Los diez invitados

Era una persona perfeccionista y minuciosa, cualquier trabajo que se le encargaba lo ejecutaba con precisión milimétrica.

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Y no, no era debido a su edad porque desde bien niño destacó por su ecuanimidad, justicia, imparcialidad, y reparto justo.

Por lo general se le dejaba de lado, pues colapsaba cualquier trabajo con un bloqueo que siempre buscaba la perfección.

Pero esta vez arriesgaron: se le dijo que partiese su pastel de cumpleaños.

Ni corto ni perezoso llevó el pastel a una mesa de trabajo y haciendo uso de un transportador de ángulos, de una regla, pie de rey, compás, cuerda, báscula y cuchillo bien afilado, consiguió dividir el pastel en once trozos perfectamente iguales, que al final pesó uno a uno para asegurarse de que ninguno tuviera de más o de menos que el resto.

“¡Bieeeeeen!”, todos celebraron aquel arduo trabajo después de una larga espera que dejó el café más que frío.

Y empezó el reparto.

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—No, no, es un trozo muy grande, menos, menos.

—No, con la mitad tengo suficiente, corta, corta.

—Tiene muy buena pinta, dame dos trozos.

—Una medida perfecta, pero quítale el chocolate.

—Está bien, pero ¿me lo podrías calentar?, el chocolate me gusta algo fundido.

—No, gracias, no me apetece.

—¿Es vegano?

—¿Es sin gluten?

—¿Está hecho con huevos de gallinas felices?

Y el décimo ya se había ausentado de la fiesta harto de tanto esperar.

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[title]Por un año más[/title]

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