Las listas del Levítico sobre animales puros e impuros, cuando se analizan de manera científica, reflejan una misteriosa sabiduría, impropia de los conocimientos que se tenían en aquella época.
Hoy tenemos potentes microscopios que nos permiten vislumbrar imágenes hasta hace poco desconocidas. Células, bacterias, virus y moléculas como el ADN, a pesar de su reducido tamaño, pueden impresionar ya nuestra retina.
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Sin la ayuda de tales instrumentos jamás lo habríamos logrado. Si un microscopio óptico logra los dos mil aumentos, los electrónicos alcanzan hasta dos millones.
La física nos dice que esta gran diferencia se debe a las distintas longitudes de onda, que son de tan sólo 0,5 Angstroms para los electrones y de 4.000 Angstroms para la luz visible.
Lo cual nos permite observar y estudiar con mucho detalle todo tipo de microorganismos, tanto beneficiosos como perjudiciales para el ser humano, lo que hace avanzar la ciencia, la medicina y la salud pública.
¿Cómo trataban los hebreos del Antiguo Testamento las enfermedades infecciosas, teniendo en cuenta que aún no se conocían los microbios?
El libro de Levítico se refiere a los enfermos de lepra con estas palabras: “Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo!
Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada” (Lv. 13:45-46). Incluso se ordena que los vestidos y objetos personales de los afectados fueran quemados para eliminar la plaga.
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Hoy sabemos que la lepra es causada por la bacteria Mycobacterium leprae. Estas prescripciones sanitarias fueron dadas aproximadamente en la misma época en que los médicos egipcios recomendaban medidas sanitarias que se han demostrado absolutamente erróneas.
Por ejemplo, en el famoso papiro egipcio Ebers, que data del año 1.500 a. C., con el fin de tratar enfermedades de la piel, se aconseja mezclar a partes iguales estiércol de cerdo, gato y perro.
Actualmente se sabe que semejante pócima está absolutamente contraindicada ya que pronto provocaría el tétanos, grave enfermedad del sistema nervioso causada por ciertas bacterias productoras de toxinas presentes en el estiércol.1
Por su parte, los dentistas de Mesopotamia -que no sabían que las caries están causadas por bacterias de los dientes- creían que el dolor de muelas se debía a un "gusano del diente", que tras ser creado por los dioses rechazaba cualquier alimento que no fuera la sangre del diente o de la muela.
El dentista sumerio recitaba el encantamiento del gusano del diente y administraba el procedimiento adecuado, ya fueran hierbas o la extracción del diente, a la vez que pedía a los dioses que destruyeran dicho gusano y lo expulsaran del paciente. 2
También en el mundo griego y romano se aceptaba la “teoría de los cuatro humores” -atribuida a Hipócrates (460 a. C. – 370 a. C.)- que afirmaba que el funcionamiento del cuerpo humano, así como todas las enfermedades que éste podía padecer, se basaban en la interacción de estos supuestos humores básicos: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla.
Los médicos procuraban curar todas las dolencias extrayendo sangre, flema o bilis, con lo cual realizaban auténticas barbaridades fisiológicas. Cuando se descubrieron los gérmenes, a mediados del siglo XIX de nuestra era, esta teoría se vino abajo por completo ya que se descubrió que muchas enfermedades eran provocadas por microorganismos.
Frente a semejante panorama del mundo antiguo, las normas cultuales y sanitarias de la Biblia aparecen como un faro en medio de la oscuridad.
Las listas del Levítico sobre animales puros e impuros, cuando se analizan de manera científica, reflejan una misteriosa sabiduría, impropia de los conocimientos que se tenían en aquella época.
Hoy se conocen los peligros de ingerir ciertas carnes que estaban prohibidas para los hebreos. Por ejemplo, la carne poco cocida de los gatos puede provocar toxoplasmosis, infección causada por un parásito (Toxoplasma gondii) que, si es ingerida por una mujer embarazada, se transmite al embrión y puede matarlo.
Las carnes de animales que comen a otros animales, como perros, cerdos, osos, zorros, felinos, jabalíes, etc., pueden transmitir la triquinosis al ingerir larvas enquistadas del pequeño gusano parásito Trichinella spiralis.
Esto puede generar complicaciones peligrosas e incluso mortales, como encefalitis, miocarditis, meningitis, etc. El consumo de camello y de muchas aves acuáticas puede provocar botulismo y, en fin, la carne de los reptiles es susceptible de generar triquinosis, pentastomiasis, gnathostomiasis, sparganosis, etc.
¿Cómo logró saber el autor del Pentateuco que era peligroso consumir todos estos animales impuros? No pudo inspirarse en el conocimiento de los demás pueblos que rodeaban a Israel porque ellos no lo sabían.
La única explicación razonable es que el Dios creador que conoce perfectamente el universo, el macrocosmos y el microcosmos, se lo revelara de forma sobrenatural. Y esto evidencia la inspiración divina de la Biblia.
1. https://es.wikipedia.org/wiki/Papiro_Ebers
2. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-687/la-medicina-en-la-antigua-mesopotamia/
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