El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La diferencia para Schaeffer que hace al cristianismo distinto a cualquier otra religión, es que “Dios lo hizo todo”. Siempre acababa mostrando nuestra culpabilidad moral, para anunciar que Cristo murió por nosotros en la cruz.
Schaeffer se dio cuenta que lo que le faltaba era el amor. No podía distinguir lo fundamental de lo secundario porque el amor a la verdad no hacía que mostrara la verdad en amor.
El hecho de que Al Mohler diga que el catolicismo romano es una “tentación” es una señal de vigilancia espiritual que se agradece.
Si entendemos con Stott que “la fe evangélica no es nada más que la fe cristiana histórica”, el movimiento evangélico es un lugar de encuentro y no de separación.
El protestantismo en que me he criado era fundamentalista o liberal. No había término medio. Stott me enseñó, sin embargo, que había una “tercera vía”.
La Biblia muestra la locura de confiar en nuestro entendimiento. ¿De dónde creemos que salen todos esos cristianos ufanos de su santidad que juzgan a otros creyentes, poniendo en duda incluso su salvación?
Toda la construcción fundamentalista se le vino abajo a Schaeffer en las montañas de Suiza, a principios de los años 50. La pregunta que todos se hacen es: ¿qué es lo que pasó?
En estos tiempos de negacionismo y teorías conspiratorias parece increíble que hubiera una época en que el cristianismo evangélico no fuera sinónimo de oscurantismo e irracionalidad.
La misión, por lo tanto, ahora necesita ser dirigida no solo a los materialmente más pobres sino a la enorme masa de personas que se desilusionarán con la hindutva.
“The Handmaid´s Tale” retrata la pesadilla de una sociedad gobernada por el fanatismo y la intolerancia.
En los últimos seis meses se han registrado 410 incidentes de persecución a cristianos.
En busca de la autenticidad (I): dedicaré una serie de artículos al legado de Francis Schaeffer y al desafío que todavía significa para el mundo hoy.
Los teólogos liberales son tan fundamentalistas como los conservadores.
Los cuatro jinetes desconocen realmente el cristianismo y no desean su análisis ponderado.
En todo debate filosófico, teológico y político las partes corren el enorme riesgo de reducirlo a un ‘apedreamiento de palabras fetiche’, reflexionaba el recientemente fallecido Umberto Eco.
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