Se ha caracterizado por un uso del lenguaje que lo ha llevado a las orillas de la mística.
El lenguaje de la poesía mira al misterio, lo tiene presente; es lo que lo hace esencial. […] si algo tiene que ver con la poesía es la ignorancia fundamental, el no saber, sobre el cual está erigido el mundo del hombre.
De ahí lo inconcluyente de la poesía. Se mueve en un borde donde no caben certidumbres rotundas. Esta es su fuerza desconcertante.[1]
R. C.
A sus 92 años, el poeta venezolano Rafael Cadenas ha sido anunciado como el ganador del Premio Cervantes, el máximo reconocimiento para las letras en español. Dueño de una obra amplia y sólidamente establecida, Cadenas se ha caracterizado por un uso del lenguaje que lo ha llevado a las orillas de la mística, al grado de que algunos críticos lo ubican como alguien que ha trabajado persistentemente el silencio. Miembro de una tradición lírica en la que figuran autores tan valiosos como Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Juan Liscano, Ida Gramcko, Ana Enriqueta Terán y Eugenio Montejo, por solo citar algunos, Cadenas se ha consolidado como una voz imprescindible en la poesía latinoamericana. En opinión de Javier Rodríguez Marcos, es “una de las voces o, mejor dicho, uno de los silencios fundamentales. Porque Cadenas detesta comentar su poesía, elude cuanto puede las entrevistas y le quita importancia a todo lo que pueda haberle sucedido en la vida. Que no es poco”[2]. Este premio se suma al Nacional de Literatura en su país (1985), el de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2009) y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2018). En 1986 obtuvo la beca Guggenheim. Se jubiló de profesor jubilado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela.
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El ministro español de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, junto con la directora general del Libro y Fomento de la lectura, María José Gálvez, dieron a conocer el fallo con las siguientes palabras: “El jurado […] reconoce ‘la trascendencia de un creador que ha hecho de la poesía, un motivo de su propia existencia, y la ha llevado hasta alturas de excelencia en nuestra lengua. […] ‘su obra es una de las más importantes y demuestra el poder transformador de la palabra, cuando la lengua es llevada al límite de sus posibilidades creadoras’. Cadenas ‘hace destilar de las palabras su esencia deslumbrante, colocándolas en el territorio dual del sueño y la vigilia, y haciendo que sus poemas sean una honda expresión de la existencia misma, y del universo poniéndolas también en una dimensión que es a la vez mística y terrenal”[3]. El jurado, presidido por Aurora Gloria Egido Martínez, representante de la Real Academia Española, lo integraron nueve personas, entre ellas la mexicana Mónica Lavín. La ganadora del premio el año pasado, Cristina Peri Rossi, se excusó de participar.
Originario de Barquisimeto, su militancia política lo llevó al destierro entre 1952 y 1956 en la isla Trinidad ya con un libro publicado, Cantos iniciales (1946), al que le han seguido Una isla (1958), Los cuadernos del destierro (1960), Falsas maniobras (1966), Intemperie (1977), Memorial (1977), Amante (1983), Dichos (1992), Gestiones (1993), Sobre abierto (2012), En torno a Basho y otros asuntos (2016) y Contestaciones (2018). Sus obras en prosa son: Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística (1977, 1995), Realidad y literatura (1979), En torno al lenguaje (1985) y Anotaciones (1985). En México y España apareció Obra entera. Poesía y prosa (1958-1995) (2007, 2009), una recopilación bastante representativa de su labor escritural. Ecos en la voz del autor (2011) es un disco con poemas grabados en 2009. Sus traducciones, entre las que destacan las de Robert Graves y sobre todo D.H. Lawrence, están reunidas en El taller de al lado (2005). De 2008 es Habla Walt Whitman, que seleccionó, tradujo y presentó. Como es lógico, textos suyos aparecen en una enorme cantidad de antologías.
José Balza, venezolano también y prologuista de Obra entera, saludó como sigue el otorgamiento de este premio:
Su obra toda traza un arco deslumbrante de imágenes calculadas y sensuales; de exploraciones desnudas sobre el incesante acto de vivir y las hondas formas del vivir. En ella la independencia intelectual del poeta es como un peligroso asomo al mundo, sin sostén. Cultura, tradiciones, novedades parecen no existir ante la voz poderosa que descubre, escribe, devuelve la realidad a su impensable intensidad. Y esos versos, porque lo son, sacuden las apoyaturas previsibles para buscar ritmos ignorados, complejos o simples, que se aproximan con audacia a la prosa común. […] [4]
Simultáneamente y siempre, Cadenas ha elaborado aforismos, ensayos, estudios muy personales (otra vez me refiero a su sintaxis y a su autonomía de pensamiento), aunque el eco de enseñanzas orientales acuda a ellos en algunas zonas.
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Otro coterráneo suyo, Guillermo Sucre (junto a quien recibió un doctorado Honoris causa en 2020), en La máscara, la transparencia, volumen ya clásico, en un largo y minucioso ensayo sobre él, escribió:
…la obra de Rafael Cadenas se inicia con el deslumbramiento ante los poderes verbales y de la imaginación. Pero su ruptura con todo ello se va haciendo más radical. ¿El radicalismo de Cadenas? Quizá no haya nada más sencillo y a un tiempo más complejo. […] Lo que busca es regresar a una relación directa con el mundo y que la palabra sirva a esa relación. Me parece que así lo sugiere en un poema de uno de sus últimos libros: “Voz antigua, / ocultabas la ruta. / Ahora ocupas tu puesto. / Ya no hay conjuro”. Ya no la palabra encantatoria, ni siquiera le mot juste, sino la palabra que ocupa su “puesto”; ya no el mero despojamiento, sino el despeje que abre la verdadera “ruta” hacia lo real. [5]
Ya desde sus primeros poemas se siente el aliento indagador que desarrollaría más tarde, así como los marcados énfasis de la búsqueda de la trascendencia en las realidades vitales:
Vengo de un reino extraño,
vengo de una isla iluminada,
vengo de los ojos de una mujer.
Desciendo por el día pesadamente.
Música perdida me acompaña.
Una pupila cargadora de frutas
se adentra en lo que ve.
Mi fortaleza,
mi última línea,
mi frontera con el vacío
ha caído hoy.[6]
De 1963 es el que quizá es su poema más famoso, Derrota, que da fe de su visión un tanto pesimista sobre la actuación política y existencial que le tocó ejercer. Fruto de una fuerte depresión, el texto se volvió paradigmático para toda una generación marcada por los vaivenes sociales de la época. Cadenas, quien nunca ha creído en mezclar la poesía con la política (“La poesía es todopoderosa e insignificante”, dijo en una entrevista de 2014), se extiende allí en un auténtico manifiesto, tal como lo calificó Juan Gustavo Borda, aunque ahora descree de buena parte de su contenido:
Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos […]
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas estas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil.[7]
El poeta, considerado como referente de la izquierda de su país, ha optado en los últimos años por un simbólico exilio interior desde el inicio de los gobiernos chavistas. En la entrevista citada, afirmó: [La poesía es] “Insignificante porque su influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje. La política vacía de sentido las palabras —democracia, justicia, libertad—, los poetas llaman la atención sobre ese vacío. Las palabras pierden su valor si no se corresponden con la cosa que designan. No es nada nuevo. Confucio lo llamaba ‘rectificación de los nombres’ y eso es un poeta: alguien que rectifica”[8].
Su tratamiento del silencio ha sido progresivamente más profundo, tanto que Sucre lo interpreta de esta manera:
En una época de tantos fetichismos verbales, ¿no revela esto que hay en Cadenas, contra lo que creen muchos de sus críticos, una verdadera pasión del lenguaje, y de su silencio? Insisto, no el callarse sino la palabra silenciosa: la expectativa por reencontrar la intensidad perdida. De ahí que diga en dos pasajes distintos de Memorial, “la palabra no es el sitio del resplandor, pero insistimos, insistimos, nadie sabe por qué”; “un momento separado de todos los momentos tiene años esperándote fuera de los años”. El de Cadenas es un lenguaje no sólo que late, sino que es también latente: siempre está al borde de descubrir el mundo.[9]
El crítico peruano Julio Ortega, por su parte, señala acerca de la derivación de esta poesía hacia el silencio:
… es un tejido hecho de varias voces (arcaicas, internas, luminosas) que trama el hilo cierto del silencio (absorto, lúcido, impertérrito); por eso, dice tanto como calla. Leer a Cadenas es recorrer el entramado (sutil y firme, delicado y tentativo) de un proyecto poético que se arriesga a darle la palabra al silencio.
Como en la paradoja de la mística, en este proyecto se trataría de decir más para que el silencio consiguiente sea una forma del habla; esto es, callar es una plenitud, hablar una ruta convocatoria. Por eso, el poema es una orilla: el nuevo espacio que el lenguaje avanza para albergar a la fuerza del enigma, que no tiene idioma. Entrevisión, el poema es un vestigio: lo enciende el asombro, lo abruma la nostalgia de certeza. En tanto huella, se cumple en la soledad del lenguaje, en su interior deshabitado. En tanto ardor, da cuenta de los poderes de nombrar como de las carencias de figurar: nombrar es recobrar el hilo de la voz, pero es también un largo rodeo, un incumplimiento.[10]
A continuación, se presenta una breve muestra de textos en la que se aprecia esta clara tendencia expresiva y que le ha granjeado a su autor un lugar muy propio en la poesía actual:
Tuve que disentir,
ocultarme,
desaparecer.
Tuve
que ser una disonancia.
Tuve que dejarme ir
a la deriva
sin explicar.
Tuve que esconder
el rostro,
volverme
huidizo,
callar, acallar
(cuando acaso era útil
una simple aclaración).
Se me juzgaba con ley de hombre
pero nunca fui interrogado.
Todo
fue por ti,
y no te he visto.
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir
verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira,
señálame la impostura, restriégame la estafa.
Te lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame,
sacúdeme.
(Intemperie, 1977)
Soy
el que observa,
registra,
anota,
(no tengo
otra tarea).
¿Quién podría
en estos tiempos,
entre tantos escombros?
Me he puesto a tu servicio,
ignoto merodeador.
No sé qué tengo de ti,
un jirón apenas tal vez,
pero me ayuda a estar.
Aunque ignoro qué nos separa
y a quién dirigirme,
me he avezado a este temple;
soy metal dócil en la mano de los días.
(Amante, 1983)
Los que hacen las reglas
no quieren que hablemos
nosotros
sino
las palabras.
Desean
hacernos desaparecer
de la página;
pero no nos resignamos.
Somos viejos actores.
Los poetas
levantan
espléndidas construcciones.
Ninguna acritud.
Sólo templanza.
Sólo la limpia obra.
Sólo el escondido esplendor.
No se engañan;
pero me asombra que sigan
trabajando
en la casa del idioma.
(Gestiones, 1993)
Notas
[1] R. Cadenas, Antología. Caracas, Monte Ávila Editores, 1992, p. 245.
[2] J. Rodríguez Marcos, “El poeta venezolano Rafael Cadenas gana el Premio Cervantes 2022”, en El País, 10 de noviembre de 2022.
[3] “Rafael Cadenas, Premio Cervantes 2022”, en Ministerio de Cultura y Deporte, 10 de noviembre de 2022.
[4] J. Balza, “Rafael Cadenas hoy”, en Letras Libres, 22 de noviembre de 2022.
[5] G. Sucre, La máscara, la transparencia. Ensayos sobre poesía latinoamericana. México, Fondo de Cultura Económica, 1985.
[6] R. Cadenas, op. cit., p. 17.
[7] R. Cadenas, op. cit., pp. 79-80.
[8] J. Rodríguez Marcos, op. cit., ver aquí.
[9] G. Sucre, op. cit.
[10] J. Ortega, “Nota introductoria”, en Rafael Cadenas. México, UNAM, 1995 (Material de lectura, Poesía moderna, 189), p. 3.
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