Los grupos anabautistas cambiaron por completo el mapa religioso de Europa gracias a que sus diversas variantes y orientaciones se hicieron presentes en prácticamente todo el continente.
A la gente le gusta que de vez en cuando se corte alguna cabeza. Ver cortar una cabeza significa que no nos han cortado la nuestra, y eso siempre es motivo de alegría. Además todos preferimos un lenguaje inteligible. No se puede ir por la vida hablando del bautismo como alianza. Bautizo o rebautizo, lo que nos gusta es la ceremonia; ver cómo alguien impone las manos sobre una persona y dice: “La gracia y la paz de Dios nuestro padre sea con todos los hombres de buena voluntad”. Y i además somos nosotros los que podemos pronunciar estas palabras, mucho mejor.[1]
A. O.
Ahora que continúan las conmemoraciones por los 500 años del inicio de las reformas anabautistas y, particularmente, por las guerras de los campesinos contra los príncipes alemanes encabezada por Thomas Müntzer, vuelve a cobrar relevancia la recuperación literaria que hizo Antonio Orejudo en su novela Reconstrucción, aparecida hace ya 20 años. Los grupos anabautistas cambiaron por completo el mapa religioso de Europa gracias a que sus diversas variantes y orientaciones se hicieron presentes en prácticamente todo el continente y expandieron sus prácticas religiosas de rechazo radical al control político de las creencias y de las comunidades de fe. Ésa fue la marca predominante de esta vertiente fundamental de las reformas socio-religiosas del siglo XVI.
En la primera parte de la novela, tal como se ha recordado en esta columna, se presentan los orígenes, formación y acciones radicales de Bernhard Rothmann, quien al parecer logró escapar del sitio y la masacre de Múnster. En esa ciudad alemana, cercana a los Países Bajos, que se volvería una referencia ineludible al hablar del anabautismo violento, Rothmann acompañó la revuelta que llevó al neerlandés Jan de Leiden a autonombrarse rey de la ciudad. Esos hechos acontecieron en enero de 1536, luego de algunos años de auténticos excesos e inmoralidades que perpetraron él y su grupo de secuaces.
La forma en que la novela describe el asesinato de los dirigentes religiosos es hiperrealista, pero bastante fiel a los hechos. Los diálogos de los personajes exponen lo sucedido en esos días aciagos para la ciudad cuando se perfiló el destino final de los dirigentes: “Sus partidarios [de Rothmann] se han diluido entre los miles y miles de peregrinos anabaptistas que, procedentes de todas las partes de Europa, han entrado en Münster durante las últimas semanas. Ahora, la persona con más influencia allí se llama Jan Mathijs de Haarlem” (p. 71). Al terrible sitio, prolongado por una resistencia casi irracional, le siguieron los momentos aún más sobrecogedores cuando finalmente cae en poder del príncipe obispo Franz von Waldeck. Su general Mühlen se entera y se burla de quien dirige la resistencia religiosa y apocalíptica: “Sí, un comerciante que nunca ha tenido demasiados clientes y que ahora se ha hecho coronar rey de Münster. ¡Rey de Münster nada menos! Mühlen se ríe. Sí, va por las calles con una corona y un cetro de latón, envuelto en un manto de armiño; se ha casado con la mujer del profeta Mathijs y ha declarado obligatoria la poligamia” (p. 84).
La decisión sobre la poligamia marcaría el principio del fin. El relato del final es crudo y sin piedad:
Durante doce horas la ciudad fue saqueada. Había órdenes de matarnos a casi todos, pero no a todos. El obispo necesitaba testigos que propagaran a los cuatro vientos la insoportable crueldad de sus soldados, cómo eran capaces de atar las extremidades de un hombre a cuatro caballos y a continuación hacerles salir de estampida. A Beukels, a Knipperdolling y a Krechting los capturaron y los encerraron en jaulas que alzaron hasta lo más alto del campanario de la iglesia de San Lamberto. Dicen que Beukels quiso negociar con los católicos, que se ofreció para abjurar de todo si le perdonaban la vida. Pero que le cortaron la lengua para que los dejara tranquilos (p. 87).
Esas jaulas han permanecido en ese lugar hasta hoy. A partir del segundo capítulo, “Tipos”, Reconstrucción sigue los pasos de Rothmann hasta transformarse en un auténtico sabueso que seguirá los pasos de Miguel Servet, todo ello mediante un excelente manejo de recursos del relato policiaco. El estilo detectivesco permite al narrador rastrear al personaje y ubicarlo en un nuevo contexto. Como lo enuncia el subtítulo, esta sección se ocupa de la tipografía, pues posteriormente a “la utopía de Münster, que […] al contacto con la realidad se convirtió en distopía, pasan veinte años y los hechos se trasladan a Lyon. El protagonista ahora es un orfebre que fabrica tipos de imprenta, Joachim Pfister”.[2] Es aquí donde “la novela cambia de registro por completo y se inicia una trama detectivesca […] En manos de la inquisición francesa […] cae el mayor compendio herético desde los tiempos de Lutero: La restitución del cristianismo, firmado por un enigmático MSV. Encarcelando aquí y torturando allá, la inquisición da con la pista de Pfister y como mal menor (para él), le piden que les ayude a descubrir la identidad del nuevo hereje”.
He ahí la trama que se desarrollará notablemente para desenredar la madeja de la vida transfigurada de Rothmann y que lo conducirá hasta Ginebra para perseguir a Servet y casi dar con él, aunque Calvino y sus apoyadores se le adelantarán para acabar con su vida. Llamativo en extremo resulta el hecho de que las dos “inquisiciones”, la católica y la reformada confluyan para acabar de raíz con un personaje tan enigmático como creativo teológicamente, y que se le indigestó, por igual, a la religión tradicional y al a renovadora. Pero antes de llegar a ese desenlace, Orejudo hace gala de un lenguaje y de un talante narrativo tan eficaz como entretenido, pues el lector no puede quejarse de que no sea amena la descripción de los personajes y de sus avatares en la historia. Novela detectivesca, entonces, histórica en su trasfondo y de un fuerte matiz psicológico capaz de presentar las ideas teológicas de una manera tan ágil como precisa.
El capítulo mencionado se basa en una serie de diálogos en los que el cardenal François de Tournon, arzobispo de Lyon, a cuyas manos llegó misteriosamente el manuscrito de la obra de Servet, y otros personajes intercambian opiniones sobre el devenir de la iglesia y la ciudad alrededor de la irrupción de las reformas luterana y calvinista. La opinión del cardenal es dura y directa: esos movimientos han sido un lastre insoportable para la iglesia católica. Sus palabras son sin concesiones para la corrección política, como se diría hoy: “Yo sólo digo que, si la herejía de Lutero no hubiera circulado impresa, hoy no estaríamos donde estamos” (pp. 94-95). Para luego extenderse ampliamente en su crítica de lo que acontecía en las reformas:
Si hay libertad para interpretar el Evangelio, es lógico que hoy salga uno diciendo que Cristo es un impostor; mañana otro negando la Santísima Trinidad; y al día siguiente un tercero asegurando que las Escrituras tienen una importancia secundaria, que lo esencial es la inspiración interior, que la Iglesia es una farsa y que lo verdaderamente cristiano es organizar comunidades de laicos iluminados. Si hay libertad, cualquiera puede organizar su propia secta al margen de la Iglesia. Cualquiera excepto los enemigos de las ceremonias. Esos, como son contrarios al concepto mismo de Iglesia, destruyen toda organización que encuentran a su paso (pp. 95-96).
[photo_footer]Iglesia de San Lamberto en Munster.[/photo_footer[
Enemigo jurado de las reformas, Tournon más tarde sería llamado a la corte de Francia por Catalina de Médici a fin de presidir el consejo encargado de la transformación de la Iglesia francesa y presidiría la Conferencia de Poissy en la que se mostró sumamente hostil hacia las concesiones a los protestantes. En el momento de la conversación que recoge el libro quiere que le lleven al autor de ese libro sedicioso. Su percepción de la acción reformista de la Iglesia católica es lúcida y pragmática con una fuerte dosis de autocrítica:
Si hubiéramos sido nosotros los primeros en tomar las riendas de las reformas, nada de esto hubiera sucedido. Hace ya doscientos años que aquel John Wyclif iba por los pueblos diciendo que los políticos podían expropiar los bienes de la Iglesia y distribuirlos en beneficio de la colectividad, y que la castidad era antinatural y que iba en contra de Dios. Wyclif atacó antes que Lutero las indulgencias y negó no sólo que el Papa fuera infalible, sino que fuera útil. ¿Y qué hicimos nosotros? Quemarlo, como hacemos siempre. Todo lo que está sucediendo lo tuvimos ahí, a la vista, hace doscientos años, pero no supimos o no quisimos darnos cuenta. No hemos sabido responder a unas inquietudes espirituales que vienen de lejos (p. 97).
La descripción que hace de Servet es también exacta y directa al corazón del problema que planteaban sus posturas:
…no estamos ante alguien que haya abandonado la defensa del dogma católico para alinearse con esos perros ginebrinos. Que ni siquiera estamos ante un evangélico heterodoxo, de los muchos que han aparecido en los últimos tiempos defendiendo las proposiciones más disparatadas. Estamos en primer lugar ante alguien muy preparado. No se trata de ningún ignorante. Y no parece que pertenezca a ninguna iglesia. Presenta una autonomía demencial, es un verdadero cazador, alguien lo suficientemente loco y desvinculado de cualquier compromiso como para atacar con igual virulencia los presupuestos católicos y los protestantes, para insultar al Papa y a Calvino (pp. 100-101).
En su afán por impedir la impresión de la Restitutio, Tournon estaba dispuesto a lo que fuera, pero sobre todo quería echarle mano para acabar con su autor. Orejudo introduce creativamente sus fuentes como una especie de equipo de teólogos que debían dictaminar la estirpe teológica del autor de ese libro: Alcalá, Bainton, Wiliams, Zweig y Delameu (Delimeau, en realidad) con un toque de humor insuperable. El dictamen es enfático: anabaptismo aderezado, según Alcalá, con dosis de doctrina antitrinitaria, luteranismo, calvinismo e incluso catolicismo. Tiene fuentes gnósticas, neoplatónicas y principios teístas; había fundido fuentes helenísticas con las Escrituras, los Padres de la Iglesia e ideas de los herejes españoles, además de otras hebreas. Bainton sugiere seguir la pista neoplatónica (pp. 107-108). El impresor Jean Frellon, ya ingresado a las mazmorras inquisitoriales, es acusado de estampar panfletos calvinistas”.
[photo_footer]Antonio Orejudo.[/photo_footer]
Ahora aparece en escena el muy creativo tipógrafo Joachim Pfister de letras escandalosas a quien Matthieu Ory, el supremo inquisidor de Francia, le encargará la lectura de la obra y la búsqueda del misterioso autor. Le ofrece inmunidad total a cambio. Pfister, luego de analizar algunos aspectos del manuscrito, le dice a Ory que el autor no es teólogo sino médico y que debería buscarse primero en las facultades de teología. La inusual descripción del Espíritu Santo lo deja perplejo y no acierta a ubicarla: “El Espíritu Santo mueve la sangre de las arterias, entra en el cerebro y estimula los sentidos. No conoce a nadie que haya tratado de fundir antes, y con tanto desparpajo, teología y medicina” (p. 127). La cacería da comienzo con estos escasos pero firmes elementos.
[1] A. Orejudo, Reconstrucción. Barcelona, Tusquets, 2005, p. 70.
[2] “Reconstrucción, de Antonio Orejudo”, en https://varadoenlallanura.blogspot.com/2017/05/reconstruccion-de-antonio-orejudo.html, 26 de mayo de 2017.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.