La mariposa Apolo

La mariposa Apolo (Parnassius apollo), como esta que fotografié la pasada semana en el Pirineo andorrano, es un bello lepidóptero relativamente grande ya que puede alcanzar los 8 cm de envergadura alar.

Es predominantemente blanca, de textura apergaminada y con dos grandes ocelos rojos característicos en las alas posteriores. Dichos ocelos pueden variar mucho de una población a otra.

Se han llegado a describir hasta 300 subespecies en los diferentes sistemas montañosos que habita, aunque no es seguro que todas sean correctas o estén bien fundamentadas.

Esto se debe por un lado al afán de los coleccionistas por descubrir variedades nuevas y, en parte, a su distribución disruptiva. Es decir, al hecho de vivir en poblaciones aisladas en los macizos montañosos de casi todas las regiones templadas y frías de Eurasia.

Se considera como una reliquia de la época de las glaciaciones cuaternarias. Si se llegaran a confirmar las previsiones de los expertos acerca del calentamiento global del planeta, muchas de las poblaciones de la mariposa Apolo podrían desaparecer definitivamente de los macizos más meridionales en pocos años.

Esta bella mariposa me hace pensar que los cristianos, en cierto sentido, somos también hoy como una especie en peligro de extinción. Puede que estemos representados por cientos de denominaciones, más o menos artificiales, pero parece que vivamos en poblaciones aisladas de la sociedad general.

Las condiciones ambientales han cambiado tanto en ciertas regiones que nos están amenazando de muerte. ¿Qué podemos hacer? Sólo se me ocurre una cosa: seguir viviendo los valores cristianos y esforzándonos en la gracia de Jesucristo.

Como dice Pablo a Timoteo: Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús (2ª Tim. 2:1). Dios sabe todas las cosas y tiene en sus manos nuestro destino así como el de toda la humanidad.