Los Proverbios se escribieron no para que el autor ganase reputación, ni aumentase su influencia entre sus súbditos, sino para el uso y beneficio de todos los que en todas las edades y lugares se quieran gobernar por estos preceptos.
Un fragmento del 'Comentario expositivo de Proverbios', por Matthew Henry (Editorial Peregrino, 2022). Puede saber más sobre el libro aquí.
PROVERBIOS 1
Bosquejo del capítulo
Los que leen los Salmos de David, especialmente los del final, serían tentados a pensar que la religión es todo arrobamiento y que no consiste en otra cosa sino en éxtasis y embelesos devocionales; y sin duda hay un tiempo para ellos, y si hay un Cielo sobre la tierra es en ellos. Pero, mientras estamos en la tierra, no podemos complacernos completamente con ellos; tenemos una vida que vivir en la carne, debemos tener una conducta en el mundo, y en eso debemos ser ahora enseñados para practicar nuestra religión, que es una cosa racional, y muy útil para el gobierno de la vida humana, y tiende a hacernos tanto prudentes como devotos, tanto a hacer brillar nuestro rostro ante los hombres —en una conducta prudente, honrada y servicial— como a hacer que nuestro corazón se inflame anhelando a Dios con sentimientos santos y piadosos. En este capítulo tenemos:
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I. El título del libro, mostrando su finalidad general y el propósito de esta (cf. vv. 1-6).
II. Su primer principio recomendado a nuestra seria consideración (cf. vv. 7-9).
III. Una advertencia necesaria contra las malas compañías (cf. vv. 10-19).
IV. Una descripción fiel y vívida de los razonamientos de la sabiduría con los hijos de los hombres, y de la ruina cierta de los que hacen oídos sordos a esos razonamientos (cf. vv. 20-33).
El propósito de los Proverbios
Proverbios 1:1-6
Aquí tenemos una introducción a este libro, el cual piensan algunos que fue prologado por el compilador y editor, como Esdras; pero se presupone más bien que fue escrito por el propio Salomón, quien, al comienzo de su libro, establece su propósito al escribirlo, para centrarse en su cometido, y perseguir cuidadosamente ese fin. Aquí se nos dice:
I. Quién escribió estas sabias palabras. Son los proverbios de Salomón (v. 1).
1. Su nombre significa pacífico, y el carácter tanto de su espíritu como de su reinado se correspondió con él: ambos fueron pacíficos. David, cuya vida estuvo llena de aflicciones, escribió un libro devocional; porque: ¿Está alguno […] afligido? Haga oración (Stg 5:13). Salomón, que vivió tranquilamente, escribió un libro de instrucción; porque cuando las iglesias tenían paz […] eran edificadas (Hch 9:31). En tiempos de paz deberíamos aprender, y enseñar a otros, lo que en tiempos de aflicción tanto ellos como nosotros debemos practicar.
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2. Era hijo de David (v. 1); era su honor estar emparentado con aquel buen creyente, y lo reconoció así por una buena razón: porque le fue mejor por ello (cf. 1 R 11:12). Había sido bendecido con una buena educación, y muchas buenas oraciones se habían elevado por él (cf. Sal 72:1), el efecto de las cuales se manifestó en su sabiduría y utilidad. La generación de los rectos es a veces bendita de esta manera (Sal 112:2), porque ellos son hechos bendiciones, bendiciones eminentes, en sus días. A Cristo se le llama a menudo el Hijo de David (Mt 9:27; 12:23; 15:22; 20:31; 21:9,15; etc.), y Salomón fue un símbolo de él en esto —como en otras cosas—, en que abrió en parábolas o proverbios su boca (Mt 13:35).
3. Fue rey de Israel (v. 1); un rey y, sin embargo, no fue menoscabo para él ser un instructor de los indoctos, y un maestro de niños (Ro 2:20); rey de Israel, aquel pueblo en el cual Dios era conocido y su nombre era grande (Sal 76:1); en él aprendió sabiduría, y a él la comunicó. Toda la tierra buscaba a Salomón para oír su sabiduría, la cual era mayor que la de todos los hombres (1 R 4:30; 10:24); era una honra para Israel que su rey fuese tal regidor, tal oráculo. Salomón era famoso por sus apotegmas: cada palabra que decía era importante, así como sorprendente y edificante. Sus siervos que lo acompañaban, y escuchaban su sabiduría, habían recogido, entre ellos, tres mil proverbios suyos (1 R 4:32), que escribieron en sus diarios; pero estos fueron de su propia pluma, y no suman ni siquiera un millar. En estos fue divinamente inspirado. Algunos piensan que algunos otros proverbios suyos, que no fueron inspirados de esta manera, fueron compilados en los libros apócrifos de Eclesiástico y Sabiduría de Salomón, en los que hay muchos dichos excelentes, y de gran utilidad. Pero, aun tomándolos juntos, no hacen justicia en absoluto a este libro. Los emperadores romanos tenían cada uno su símbolo o lema, como tienen ahora muchos en sus escudos de armas. Pero Salomón tenía muchos dichos importantes, no como los de ellos, tomados de otros, sino todos productos de aquella extraordinaria sabiduría con que Dios lo había dotado.
II. Con qué fin se escribieron: no para que el autor ganase reputación, ni aumentase su influencia entre sus súbditos, sino para el uso y beneficio de todos los que en todas las edades y lugares se quieran gobernar por estos preceptos y mediten en ellos cuidadosamente. Este libro nos ayudará:
1. A formar nociones correctas de las cosas, y a dominar nuestras mentes con ideas claras e inequívocas de ellas, para que aprendamos sabiduría e instrucción (v. 2 LBLA), aquella sabiduría que se obtiene mediante la instrucción, mediante la revelación divina, para que aprendamos tanto a hablar como a actuar sabiamente y dar instrucciones a los demás.
2. A distinguir entre la verdad y la falsedad, entre lo bueno y lo malo: Para comprender las palabras de la inteligencia (v. 2 BT), para entenderlas, para juzgarlas, para protegernos contra los errores, y para aplicar lo que nos enseñan a nosotros mismos y a nuestro propio uso, para que podamos discernir las cosas que difieren (Job 6:30) y no seamos embaucados, y para que aprobemos lo mejor y no perdamos el beneficio de ello, como ora el apóstol (Fil 1:10).
3. Para ordenar nuestra conducta correctamente en todas las cosas. Este libro dará, para que podamos recibir instrucción en sabia conducta (v. 3 LBLA), ese conocimiento que guiará nuestra práctica en justicia, juicio, y equidad, lo cual nos dispondrá para dar a todos lo que es debido: a Dios las cosas que son de Dios —en todos los ejercicios de la religión—, y a todos los hombres lo que se debe a los hombres, conforme a las obligaciones por las que —por parentesco, oficio, contrato, o por cualquier otra consideración— estamos subordinados a ellos (cf. Mt 22:21). Adviértase: son verdaderamente sabios —y solo ellos son sabios— los que son fieles en todo; y el propósito de la Escritura es enseñarnos esa sabiduría: Justicia en los deberes de la primera tabla, juicio en los de la segunda tabla, y equidad (esto es, sinceridad), en ambas (según la distinción que hacen algunos).
III. Para uso de quiénes se escribieron. Son de utilidad para todos, pero especialmente están destinados:
1. Para los simples, para darles sagacidad (v. 4). Las instrucciones dadas aquí son claras y sencillas, y adaptadas a la capacidad más humilde: El que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará (Is 35:8); y probablemente recibirán beneficio por medio de ellas los que son conscientes de su propia ignorancia y de su necesidad de ser enseñados y, por tanto, están deseosos de recibir instrucción. Y los que reciben estas instrucciones en su luz y poder, aunque sean simples, de este modo se volverán sagaces, piadosamente astutos para conocer el pecado que han de evitar y el deber que han de hacer, y para escapar de las artimañas del tentador (Ef 4:14). El que es inocente como las palomas al guardar las reglas de Salomón puede llegar a ser astuto como las serpientes (Mt 10:16 LBLA); y el que ha sido pecaminosamente necio, cuando comienza a gobernarse por la Palabra de Dios se vuelve piadosamente sabio.
2. Para los jóvenes, para darles conocimiento y discreción (v. 4 LBLA). La juventud es la edad en que se aprende, se captan las instrucciones, se reciben las impresiones, y se retiene luego lo que se recibe. Es, por tanto, de gran importancia que la mente esté bien atemperada; no puede recibir una mejor influencia que la de los proverbios de Salomón. La juventud es temeraria, obstinada y desconsiderada; el hombre nace como un pollino de asno montés (Job 11:12) y, por tanto, necesita ser domado por las restricciones y controlado por las reglas que encontramos aquí. Y, si los jóvenes atendiesen a sus caminos (Sal 39:1) conforme a los proverbios de Salomón, pronto ganarían el conocimiento y la prudencia de los ancianos. Salomón tenía la mirada puesta en la posteridad al escribir este libro, esperando con él atemperar las mentes de las generaciones venideras con los principios generosos de la sabiduría y la virtud.
IV. Qué buen uso puede hacerse de ellos. Los que son jóvenes y simples pueden, por medio de ellos, ser hechos sabios, y no están excluidos de la escuela de Salomón, como lo estaban de la de Platón. ¿Pero es solo para los tales? No; aquí no hay solo leche para los niños, sino también alimento sólido para los adultos (He 5:13-14 LBLA). Este libro no solo hará sabio y bueno al necio y al malo, sino más sabio y mejor al sabio y al bueno. Y aunque el simple y el joven quizá desprecien esas instrucciones, y no mejoren con ellas, sin embargo, el sabio oirá (v. 5 LBLA). La sabiduría será justificada por sus hijos, aunque no por los muchachos que se sientan en las plazas (Mt 11:16,19). Adviértase: aun los hombres sabios deben escuchar, y no considerarse demasiado sabios para aprender. «Un hombre sabio es consciente de sus propios defectos (plurima ignoro, sed ignorantiam mean non ignoro (soy ignorante de muchas cosas, pero no de mi propia ignorancia)»9; y, por tanto, sigue adelante, para aumentar el saber, saber más y saberlo mejor, más clara e inequívocamente, y saber mejor cómo hacer uso de ello. Mientras vivamos, debemos esforzarnos por crecer en todo conocimiento útil. Era un dicho de uno de los más grandes rabinos: Qui non auget scientiam, amittit de ea (Si nuestro acervo de conocimiento no está aumentando, se está desperdiciando); y los que quieran aumentar en conocimiento deben estudiar las Escrituras; estas hacen perfecto al hombre de Dios (2 Ti 3:16-17). Un hombre sabio, al aumentar en conocimiento, no es solo provechoso para sí mismo, sino también para los demás:
1. Como consejero. Un entendido en estos preceptos de sabiduría, comparándolos entre sí y con sus propias observaciones, obtendrá, gradualmente, consejos sabios (v. 5 BT); tiene la posibilidad de ser exaltado, y será consultado como un oráculo, y se le confiará la administración de los asuntos públicos; vendrá a sentarse al timón (según el significado literal). Adviértase: la diligencia es el camino al honor; y aquellos a quienes Dios ha bendecido con sabiduría deben procurar hacer el bien con ella, según sea su campo. Es más honra ciertamente ser consejero del soberano, pero es más caridad ser consejero de los pobres, como lo fue Job con su sabiduría: Yo era ojos al ciego (Job 29:15).
2. Como intérprete: Para entender proverbio (v. 6). Salomón fue famoso por explicar enigmas y resolver cuestiones difíciles, lo cual era de antiguo el célebre entretenimiento de los soberanos orientales, como lo prueban las soluciones que dio a las preguntas con las que la reina de Sabá pensó que lo desconcertaría (1 R 10:1-3). Ahora aquí se encarga de proporcionar a sus lectores ese talento, en la medida en que sea útil para los mejores fines. «Entenderán proverbio, es decir, declaración, sin la cual el proverbio es una nuez no cascada. Cuando escuchen un dicho sabio, aunque tenga un sentido figurado, lo entenderán, y sabrán cómo hacer uso de él». Las palabras de los sabios son a veces dichos oscuros (v. 6 RVR 1909). En las epístolas de S. Pablo hay cosas difíciles de entender (2 P 3:15-16); pero para los que, estando bien versados en las Escrituras, saben cómo comparar lo espiritual con lo espiritual (1 Co 2:13), serán fáciles y seguras; de modo que, si les preguntáis: ¿Habéis entendido todas estas cosas?, pueden responder: Sí, Señor (Mt 13:58). Es motivo de alabanza para la religión cuando los hombres honrados son hombres sensatos; todos los buenos creyentes, pues, deberían buscar ser inteligentes, y correr de aquí para allá (Dn 12:4; cf. 2 Cr 16:9; Jer 49:3; Jl 2:9; Am 8:12; Zac 4:10 LBLA), y esforzarse en el empleo de los medios, para que su conocimiento aumente (Dn 12:4 LBLA).
9 Cita de David Chytraeus (26 de febrero de 1530 – 25 de junio de 1600), quien fue un teólogo luterano alemán, reformador e historiador. Fue discípulo de Melanchthon. (N. del E.).
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