El hoyo del ciego

Érase una vez un ciego muy prolífico que guio a otros muchos ciegos a caer en su mismo hoyo.

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Era fiel prodigando un dios que no cumplía lo que prometía, que no salvaba, que no hacía milagros, que no sanaba a los enfermos, que no daba paz, ni alegría, ni esperanza, ni amor y en cuanto a la fe cada cual se la debía granjear por sus propios medios.

Y a pesar de ello todos estaban sujetos a ese dios, como imantados, pastoreados por el ciego mayor.

El gran líder hacía gala de gozar de una de las mejores gracias que por otro lado nadie supo ver, quizá porque estaban ciegos.

“¡Sálvese quien pueda!” era su única prédica dirigida a los ciegos desde lo más bajo del hoyo.

Todos estaban engañados y sometidos a creer lo falso y a no ver lo verdadero.

Permanecían firmemente aferrados a lo inseguro, al no ver más opción fiable.

Hasta que llegó un tuerto que acabó desmantelando el imperio del ciego mayor.

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Se dice que el rey en el mundo de los ciegos es el tuerto. Pero inicialmente no fue aceptado de buena gana, estuvo mal visto.

El tuerto les explicaba lo que veía con un ojo y les hizo dudar de ese dios en el que creían infructuosamente.

Como consecuencia de la visión del tuerto y con el paso del tiempo se filtró la duda en la comunidad de ciegos, y al primer resquicio de luz el primero que se esfumó de entre ellos fue el líder. Porque ya lo dice el refrán “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”.

También el tuerto les hizo atisbar un horizonte insospechado.

Deambulaban perdidos sin guía y con mayor desesperanza que la anterior. Se sumieron en una gran crisis.

Pero no tardaron en llegar los milagros al primer de los clamores. Porque ahora se reconocieron ciegos, fue lo primero que vieron.

Fueron recobrando la visión poco a poco y dejando atrás las ataduras de la ceguera. Les cayeron unas escamas de los ojos como a Pablo.

Se vieron entre ellos, se reconocieron, sanaron y se amaron. Fueron felices.

Salido de su hoyo, el ciego mayor cavó nuevos hoyos donde caer él y dejar caer a otros ciegos. La historia de nunca acabar.