El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La autenticidad de nuestra fe se demuestra precisamente en nuestras obras, no en nuestras palabras.
Este acontecimiento tiene una base moral que habrá de revelar la justicia, y se resiste a explicaciones noticiosas y a localismos.
Los humanos sí son responsables de sus actos, al ser criaturas morales, de ahí que cae por su propio peso que ha de haber un momento en el que cada persona responda de los mismos.
Dios es digno de recibir la honra, la gloria y la alabanza porque es el Creador.
La adoración de la multitud angelical en Apocalipsis 5.11s.
La cobardía huye de las complicaciones, evita perder influencia, ansía mantener lo material, complacer a los hombres antes que a Dios: es el verdadero cáncer de la sociedad en la que vivimos.
Este momento litúrgico de Apocalipsis aumenta el nivel de adoración y la dirige a un nuevo receptor, el Cordero, en un fuerte testimonio a la deidad de Jesús.
En la mano derecha del que está sentado en el Trono hay un rollo sellado. Es tan importante que Juan llora cuando nadie resulta digno de abrirlo.
Apocalipsis 4:1-8a. Todo el culto se desarrolla alrededor del Trono: el reinar de Dios en nuestras vidas y comunidades es inicio, centro y fin del culto cristiano.
Antes de que el mundo mejore en el regreso de Jesucristo, empeorará mucho más de lo que es hoy en día.
¡O el Apocalipsis se lee "en clave de adoración y culto", o el Apocalipsis se lee mal!
La constante tentación humana es ver nuestra realidad inmediata como última, y presuponer (o temer) que las grandes verdades de fe son remotas y de secundaria fuerza histórica.
En el diseño divino de la creación, "todo lo que respira" adora al Creador de la vida. Para eso Dios nos ha dado aliento, para eso existimos.
Estamos pues, ante un manual de lectura urgente ante los diferentes brotes de escatologismo irresponsable y ajeno a la esperanza proclamada por las propias Escrituras.
Sus conclusiones, como no podía ser de otra manera, apuntan a lo que han desarrollado muchos exegetas posteriores: una sana comprensión del Apocalipsis encaminada hacia el fortalecimiento de una fe cristiana bien situada ante las diversas coyunturas socio-políticas.
Su orientación pastoral presidía, sin fisuras, la perspectiva del pensador evangélico.
Su enfoque es altamente crítico, en el mejor sentido, y quien lo lee y aprecia puede decir que a través de él traspone el umbral de la ingenuidad bíblica para hacerse presente en el ámbito de la hermenéutica más amplia y efectiva: crítica y profética, analítica y pastoral.
Dondequiera que haya un corazón cerrado, ahí está el Cristo que toca y pide entrada.
Aunque el poder de Cristo es absoluto, Cristo no es un gobernante absolutista.
Muy al contrario del divorcio que se suele hacer entre lo espiritual y lo político, el Apocalipsis los relaciona en todo momento.
Los laodicenses, por su acomodo tranquilo a la sociedad podían prosperar y vivir cómodos. Esa actitud indefinida Cristo la encontraba repugnante.
Podríamos pensar que tibio sería mejor que frío, pero, al contrario, para Cristo la tibieza es lo peor y le da asco.
La forma contemporánea de "justificación por obras" es "la justificación por logros". La idolatría más sutil para la iglesia de nuestro tiempo es la "exitolatría"
Consejos pastorales desde Sardis (Apoc 3:1-6). ¡La "propia imagen" también puede ser ídolo!
El énfasis del texto de la carta a Filadelfia no cae sobre el poco poder de ellos sino sobre su fidelidad y las grandes cosas que Cristo iba a hacer en ellos.
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