del Apocalipsis: Jesucristo es el Señor. Jesucristo es Dios, digno de adoración al igual que el Padre.
Juan, en una reinterpretación de la visión de Daniel, toma atributos del Anciano de Días y los aplica al Hijo del Hombre en Apocalipsis.
Donald Trump puede jactarse, "I'm evangelical, and proud of it" (Soy evangélico, con mucho orgullo) sin la menor sospecha del significado del término.
Una extraña costumbre que nos debe preocupar.
La teología progresista a veces, ignorando el "todavía no" del reino, está en peligro de reducir el mensaje del reino a un simple programa de acción social.
A mediados del siglo XX los evangélicos, al romper con el fundamentalismo, se abrieron a las problemáticas sociales. Encontraron una fuerte luz bíblica en "el evangelio del reino".
Su "odio" hubiera sido sano si fuera como la sombra de un amor mayor; pero con el "desamor" en que habían caído, ni su celo contra el error podría ser sano.
El mensaje de Cristo plantea a los efesios una opción radical: seguir como están y perder su candelabro, o arrepentirse, ser fiel hasta la muerte, y ganar el árbol de la vida en el paraíso.
La dinámica eclesiástica seguía caminando, pero ya no se movía por el impulso supremo del amor a Cristo y al prójimo.
Cristo habla a la congregación de Éfeso. Y junto a sus muchos méritos, y a pesar de todo el prestigio de la iglesia, el Señor les confronta con un fallo fatal
Entre los muchos detalles y lecciones fascinantes del mensaje de Jesús a la iglesia de Éfeso, , dos paradojas sorprendentes me llaman poderosamente la atención.
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