El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Las estrellas tienen que nacer, producir elementos pesados y luego morir para que estos elementos puedan utilizarse para formar planetas, y luego tienen que pasar unos cuantos miles de millones de años antes de que la vida llegue hasta nosotros.
Hay una concepción de Dios, desgraciadamente muy común, que consiste en enchufar a Dios en las lagunas de la ciencia.
¿Qué queremos decir cuando afirmamos que no hay ciencia “asentada”, que la ciencia siempre está en movimiento?
Somos mucho menos racionales de lo que nos gustaría pensar.
Aparece ahora en castellano el libro que capturó una gran atención mediática en Francia y pretende aportar pruebas de la existencia de Dios.
La tentación de mal usar la ciencia con fines apologéticos es vieja.
Se habla de Dios en los laboratorios. Y no solo para decir que no existe.
Me gustaría enumerar ciertas virtudes cristianas que la Iglesia puede fomentar. No necesariamente para “salvar el planeta”, sino porque estas virtudes corresponden a un modo de vida ético.
Se habla de la fusión como una fuente de energía inagotable y limpia. Es cierto. Ahora bien, lo recién logrado en EEUU es muy importante, pero aún queda mucho camino hasta conseguir una planta comercial.
Si el carbono 14 desaparece tan rápido, ¿cómo es que se encuentra en el petróleo, al que suponemos una antigüedad de millones de años?
El universo está en expansión, y pasando la película al revés llegaremos al Big Bang. El TEJW no cambia nada de esto.
¿Por qué Webb es mucho mejor que el Hubble? Mis vecinos en al auditorio contestaron muy amablemente.
Cuando se trata de usar la palabra “teoría”, a los científicos no les importa mucho la definición de los diccionarios.
La conservación de la energía surge de vez en cuando en el debate ciencia y fe.
¿Qué queremos decir cuando afirmamos que “la ciencia siempre se cuestiona a sí misma”? Me parece que nos estamos refiriendo solo a cuestiones científicas que aún no están resueltas.
El Dr. Polkinghorne hizo considerables contribuciones al campo de la ciencia y la religión durante su larga y fructífera vida.
Si consideramos que el relato de Génesis es histórico, es inevitable el choque frontal con la cosmología, la geología, la biología, la paleontología, la glaciología y muchas otras disciplinas.
Esta idea de que Dios solo tiene lugar allí donde no sabemos lo que está pasando, no se sustenta en la Biblia.
Supongo que un gran número de científicos han tomado al menos una vez en su vida una decisión muy importante basándose en algún tipo de fe.
Cerrar el grifo en un 10% durante un año no va a cambiar mucho la cantidad de CO2 que hay en la atmósfera.
Mientras no tengamos una teoría probada de la gravedad cuántica, lo único que podremos hacer respecto a la historia anterior a este “momento de Planck” será… especular.
Creo que los cristianos no tienen que dejarse intimidar por declaraciones como las de Michel Mayor recogidas recientemente en el diario El País.
¿Cómo pueden unas herramientas abstractas, fruto de miles de años de progreso matemático, terminar siendo perfectamente adecuadas para describir algo bien real?
Abundan las citas, no siempre auténticas y a menudo contradictorias, disparadas desde cada uno de los campos hacia el otro
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