¿Es entonces Proverbios solamente una especie de manual de conducta para cada situación de la vida? No. Proverbios es un libro centrado en Dios mismo.
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Un fragmento de “Proverbios y Cantares”, de Alberto Arjona, tomo 7 de “La Biblia y su mensaje” (Unión Bíblica, 2015). Puede saber más sobre el libro aquí.
El libro de Proverbios dentro de la literatura sapiencial
Sin duda, como occidentales, tenemos tendencia a la abstracción. Deducir leyes y principios a partir de hechos nos ha resultado enormemente fructífero en el avance de la ciencia y de la tecnología. No es distinto en el campo de la ética y de la moral. Entendemos que los aspectos morales de nuestra conducta no deben ir regidos por reglas concretas sino por principios generales que iluminen cada caso. Justificamos este enfoque también desde la enseñanza del Nuevo Testamento. El propio apóstol Pablo cita: Porque toda la Ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Gá. 5:14; Ro. 13:8-10), en perfecta consonancia con la mismísima enseñanza del Señor (Mt. 7:12, 22:36-40; Lc. 10:27-28).
¿Pero nos es suficiente conocer los grandes principios para caminar seguros por la vida sin cometer errores? Seguramente siempre vamos a necesitar sabios consejos: ¿cómo he de mover mis negocios?, ¿cuándo es mejor hablar o callar?, ¿he de disciplinar a mis hijos o es mejor que desarrollen libremente sin interferencias?... Aquí entra Proverbios. Pero conviene aclarar que el libro de Proverbios no es un libro de recetas; hay una clave común que unifica todos los aspectos de la vida: ¿es sabio o insensato hacer tal o cual cosa?
¿Es entonces Proverbios solamente un libro práctico centrado exclusivamente en el mejor aprovechamiento de nuestras decisiones y acciones, algo así como una especie de manual de conducta para cada situación de la vida? No exactamente. Proverbios es un libro centrado en Dios mismo; o mejor, en cómo Dios quiere que manejemos nuestros asuntos para obedecerle mejor y, en definitiva, ser más felices. El temor de Yahweh constituye precisamente la clave del libro (Pr. 1:7). En Proverbios no hay un contenido desvinculado del conjunto de la Revelación. La ley no faltará al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta (Jer. 18:18). Si bien los profetas reflexionaban sobre los principios de la Ley y si se estaban aplicando o no en la sociedad de su tiempo, advirtiendo de sus consecuencias, los sabios miraban la vida desde el punto de vista de la sabiduría, entendida ésta como la voluntad de Dios en el conducirse de todos aquellos que le buscan.
El nombre del libro de Proverbios puede llevarnos a la falsa idea de que solo sea un libro de refranes, máximas o sentencias. El término hebreo meshalim tiene un significado más amplio. Incluye lo que nosotros entendemos como proverbio, pero además es un género literario que comprende poemas religiosos y morales, oráculos, epigramas, sátiras, enigmas, parábolas, sentencias populares, etc., muchas veces con elementos comparativos, expresados en frases cortas que permitían reforzar el aprendizaje y el recuerdo de su contenido.
La sabiduría en el mundo antiguo y la sabiduría bíblica
Israel no es un caso único de tradición y literatura sapienciales. La propia Biblia alude a la sabiduría de otros pueblos tales como Egipto, Edom, Arabia, Babilonia o Fenicia. Es cierto que mucha de esta sabiduría estaba contaminada por la magia, la superstición y el orgullo, pero seríamos injustos si no valorásemos las inquietudes de algunos de aquellos pueblos por encontrar respuestas a la vida o por establecer observaciones y códigos morales. ¿Qué diferencias hay entre la sabiduría de la tradición literaria de estos pueblos y la que se manifiesta en la Biblia? La fundamental es la concepción de que la sabiduría en su sentido más amplio pertenece solo a Dios (Job 12:13). La Creación, el hombre, la Historia, la perfección del conocimiento, incluso lo que tiene que ver con habilidades naturales o adquiridas, todo ello son dones de gracia en los que se manifiesta la sabiduría divina. De aquí que si bien es cierto que la sabiduría humana está destinada al fracaso por su contaminación con el pecado, también podemos percibir claras manifestaciones de luz dentro del paganismo alejado de la Revelación. Otra diferencia muy importante es que la sabiduría manifestada en la Biblia va a estar libre del error y de la inmoralidad (2 Ti. 3:16-17).
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La sabiduría en Proverbios
Para nosotros sabiduría tiene normalmente que ver con un cuerpo estructurado de conocimientos teóricos, y sabia es aquella persona que se caracteriza por su notable dominio de éstos. En el mundo antiguo la sabiduría tenía mucho más que ver con asuntos prácticos, con el arte de conducirse en la vida, de tener éxito, de planificar correctamente para no encontrarse con sorpresas desagradables.
En el Antiguo Testamento el término khama, traducido habitualmente por sabiduría, puede abarcar la idea de destreza técnica, sagacidad en los negocios, dominio de artes náuticas y, por supuesto, discernimiento para aconsejar, prudencia para gobernar o cordura en las decisiones éticas. Ciñéndonos más específicamente al libro de Proverbios, la diversidad de términos relacionados con la sabiduría nos presenta a ésta como una especie de arco iris en el que podemos apreciar colores, matices e incluso zonas de solapamiento, para expresar la unidad y a la vez su complejidad.
Así tenemos: 1) Instrucción, doctrina o consejo, resaltando el esfuerzo requerido para obtenerla, así como la disposición del carácter y de la mente. La sabiduría no se adquiere a base de un estudio descontextualizado, sino que es imprescindible la labor del que nos advierte, corrige, persuade o disciplina. 2) Conocimiento o comprensión, en el sentido de discernimiento (1 R. 3:9), así como lo entendió Salomón en su petición a Dios. 3) Prudencia o perspicacia, en relación a saber manejar una crisis con éxito, tal como hizo la entendida Abigail en contraste con su necio marido Nabal (1 S. 25:3). 4) Sagacidad e inteligencia positivas, es decir capacidad de planificar correctamente después de haber estudiado la situación (Pr. 22:3). 5) Conocimiento y saber. El sabio conoce la verdad, la experimenta íntimamente. Se trata de la verdad de Dios y por lo tanto dicho conocimiento es inseparable de la piedad. Saber hace referencia al hecho de que la doctrina puede transmitirse o captarse; no es solamente una experiencia subjetiva, sino que hay un cuerpo de conocimientos.
Camino de vida-camino de muerte
No hay neutralidad en el libro de Proverbios. Acudir a la invitación de la sabiduría con interés y disposición es salvación en el sentido más amplio: encontrar a Dios y conducirse acertadamente según su temor. Desoír su llamamiento es ruina, presente y futura. El camino al Seol es fácil y progresivo, consiste en dejarse llevar. Se comienza cerrando los oídos a la sabiduría y el resto viene solo. De aquí que para describir al necio no se use un único término. En la escala de la insensatez aparece en primer lugar el simple, aquel crédulo que, como no tiene finalidad en la vida ni experiencia, se deja engañar por la propia tentación en sí o por otras personas. En grado ascendente nos encontramos con el obstinado, quien nunca acepta la equivocación de sus caminos porque en el fondo no le interesan ni la verdad ni la búsqueda de Dios; el insolente moral, que no solo rechaza todo consejo, sino que se mofa del pecado; el déspota blasfemo, cerrado a Dios y a su prójimo. Por último, nos encontramos con el burlador o escarnecedor, que a lo anterior añade maldad deliberada y a quien Dios mismo le reserva su propia medicina (3:34). En todos ellos existe un vínculo común: la necedad no es una cuestión de capacidad mental sino de actitud.
Fuentes, título, autoría y fecha
El propio texto señala que son varios sus autores. Se menciona a Salomón, Agur y Lemuel, sin pretender que sean los únicos. Así que la expresión los proverbios de Salomón, que da título al libro, es seguramente una expresión del compilador, que le menciona como su autor principal. En algunas secciones los eruditos han destacado paralelismos con un libro sapiencial egipcio, La Enseñanza de Amenemope, que no puede explicarse por coincidencias casuales.
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En el caso de que este documento extrabíblico pudiera haber servido de fuente para algunas partes de Proverbios, en nada afecta a la inspiración de la Palabra. Más bien podríamos comprobar la maravillosa armonía entre el elemento humano y divino en la producción de la Sagrada Escritura.
Si bien la fecha de compilación del texto definitivo puede resultar polémica, el mito de que la literatura sapiencial de Israel es de origen tardío es algo que ya no se sostiene. La evidencia de que el contenido de Proverbios corresponde más al mundo del Israel primitivo que al judaísmo post-exílico, incluso aquellas partes con mayor profundidad ética y doctrinal, es comúnmente aceptada. […]
PROVERBIOS 1:1-7
Para que te vaya bien
Ya hemos establecido que Salomón, “El Pacífico”, no es el único autor de Proverbios, pero sí el referente principal. Es el rey de Israel, el hijo de David, el edificador del Templo. Dotado de una sabiduría especial de parte de Dios, sobrepasó a reyes y sabios de los otros pueblos (1 R. 10:24) e impulsó la literatura sapiencial (1 R. 4:29-34).
Propósito de los proverbios. La preposición “para”, repetida enfáticamente en nuestro texto, no nos deja lugar a dudas. Hay un claro propósito de bendición para los que quieran tenerlos en cuenta. El regalo más apreciado que pueda tenerse en la vida, poseer un conocimiento cierto y obrar en consecuencia, es puesto a disposición del que de veras lo desee. ¿En qué consiste el regalo? Una buena colección de palabras afines (sabiduría, doctrina, razones prudentes, consejo, inteligencia, cordura, sagacidad) se complementan para ayudarnos a ver las deseables dimensiones de la verdadera sabiduría. El conocimiento especulativo puede satisfacer en parte nuestra legítima curiosidad, pero el conocimiento que nos proporciona Proverbios no se queda ahí. Es necesario tener nociones correctas de las cosas (v. 2) para poder obrar en consecuencia, todo ello por nuestro propio bien. La justicia, el juicio y la equidad (v. 3) en el pensar y en el actuar, ni se improvisan ni se obtienen por otros medios aparte de la sabiduría. Por eso es tan valorada. Por otra parte, ¿cómo hemos de distinguir el bien del mal? No siempre es fácil. ¿Es necesario estrellarse para saber que tal camino no es el correcto? La sabiduría, y no nuestras propias opiniones sobre las cosas, nos proporciona un verdadero discernimiento (v. 4). En realidad, se trata de hacer nuestra, nada menos, la experiencia de los sabios.
A quiénes se dirigen. Aunque a todos nos pueden ser muy útiles, se dirigen específicamente a dos grupos de personas especialmente vulnerables: los simples o ingenuos y los jóvenes (vv. 4-5). En los primeros podemos destacar la facilidad para dejarse llevar por las opiniones de los otros, ser crédulo, estar feliz de ser como se es. En los segundos, la vitalidad, impulsividad y falta de experiencia. Ambos podrán beneficiarse con aquello de que están faltos: sagacidad, conocimiento y cordura o reflexión.
También para los sabios (vv. 5-6). El sabio o el entendido nunca es una persona que ya ha llegado a la cima del conocimiento sino uno que ha emprendido el camino de la sabiduría. Fuere cual fuere su saber, siempre va a encontrar en Proverbios nuevos y ricos matices que nunca agotarán la profundidad de la Palabra.
Un lema fundamental (v. 7). No hay verdadera sabiduría sin una correcta relación con Dios. Temer a Dios implica someterse a él, obedecerle, tenerle en cuenta en todos los caminos. La sabiduría divina es revelación, pero está ligada a la actitud piadosa o impía del que la busca. Por eso el insensato (aquí equivalente a insolente moral que rechaza todo consejo y se mofa del pecado) no puede obtenerla.
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