Detecta las vibraciones producidas por la posible presa en la arena, determina la dirección en que se encuentra y después calcula la distancia a la que está para lanzarse a capturarla.
El desierto de Mojave ocupa una superficie de 124 000 km2 y está en los Estados Unidos, situado entre California, Utah, Nevada y Arizona.
A pesar de ser una zona árida, en él habitan numerosas especies de plantas y animales. Se han identificado alrededor de dos mil vegetales diferentes, entre los que destacan especies singulares como las yucas.
Al llegar la noche, este desierto cobra vida y también pueden verse animales como coyotes, pumas, lobos, zorros, tortugas, reptiles, ratas canguro, ratones, gatos monteses, ardillas, conejos, murciélagos y numerosos artrópodos.
Entre estos últimos, existe un pequeño arácnido, un escorpión de arena, llamado científicamente Paruroctonus mesaensis, que despertó la curiosidad de los físicos por su singular manera de cazar insectos y ha sido muy estudiado.
Hace ya un par de décadas que los aracnólogos se dieron cuenta de cómo cazaban estos pequeños escorpiones del desierto de Mojave.
A pesar de que sus capacidades visuales, olfativas y auditivas están muy reducidas y les resultan insuficientes para atrapar presas, de alguna manera consiguen cazarlas con una sorprendente habilidad y eficacia.
Se ha comprobado que cuando un insecto se aproxima a medio metro de distancia del escorpión, éste detecta las vibraciones producidas por la posible presa en la arena, determina la dirección en que se encuentra y después calcula la distancia a la que está para lanzarse a capturarla.
Los investigadores pudieron comprobar que durante la noche, cuando las mariposas nocturnas o polillas revoloteaban alrededor de las luces artificiales que ellos portaban, y casualmente tocaban la arena próxima a un escorpión, éste reaccionaba inmediatamente moviéndose hacia el insecto y atrapándolo.
Sin embargo, el vuelo de las polillas no llamaba su atención incluso aunque éstas se movieran a pocos centímetros de él.
En la introducción al capítulo “Ondas” de un libro de texto de física, popular en Estados Unidos, se analiza la complejidad de este mecanismo de caza propio de los escorpiones del desierto de Mojave.[1]
Como todos los arácnidos, estos artrópodos poseen cuatro pares de apéndices ambulacrales o patas que, cuando están apoyados en el suelo, constituyen una especie de círculo más o menos irregular.
Es a través de estos ocho puntos que el animal detecta las mínimas vibraciones del suelo. Puede notar pequeños temblores en la arena de tan solo un ángstrom de amplitud, producidos por las presas. Esto es poquísimo ya que se trata del tamaño que tiene un solo átomo de hidrógeno.
Los investigadores Philip H. Brownell de la Universidad Estatal de Oregón y Leo van Hemmen de la Universidad Técnica de Munich demostraron que los escorpiones descubren la dirección en que se encuentran las presas, comparando las diferencias de tiempo producidas por la perturbación al llegar a cada pata. [2]
Cada una de las patas posee en su extremo un receptor sensible a las vibraciones del suelo (sensilla peg). Las patas más cercanas a la presa detectan las señales antes que las otras y esta diferencia de microsegundos les resulta suficiente para calcular la dirección real.
Semejante capacidad de orientación tan rápida es realmente sorprendente, sobre todo en unos animales que hasta ahora se consideraban relativamente simples y primitivos.
De la misma manera, para saber la distancia a que se encuentra la presa, los escorpiones analizan dos tipos de ondas acústicas superficiales que viajan a través de los materiales sólidos.
Se trata de las “ondas de Rayleigh” transversales, conocidas por ser parte de las ondas sísmicas que se producen en los terremotos, y de las “ondas de compresión longitudinales”.
Como cada una de estas ondas se propaga a distinta velocidad por la arena del desierto, los escorpiones controlan los diferentes tiempos de llegada de tales vibraciones para calcular la distancia exacta a la que se encuentra la presa.
Si ésta se halla a unos 15 cm de distancia o menos, el ataque casi nunca suele fallar. El depredador atrapa rápidamente a la presa, la inmoviliza con la neurotoxina que posee en su aguijón y la consume poco a poco.
¿Cómo es posible que estos pequeños escorpiones nocturnos del desierto de Mojave hayan podido desarrollar una sensibilidad tan exquisita en el extremo de sus patas para detectar las vibraciones que producen los insectos en la arena seca?
¿Quién les ha enseñado a calcular tan rápidamente la dirección y la distancia de las presas? Para hacer lo que hacen y sobrevivir en el desierto necesitan disponer de unos sensores especiales en las patas con una extraordinaria sensibilidad a nivel atómico para detectar vibraciones.
Tienen que saber discriminar tales vibraciones entre ondas longitudinales y transversales, así como en intervalos de microsegundos. Todo esto tuvo que funcionar bien desde el principio pues, de no ser así, los escorpiones no hubieran podido sobrevivir en dicho ambiente.
Desde el darwinismo, que supone que toda estas capacidades físicas y órganos complejos se formaron gradualmente mediante mutaciones al azar, seleccionadas por el ambiente, no es posible explicar semejante complejidad irreductible. Sin inteligencia y diseño definitivo de tales estructuras no puede darse tal eficacia y perfección.
A mí me parece que es más lógico creer en una planificación previa y especial de ingeniería biológica, llevada a cabo por el Creador de todas la cosas. De ahí que resulte tan difícil para la ciencia explicar cómo semejantes órganos y estructuras biológicas pudieron originarse por puro azar.
1. Halliday, D., Resnick, R. & Walker, J., 2000, Fundamentals of Physics, 6th Edition, Wiley. ISBN 10: 0471320005 .
2. Brownell, Ph. H. & Hemmen, L., 2001, Vibration Sensitivity and a Computational Theory for Prey-Localizing Behavior in Sand Scorpions 1, American Zoologist, 41(5):1229-1240 DOI:10.1668/0003-1569(2001)041[1229:VSAACT]2.0.CO;2
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