Seres del espacio exterior

En la década de los 70 del siglo pasado todos mirábamos al cielo. Nunca se habían avistado tantos objetos voladores de origen y naturaleza desconocidos, los llamadas ovnis.

Seres inteligentes se agolpaban para merodear por nuestro planeta azul.

Estos visitantes nos estudiaron y muchos paisanos fueron abducidos en sus naves, y de algunos no se supo más de ellos.

Nos dedicamos a examinar nuestro mundo y se encontraron rastros físicos evidentes en la corteza terrestre de la presencia antigua de sujetos con una superioridad no habitual entre humanos.

Esperábamos por fin que alguien objetivo y externo nos narrase el sentido de nuestra existencia. Y tenían que ser más sabios, más poderosos, más pacíficos, más perfectos, más lúcidos, en definitiva, menos humanos.

Seguro, seguro que les hubiéramos hecho caso, estábamos perceptivos, deseosos de escuchar aquel mensaje que resolviese de una vez por todas el destino trágico y el sinsentido de nuestro existir.

Claro, lo que aquella generación no supimos ver, fue que esos seres perfectos tan anhelados ya nos habían visitado hacía siglos y de ellos habían quedado evidencias escritas con mensajes que verdaderamente necesitábamos. Bueno, hay que escucharlos.

¿O acaso no eran venidos del espacio exterior aquellos mensajeros luminosos que sorprendieron a unos pastores en las colinas de Belén el primer día del primer siglo de nuestra era?

Sí, de acuerdo, no se dirigieron a los estamentos de poder, al rey, pero ¿quién se fía del poder?

¿Aún esperaremos otros seres para que nos digan lo mismo? ¿Pero qué dijeron?

“No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”

Sí, ya sabemos todo lo que nos tenían que decir unos supuestos “extraterrestres”.

Ya, ya, no venían en platillo volante, es cierto, hubiera sido más creíble para el hombre tecnológico de hoy, pero todo no viene a pedir de boca.