El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Es fácil constatar, en algunos cosmólogos contemporáneos, cierta tendencia a buscar modelos físicos de la creación a partir de la nada que no requieran de ningún agente sobrenatural.
Zaragoza significaba para Don Quijote un mítico destino que cambia en el capítulo LIX de la segunda parte.
Los cristianos, en cierto sentido, somos también hoy como una especie en peligro de extinción.
¿Sobreprotegido… o quizá sobreexpuesto?
Razón sobrada asiste a Don Quijote cuando dice que aunque los atributos de Dios son todos iguales, más resplandece y campea el de la misericordia que el de la justicia.
Ambas proposiciones sobre la realidad, tanto la del naturalismo como la del teísmo, requieren necesariamente de la fe y no pueden ser verificadas mediante la evidencia.
¿Cómo es posible que un universo formado fundamentalmente por materia incapaz de razonar produzca seres dotados de razón, con tendencia a la finalidad, con capacidad para reproducirse y constituidos por códigos químicos como el ADN?
La finalidad del trabajo debería ser garantizar el sustento de todos, y no un medio para el lucro de unos pocos.
Si aquellos comportamientos de curas eran perfume, Dios nos libre del hedor.
Aún queda mucho por explorar en el texto sagrado, muchos misterios que desentrañar y muchas bellezas por descubrir. Parecidas características se dan en el Quijote.
El ajuste fino que permite la vida, es lo que cabría esperar de un creador inteligente, omnipotente y misericordioso que desea relacionarse con el ser humano.
Juan—¿Ahora nos revelas al traidor, después de compartir con él tantas cosas durante tres años?
Maestro—Hasta el final no lo he dado por perdido.
¿Qué pensó del clero de su época el insigne autor del Quijote? ¿Qué eran los curas, según Cervantes?
¡Qué poco nos cuesta amarnos a nosotros mismos, a la vez que odiamos aquellas actitudes erróneas que nos llevan a pecar!
Los escritos bíblicos no callan los defectos de sus autores ni se pintan a sí mismos intachables, cuando hubieran podido hacerlo. Otro tanto ocurre en el Quijote.
Si queremos hacer la paz, no hablemos nunca mal de nuestros semejantes, aunque tengamos motivos para ello.
A Don Quijote no se le puede encasillar en religión alguna. Lo demás son ganas de marear la perdiz.
La inversión en tiempo y gasolina la daba por bien empleada este fiel creyente si conseguía mayor prestigio entre el resto de la comunidad de creyentes.
Hoy por hoy, no existe una explicación adecuada al supuesto beneficio evolutivo de la reproducción sexual, tanto en las plantas como en los animales.
Tanto la Biblia como el Quijote son libros que ejercen influencia universal.
Para los discípulos del Señor es posible empezar ya ahora a gozar la felicidad prometida, a través de la intimidad personal con Dios.
La razón filosófica puede conducirnos a la necesidad del Creador pero sólo la experiencia íntima de la fe es capaz de revelarnos la belleza y la bondad del Dios personal que se manifiesta en Jesucristo.
Sobre muchos cristianos jóvenes de mi tiempo se “vertieron” cosas más bien propias de un vertedero.
"Lo mío es un humilde tributo de lector aprendiz de poeta: por ello estos versos vivos donde galopan no sólo Alonso Quijano y el señor Panza, sino también Jesucristo y Unamuno; Dulcinea y Jacqueline; Elías y mi padre y mi hijo y yo mismo; mi Salamanca y mi saudosa selva".
Mientras el Quijote se limita a analizar nuestra condición humana, la Biblia, después de analizarla por el ojo escrutador de Dios, nos dice cuál es el remedio divino a todas nuestras calamidades.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.