Distancia social

Cristian se sentó en una butaca del cine de su barrio para ver un film de superhéroes. La sala estaba bastante repleta y él vino a parar entre dos personas que no dejaban de comer palomitas.

Al instante empezó a sentir molestias que atribuyó a la ansiedad que tiene diagnosticada. Buscó en los bolsillos alguna pastilla que le calmase para poder ver la película pero no la halló.

Empezó a ponerse nervioso y se planteó volver a casa.

Se levantó apurado y en la premura pisó a varios espectadores de su fila. Llegó hasta la puerta de la sala y notó que le había desaparecido aquella forma de opresión nerviosa.

Como no quería perderse el film, intentó de nuevo volver a su butaca.

Ya sentado le volvieron las molestias, esta vez todavía más fuertes. Definitivamente se fue para casa y pasó lo de antes, saliendo de la sala volvía a estar bien.

Este suceso en apariencia intrascendente generó en él una sospecha.

Cristian tenía una mente científica y se dedicó a investigar la procedencia del malestar ansioso.

Tomando como taller de investigación la sala de cine, en repetidas ocasiones ocupó diferentes butacas más y menos cerca de los espectadores para ver si su estado ansioso se manifestaba o no.

También lo hizo en el tren, en el metro, en lugares de aglomeración pública, etc.

Planteó la hipótesis de que quizá el desencadenante de las molestias ansiosas fuese la proximidad de algunas personas.

Si esto era cierto el descubrimiento sería un bombazo.

Pudiera tratarse de un malestar transmitido desde terceros; de procedencia externa erróneamente atribuido al cuerpo afectado; evitable manteniendo distancia social; ni vírico ni bacteriológico; sin detección microscópica; transferido por presencia cercana.

Consideró sus averiguaciones como empíricas y se propuso defenderlas.

Primero lo habló con conocidos, con amigos y por fin con un epidemiólogo.

―Igual que ocurre con los virus, nos vamos pasando una forma de toxicidad psíquica por proximidad. Mi aportación es que los males psíquicos también proceden de fuera, no hay que hurgar en el cuerpo o en la mente del afectado. Debería actualizarse términos tan antiguos como contaminación, impureza, inmundicia, mácula, vómito, suciedad, mancilla, corrupción, etc. ―le comentó al experto.

Por supuesto al epidemiólogo le sonaba a chino las explicaciones de Cristian que catalogó de subjetivas.

Esto no le desanimó y prefirió continuar guiándose por su intuición.

Desde entonces, cuando se siente mal, cambia discretamente de asiento en el tren, en los espectáculos, en cualquier espacio con aglomeración humana, y su estado ansioso desaparece.

Nadie tiene que ver algo anómalo y además ahora está de suerte porque las autoridades recomiendan la distancia social de dos metros por otros motivos.