El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Nos toca defender y reivindicar nuestros valores y creencias, y hacerlo con valentía.
El valor social de la familia es innegable, constituye la célula básica de la sociedad y el primer marco relacional de todo ser humano.
La visión es dejar no un patrimonio, sino un matrimonio, una familia, un legado que permanezca.
El matrimonio es un asunto creacional y no cultural, que ha de ser visto como una institución que nace antes de la historia.
Dios nos creó como seres relacionales, siendo el matrimonio y la familia, el primer lugar donde debemos suplir esa necesidad de soledad y compañerismo.
El matrimonio y la familia son el primer banco de pruebas de la autenticidad de nuestro cristianismo.
Nuestra sociedad moderna se enfoca en el individuo y su realización personal. En consecuencia, lo primero que se empieza a diluir y distorsionar es el concepto de matrimonio y familia.
Oponerse al activismo gay no es homofobia, sino ejercer nuestro derecho constitucional a no estar de acuerdo con su ideario.
Desde estas páginas queremos dirigirnos a aquellas personas que luchan contra su atracción indeseada al mismo sexo. Un fragmento de "Homosexualidad. Pastoral de la atracción al mismo sexo", de Juan Varela (2016, Clie).
No se trata de que pensemos igual, pero sí de que pensemos juntos; cuando entendemos esto, el amor tiene todas las posibilidades de éxito.
La conducta de nuestros niños y adolescentes no es algo que se pueda desligar de la conducta y actitudes del conjunto de la sociedad.
En el marco de la Palabra de Dios, origen de todas las cosas, todo se relaciona con el concepto de matrimonio y familia. Todo está escrito realmente en clave familiar.
Los DDHH del colectivo LGTBI, como cualquier otra persona, derivan de su condición de seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Las iglesias sólidas reclamamos nuestro derecho a pensar diferente, sin por ello ser juzgados o condenados, reclamamos poder ser diferentes de una sociedad en la que nos negamos a diluirnos.
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