El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Ya es la tercera vez que meto mi cara dentro de una telaraña… ¿Pero qué pasa en este bosque? Okey, es verdad, ayer no he venido a mi camino de oración. Pero ¿cómo han podido tejer esas chupasangre todo eso en tan poco tiempo?
Gran recepción, mesas reservadas, música brasileña, bailarines recién salidos de una revista de culturismo agitándose a nuestro alrededor y 400 invitados distinguidos ¡guau! Me quedo con la boca abierta.
Es por la mañana, durante mi paseo por el bosque aviso a dos paseantes que tienen la desgracia de venir en sentido opuesto: ¡Tengan cuidado! He descargado un montón de residuos por el camino! ¡Sobre todo no metan dentro sus pies!.
Mi corazón se ilumina cuando reconozco a mi hijo pequeño… Sin que necesite decirme nada, ya he leído en su rostro que algo va mal.
Esta noche (tipo medianoche), me paseo charlando al mismo tiempo con el Señor, cuando de repente, en una calle sombría, distingo una forma oscura justo en medio del camino. Me acerco y, para mi gran asombro, encuentro un hombre rondando los sesenta tendido en el suelo.
Rubén Lugilde, maestro y anciano de una iglesia de Salamanca, en una entrevista de Daniel Hofkamp. Lugilde es padre de Samuel, un niño de once años con S. de Down.
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