Una crítica a la película ‘Zona de Interés’, de Jonathan Glazer.
“No es en absoluto una cuestión ociosa tratar de definir lo que es un ser humano”.
Primo Levi
No creo que hubiera muchos cineastas interesados en adaptar la novela homónima publicada por Martin Amis en 2014. Era inevitable esquivar la polémica que ya suscitó el libro, una obra muy poco convencional. Si hay un director en la actualidad que responda a ese calificativo, es Jonathan Glazer.
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Si algo ha resultado ser “Zona de interés”, es una película incómoda. El planteamiento es minimalista: el comandante de Auschwitz Rudolf Höss y su esposa viven una vida idílica en una casa cuyo muro es el del propio campo de concentración. Asistimos al día a día de la familia, un hogar en el que la moral se desdibuja y en el que la vanidad que preside cada conversación o decisión del matrimonio han acabado banalizando el mal.
El horror del Holocausto se omite, sí escuchamos en off sonidos que asociamos con escenas que hemos visto en muchas otras películas, pero a Glazer no le interesa mostrarnos imágenes violentas o humillantes, que conmuevan o enfurezcan al espectador. Nos muestra el mayor de los contrastes: la tranquilidad, diversión y absurdas preocupaciones de los conquistadores. Asombra e indigna que el ser humano pueda llegar a actuar así, pero es una realidad que se ha repetido a lo largo de la historia, aún se repite y se repetirá. Quizás el mayor acierto de la película es el haber logrado, a pesar de tratarse de una ubicación concreta y un momento de la historia determinado, erigirse como un relato atemporal. Es un muro que separa opresores de oprimidos.
El mayor motivo de controversia que encontramos tanto en la novela como en la película es el humor negro. Ya pasó algo parecido con otra película que, con un tono muy diferente, incluso opuesto, se acercaba al Holocausto desde la comedia: la muy popular “La vida es bella” de Roberto Benigni. En este caso, la función del humor negro es la que tendrían imágenes explícitas de crueldad, pero no deja resultar extraño escuchar carcajadas en una sala en la que se está ilustrando el sinsentido Nazi.
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No solo es incómoda por su contenido “Zona de interés”, también en su forma. Glazer ofrece por un lado imágenes costumbristas que aportan naturalidad y por otro lado planos en los que debido a una puesta en escena forzada acaban resultado demasiado pretenciosos. Utiliza imágenes sencillas y muy efectivas que invitan a una reflexión profunda y al mismo tiempo nos regala momentos cargados de simbolismo en los que uno no sabe muy bien dónde quiere llegar. La música, que no sonidos, es otra de sus peculiaridades: conceptual y vanguardista, alerta al espectador para que no se acomode. Curiosamente, las influencias más reconocibles que se pueden apreciar en este trabajo de Glazer: Kubrick, Lynch o Tarkovski, son las que más lo desequilibran.
“Zona de interés” es una propuesta muy arriesgada que reflexiona sobre la pregunta que se lanza en Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá?
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