Las famosas vacas de Basán, son comparadas por el profeta Amós con las mujeres ricas de Samaria que “oprimían a los pobres y quebrantaban a los menesterosos”.
Oíd esta palabra, vacas de Basán,
que estáis en el monte de Samaria,
que oprimís a los pobres y quebrantáis a los menesterosos,
que decís a vuestros señores: Traed, y beberemos. (Am. 4:1)
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La vaca es la hembra del toro, un mamífero rumiante artiodáctilo de la familia de los bóvidos. Es un animal doméstico grande de origen euroasiático, famoso sobre todo por su producción de leche y carne.
En la Biblia, se le menciona más de un centenar de veces mediante diversas palabras, tales como parah, פָּרָה, que es el femenino de par, פָּר, (buey o becerro) (Gn. 32:15; 41:2-27; Nm. 19:2-9; 1 S. 6:7-14; Job 21:10; Is. 11:7; Os. 4:16; Am. 4:1); shor, שׁוֹר, que significa “vaca” (Lv. 22:28; Nm. 18:17); baqar, בָּקָר, es vaca joven o ternera (Dt. 32:14; 2 S. 17:29; Ez. 4:15; Is. 7:21); y eglah, עֶגְלָה, que puede traducirse por vaca, ternera o becerra (Gn. 15:9; Dt. 21:3, 4, 6; Is. 7:21; Jer. 46:20; 48:34; Os. 10:5).
La Septuaginta tradujo tales términos hebreos al griego por dámalis, δάμαλις (novilla o becerra) y la Vulgata lo hizo al latín por vacca o vitula.
Israel gozaba en la antigüedad de excelentes pastos para la alimentación del ganado vacuno (Gn. 41:2; Dt. 7:13; 1 S. 6:7). El patriarca Abraham contaba con vacas entre sus ganados (Gn. 12:16; 32:15) que, posteriormente, se empezaron a usar como animales de tiro y para las faenas agrícolas (1 S. 6:7-8; Os. 10:11).
Las vacas se alimentan de forraje, alcanzan la madurez y la fecundidad a los 18 meses y los hebreos se nutrían de su leche, del queso que se hacía con ella, así como de su carne (2 S. 17:29).
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En realidad, el pueblo llano sólo comía carne de vaca o de ternera en ocasiones muy especiales (Gn. 18:7). Lo habitual era el consumo de leche, queso y mantequilla de vaca (Dt. 32:14).
Sin embargo, los gobernantes y los ricos la consumían a diario. Esto se observa en el menú habitual que se preparaba en el palacio de Salomón, que estaba constituido por carnes de ganado vacuno, así como de carneros, aves domésticas y caza (1 R. 4:23)
Las vacas gordas y las flacas simbolizan en el sueño del faraón, relatado en el Antiguo Testamento, la abundancia y la escasez respectivamente (Gn. 41:4, 26-27).
En cambio, las famosas y gruesas vacas de Basán, son comparadas por el profeta Amós con las mujeres ricas de Samaria que “oprimían a los pobres y quebrantaban a los menesterosos” (Am. 4:1).
Las terneras o “vacas alazanas perfectas sobre las que todavía no se había puesto yugo” (Nm. 19:2), es decir, que no habían sido empleadas para el trabajo agrícola, eran las idóneas para ser sacrificadas por la ratificación del pacto entre Dios y Abram (Gn. 15) y también cuando se declaraba al pueblo inocente de algún homicidio por desconocimiento de su autor (Dt. 21:1-9).
De la misma manera, las vacas se ofrecían como ofrenda a Dios en los sacrificios de paz o de acción de gracias (Lv. 3). Asimismo se ofrecía sacrificio de vacas a propósito de ocasiones especiales, como por ejemplo en el agradecimiento al Altísimo por haber hecho que los filisteos devolvieron el arca a los israelitas (1 S. 6).
Las vacas aparecen ya en el arte rupestre del Paleolítico Superior, pues hasta el 60% de las figuras representadas en paredes y techos de cuevas o grutas corresponden a bóvidos y équidos.
Los egipcios adoraban al dios Apis que era un toro sagrado. Los griegos tenían la leyenda del Minotauro, un ser medio hombre y medio toro, hijo de la reina Pasífae y de un bóvido.
Semejante engendro se alimentaba de carne humana y estaba encerrado en un laberinto, hasta que Teseo lo venció y pudo salir de dicho laberinto gracias al hilo que Ariadna le había dado.
En la mitología del norte de Europa se dice que el primer ser vivo, el gigante Ymir, fue alimentado por la vaca primigenia Audhumla, de cuyas ubres salían cuatro ríos de nutritiva leche.
Y, en fin, es sabido que para la cultura hindú, los bovinos son animales sagrados desde el siglo V a.C. ya que serían la encarnación de todos los dioses, por lo que está absolutamente prohibido matar toros o vacas.
Las vacas poseen un campo visual panorámico ya que su alargada pupila les permite tener una visión de unos 300º sin necesidad de mover la cabeza.
Ven bien enfocada la hierba que tienen delante, pues ahí su visión es binocular, pero son miopes para ver los objetos alejados y deben realizar un enfoque adicional ya que tienen dificultad para apreciar los detalles.
Son animales dicromáticos, distinguiendo sobre todo la luz amarillo-verdosa y la azul-purpúrea. La creencia popular de que los toros de lidia se enfurecen al ver el color rojo de las muletas o capotes que portan los toreros es falsa.
Lo que realmente les llama la atención y les excita es el movimiento de tales trapos. Las vacas, y en general los bóvidos, son más sensibles que los humanos a los campos eléctricos y una pequeña carga de 0.7 voltios puede alterar su comportamiento.
De la misma manera, también pueden ser perturbados por los campos magnéticos que generan las ondas de radio y televisión, sobre todo si ha llovido y el aire es muy húmedo. [1]
El genoma de las vacas se parece en un 80% al de los humanos pero, por supuesto, esto no significa que seamos un 80% bovinos sino que todos esos genes que compartimos realizan funciones corporales o fisiológicas similares.
Son herbívoros que se comunican entre sí por medio de olores y feromonas. Pueden reconocerse individualmente por el olor en medio de miles de individuos y además el olfato les permite saber el estado de ánimo de sus congéneres así como el miedo o el estrés.
La posición de la cabeza es un medio de comunicación que expresa también actitudes de sometimiento, alerta, huida o amenaza. Mediante diversos mugidos pueden indicar hambre, sed, sufrimiento, la llamada de un congénere y de una cría, etc.
La cita del profeta Amós que encabeza esta entrada recordaba hace miles de años que cuando la persona decide aumentar su capital abusando de los débiles es como si pisoteara el nombre de Dios y olvidara que la fidelidad al Creador viene determinada precisamente por el amor al hermano débil y por la solidaridad con el pobre.
Amós comparó a las esposas de los comerciantes adinerados de Samaria con las “vacas de Basán” que oprimían a los menesterosos (Am. 4:1) y comerciaban con el hambre humana.
Profetizó que todas las riquezas acumuladas de manera inmoral no podrían ser disfrutadas porque Jehová pronto haría justicia y, en efecto, así ocurrió.
Veintisiete años después de estas predicciones, en el 721 a. C., sus oráculos se cumplieron a rajatabla. Israel fue tomado por el ejército asirio y todo el mundo recordó tristemente las palabras del profeta Amós.
1. Lensink, Joop; Michel Tillie y Hélène Leruste (2006). L'Observation du troupeau bovin: Voir, interpréter, agir (en francés). France Agricole Editions.
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