La vegetación de Israel y de la actual Palestina ha sido alterada a lo largo de los siglos por influencia humana pero todavía es posible reconocer tres ecorregiones principales
Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetación:
hierbas que den semilla,
y árboles frutales que den fruto sobre la tierra según su género,
con su semilla en él. Y fue así. (Gn. 1:11, LBLA)
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La vegetación es el conjunto de plantas silvestres (flora) o cultivadas que crecen sobre el suelo o en un medio acuático. La palabra hebrea que se tradujo en el primer capítulo de Génesis por “hierba verde” o “vegetación”, según las distintas versiones bíblicas, es êseb, עֵ֚שֶׂב.
Se trata del primer producto de la tierra que aparece el tercer día de la creación. Posteriormente se emplea este mismo término en la liberación de Judá del peligro asirio, donde se dice que Dios protegerá a su pueblo y que sus enemigos serán como “hierba del campo, y como hortaliza verde, como heno de los terrados, marchitado antes de su madurez” (2 R. 19:26; Is. 37:27).
Asimismo, la vegetación aparece consumida por la plaga de las langostas que asolaron Egipto y que es recordada poéticamente por el salmista (Sal. 105:35).
La ira del Altísimo ante la idolatría de algunos pueblos, y especialmente del suyo propio, se manifiesta también con frecuencia en la desolación y muerte de la vegetación (Is. 42:15).
El profeta Jeremías le pregunta a Dios: “¿Hasta cuándo estará de luto la tierra y marchita la vegetación de todo el campo?” (Jer. 12:4). No obstante, a pesar de esto, el Nuevo Testamento seguirá reconociendo la vegetación como una gran bendición de Dios para el ser humano y los animales (He. 6:7).
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La distribución de la vegetación en el mundo depende ante todo de factores climáticos pero también del tipo de suelo. Incluso se llega a clasificar los distintos climas de la Tierra en función de la vegetación típica a que dan lugar. De ahí que se hable de selvas, sabanas, junglas, taigas, estepas, desiertos, etc.
No obstante, el término “vegetación” es muy general y no se refiere a ninguna planta en particular ni a ningún ecosistema concreto.
A pesar de lo cual, es tan amplio que puede abarcar las plantas que hay desde las simples praderas de hierba hasta los complejos bosques de secuoyas primitivos, o desde los manglares costeros hasta cultivos humanos como los campos de trigo o los jardines artificiales.
Asimismo, la vegetación se asocia con los hongos para formar los distintos tipos de suelos, creando de esta manera el humus orgánico que los constituye y facilitando el ciclo del carbono en la naturaleza, así como la producción del oxígeno vital.
La vegetación de Tierra Santa está formada por numerosas plantas adaptadas a diferentes ambientes que coexisten en un reducido espacio.
Desde al altitud del monte Hermón (2.814 m), que hace frontera entre Israel, Líbano y Siria, hasta la del Mar Muerto (430 m por debajo del nivel del Mediterráneo), existe una diferencia altitudinal de 3.244 m.
Esto genera una gradación de ambientes climáticos que, a su vez, dan lugar a numerosas formas de vegetación y biotopos en una relativamente reducida superficie. Si se añade la diversidad química de las rocas que forman el subsuelo, se tiene la combinación adecuada para la riqueza de esta vegetación.
Detrás de las dunas costeras existentes a lo largo del litoral mediterráneo de Tierra Santa, abundan actualmente los naranjos, las viñas y los campos de cereales.
Las colinas se llenan en primavera de millones de flores multicolores, algunas de las cuales constituyen endemismos que conviene preservar y otras están poco representadas, como la denominada en inglés egyptian honesty, “honestidad egipcia” (Matthiola tricuspidata) que sólo se encuentra en la costa Galilea.
En dichas colinas también existen formaciones arbustivas de encinas de Palestina, algarrobos y jaras (Cistus sp.). A este conjunto de matorrales y arbustos mediterráneos se le llama en botánica, “maquis” o “maquia”, y es muy denso, sobre todo alrededor del monte Carmelo y en las colinas de Galilea.
El valle del río Jordán forma parte del valle del Rift de Jordania. Tiene poco más de cien kilómetros de longitud y se extiende desde el mar de Galilea hasta la ribera norte del mar Muerto, en el sur, donde desemboca el Jordán.
[photo_footer] Los papiros (Cyperus papyrus) son abundantes en las zonas pantanosas del valle del río Jordán. /Antonio Cruz. [/photo_footer]
Los siguientes 155 kilómetros del rift continúan desde el sur del mar Muerto hasta el golfo de Aqaba por el valle de Arava, que ya no pertenece al valle del río Jordán.
La vegetación de este valle del Rift recuerda la de una espesa jungla que suele aplastarse o disminuir en verano debido al intenso calor.
Junto al Jordán crece una exuberante vegetación que en ocasiones supera los quince metros de altura y está formada principalmente por tamariscos, palmeras, cañas y espinas de Cristo o espina santa (Ziziphus spina-christi), entre otras muchas especies.
[photo_footer] La espina santa o arto es un arbusto caducifolio que presenta pequeñas espinas en la base de las hojas y abunda en el valle del Jordán así como en la costa mediterránea. Según algunos autores, esta planta fue la que se usó para confeccionar la corona de espinas de Jesucristo durante la Pasión. /Antonio Cruz. [/photo_footer]
En la reserva de Hula, al norte de Galilea, junto a la gran variedad de aves acuáticas que se pueden observar, sobre todo en época de migración, abundan las zonas pantanosas colonizadas por una vegetación de papiros y otras plantas amantes del agua.
Mientras que al sur, en los wadis, que son riachuelos o ríos secos del desierto del Neguev, portadores de agua sólo después de las lluvias abundantes, hay arbustos o árboles como diversas especies de acacias con abundantes espinas.
En la temporada de lluvias (de noviembre a marzo) millones de flores y plantas herbáceas tapizan el suelo de estos wadis con múltiples colores.
A modo de conclusión, se puede decir que la vegetación de Israel y de la actual Palestina ha sido alterada a lo largo de los siglos por influencia humana pero, a pesar de todo, todavía es posible reconocer la presencia de tres formaciones o ecorregiones principales. [1]
La primera formada por la garriga y el maquis mediterráneo, la garriga está constituida por arbustos bajos como lavandas, jaras, romero y tomillo, mientras que al maquis lo forman arbustos o pequeños árboles como encinas, brezos, madroños, enebros y mirtos.
La segunda ecorregión la conforman las praderas donde suele pacer el ganado, mientras que la tercera son los bosques más o menos espesos de robles y pinos de hoja perenne.
El diplomático y arqueólogo británico del siglo XIX, Austin Henry Layard (1817-1894), describió, después de viajar por Tierra Santa, cómo era la vegetación que pudo observar en aquel tiempo:
“Desde la cumbre del montículo de Arban, sobre el Khabour, la mirada se pierde sobre una sábana de flores de todos los colores, a cuál más vivo, interrumpida de cuando en cuando por alguna mancha negruzca, que son los innumerables rebaños de ovejas y camellos que pastan en la zona. A lo largo de nuestra estancia en Arban, el color de esta planicie fue cambiando constantemente. Primero era de un amarillo dorado, pero después dominó el color una nueva familia de flores que la tiñó de un rojo escarlata, que desapareció de un día para otro dejando paso a un azul intenso. Los prados, todos ellos verde esmeralda, también estaban jaspeados con diversos matices de colores. Los beduinos me hicieron unas descripciones tan entusiastas de la belleza y fertilidad de las orillas del Khabour que me costaban de creer, pero que se han demostrado absolutamente verdaderas. Los árabes afirman que en el curso del año sus prados se cubren de muchos tipos distintos de hierbas, y las tribus nómadas viajan y se instalan allí durante los meses de verano, en busca de esa vegetación abundante y variada donde pueden encontrar sombra y frescor, y el ganado puede alimentarse de todo tipo de hierba fresca; mientras que sólo unos pocos kilómetros más allá, todo es árido, seco y amarillento.” [3]
1. Goodfellow, P. 2018, Une Histoire Naturelle de la Biblia, Delachaux et Niestlé, Paris, p. 11.
2. Dufour-Dror, J.-M. 2012, Alien Invasive Plants in Israel, Israel Nature and Parks Authority, Jerusalem.
3. Spurgeon, C. H. 2015, El Tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 679.
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