La lógica del amor

Se dieron todas las circunstancias que pudieran explicar y justificar el fin de la convivencia después de un lustro de vida en pareja.

Dados los tiempos que corren, tampoco habían de ser muchas.

Pero en este caso era claro que habían de acabar así. Él se había dado al juego de las tragaperras y dinero que llegaba a su mano, dinero que se perdía por la ranura de las máquinas. Y claro, al hecho de pasar tanto tiempo en los bares había que sumar el consumo de bebidas casi siempre alcohólicas.

De modo que el dios que se ocupa de separar las parejas, ya que los hombres no pueden, por aquello de “lo que Dios juntó no lo separe el hombre”, pues también se frotó las manos con ellos.

Se separaron, cada cual se buscó la vida por su lado. Él se fue con su madre que todavía vivía y ella más espabilada alquiló un pisito.

Él la ayudó a hacer el traslado al nuevo domicilio, y ella le ayudó con el traslado a casa de la madre. Como se hizo tarde, aquella noche durmieron juntos.

Claro, él había desaprovechado el tiempo para aprender a cocinar mientras convivían, y le pidió a ella que le enseñase algunos platos. Como quiera que se hizo tarde, pues también ella se quedó a dormir aquella noche.

A ella se le estropeó la cisterna del wáter y solicitó auxilio a su ex. Raudo se personó en el pisito y dio solución a aquel problema. Pero como quiera que se hizo tarde, pues también se quedó a dormir aquella noche.

Tan frecuentes fueron los auxilios de uno y otra que prácticamente pasaban los días y las noches juntos.

Formalmente estaban separados, por lo que se propusieron ser coherentes con la categoría vigente de ese estado. Así que dieron conocimiento a familiares y amigos del nuevo parentesco que les unía o les separaba, el de ex.

Llegaron las navidades y pasaron las comidas señaladas con los ex-suegros, con los ex-cuñados, con los ex-sobrinos, con los ex-vecinos de cada una de las familias en la más absoluta cordialidad.

La nueva situación económica hizo que él dejase el vicio de las maquinitas, y compensaba su tiempo libre acompañando a su ex a las compras. Le fue muy útil aconsejándola qué ropa le caía bien porque él procedía de una familia de modistas.

― Un día u otro deberíamos pensar en buscarnos parejas, se nos va a pasar la edad de tener descendencia ―dijo ella.

―  ¡Ah!, pues si me quieres como padre de tus hijos, yo estoy dispuesto.

― Pero, ¿también me ayudarás en la crianza y educación de ellos?

― Bueno, es un poco raro que unos separados estén tan juntos, pero el caso es que nos va mejor la vida de separados que cuando éramos pareja formal.

― ¿Sabes qué? Sigamos formalmente como hasta ahora para romper el embrujo que tanto nos amenazaba de casados.

Y así fue cómo él se mudó a vivir al pisito de ella, pero eso sí, como separados, ¡qué caray!

P.S.: Explicar la lógica del amor al dios de este siglo es como pretender que entienda la noción de infinito una tostadora de pan.