Durante la Pascua judía, los israelitas no empleaban levadura para hacer sus panes porque esto les recordaba su apresurada salida de Egipto.
Y guardaréis la fiesta de los panes sin levadura,
porque en este mismo día saqué vuestras huestes de la tierra de Egipto;
por tanto, guardaréis este mandamiento en vuestras generaciones
por costumbre perpetua. (Ex. 12:17)
En realidad, la levadura natural no pertenece al reino animal ni tampoco al vegetal sino al de los hongos. Es un hongo microscópico unicelular que produce enzimas capaces de provocar la fermentación alcohólica de los glúcidos o hidratos de carbono.
No obstante, aunque no sea un animal ni una planta, lo trataremos en esta obra ya que aparece más de 60 veces en la Biblia. Las levaduras o fermentos se clasifican entre los hongos ascomicetos o basidiomicetos, que se caracterizan por dividirse asexualmente mediante la gemación.
A la célula ovoide, le sale una pequeña yema que crece y se separa finalmente de la célula madre para individualizarse. Una de las levaduras más populares es la especie Saccharomyces cerevisiae que realiza la fermentación alcohólica y, por tanto, se usa para producir cerveza, vino, pan, antibióticos, etc.
Las primeras referencias históricas sobre el uso de la levadura para elaborar pan provienen del Antiguo Egipto. Se supone que alguna mezcla de harina y agua con contaminantes naturales pudo fermentar accidentalmente la masa antes de hornearla, como consecuencia de haberla dejado más tiempo de lo habitual en un día cálido.
Lo que resultó de semejante accidente doméstico habría sido un pan más sabroso y ligero que las tortas duras habituales.
En la Escritura, hay varios términos hebreos distintos que se refieren a la levadura y a lo leudado. Se trata de seor, שְׂאֹר, que significa específicamente “levadura” o “fermento” y figura cinco veces en el Antiguo Testamento (Ex. 12:15, 19; 13:7; Lv. 2:11; Dt. 16:4).
Otro término es jamets, הָמֵץ, que se usa para referirse al pan con levadura o ya fermentado. Mientras que existe otra raíz, matstsah, מַצָּה, que indica lo contrario, “dulce” o “carente de levadura” (Lv. 10:12).
Curiosamente, estos tres términos diferentes aparecen juntos en un solo versículo: “Por los siete días se comerán los panes sin levadura (matstsah, מַצָּה), y no se verá contigo nada leudado (jamets, הָמֵץ), ni levadura (seor, שְׂאֹר), en todo tu territorio” (Ex. 13:7).
La palabra hebrea usada para la levadura (seor, שְׂאֹר) se tradujo al griego por zyme, ζύμη y al latín por fermentum.
Los hebreos consideraban que la levadura era una sustancia agria capaz de producir fermentación en la masa del pan. En realidad, la fermentación es la putrefacción de la materia orgánica que libera al ambiente elementos de ésta como el nitrógeno, el fósforo y el azufre.
Hoy sabemos que estos elementos pueden ser de nuevo utilizados por las plantas en el incesante ciclo de la materia en la naturaleza. Sin embargo, en la antigüedad, esta putrefacción era vista negativamente desde el punto de vista religioso y la levadura se entendía como símbolo de corrupción moral.
De ahí que Jesús les dijera a sus discípulos: “guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos” (Mt. 6:6, 11, 12; Mc. 8:15; Lc. 12:1; 13:21; 1 Co. 5:5-8; Gá. 5:9), refiriéndose a la doctrina corrupta y a la actitud hipócrita de estas autoridades religiosas.
Durante la Pascua judía, los israelitas no empleaban levadura para hacer sus panes porque esto les recordaba su apresurada salida de Egipto, en la que no tuvieron tiempo ni para esperar que la masa fermentara (Ex. 12:11; Dt. 16:3).
De la misma manera, el pan insípido sin levadura constituía también un recuerdo de las vicisitudes y aflicciones que pasaron durante su esclavitud en el país del Nilo y posteriormente en el éxodo por el desierto (Ex. 12:34, 39; Dt. 16:3; 1 Co. 5:7, 8).
Asimismo, la levadura estaba prohibida en las ofrendas al Señor (Lv. 2:11; 6:17) ya que todo lo que tocaba se extendía al resto del alimento y quedaba contaminado por la corrupción, que era un símbolo de la influencia del mal en el mundo.
En el Nuevo Testamento, la levadura adquiere un sentido ambivalente. Unas veces (las más) sigue apareciendo como símbolo negativo, mientras que en otras ocasiones se la presenta con carácter positivo.
Comparada con los males de la hipocresía y la corrupción doctrinal de fariseos o saduceos es citada frecuentemente en los evangelios sinópticos (Mt. 13:33;16:6, 11; Mc. 8:15; Lc. 12:1; 13:21).
También el apóstol Pablo se refiere a la necesidad de los creyentes de limpiarse de la “vieja levadura” de la inmoralidad sexual para ser nueva masa sin levadura en Cristo (1 Co. 5:1-8). Así como de la vieja levadura de la circuncisión (Ga. 5:1-15) ya que “un poco de levadura leuda toda la masa”.
No obstante, en la parábola de la levadura, ésta se compara ni más ni menos que con el reino de los cielos (Mt. 13:33) que va desarrollándose lentamente en el mundo, adquiriendo así un claro acento positivo.
El reino de Dios se caracteriza porque, a partir de unos comienzos verdaderamente minúsculos, se pone en marcha todo un proceso de crecimiento que lo transforma en uno de los fenómenos más espectaculares de la historia de la humanidad. Jesucristo tuvo aquí, en esta doble parábola, la audacia de darle una significación completamente opuesta a lo que pensaban sus oyentes.
Les vino a decir que sus pensamientos estaban equivocados porque de algo como una semilla de mostaza, que ellos consideraban insignificante, y de un pequeño trozo de levadura, del que creían que era símbolo de malicia y maldad, el poder de Dios iba a hacer su reino en la tierra. ¡Lo que para vosotros es malo, Dios lo ha considerado bueno!
De igual forma que la semilla de mostaza llega a convertirse en frondoso árbol que da cobijo a las aves, el milagro del amor divino convertirá esta pequeña grey en el pueblo de Dios que transmitirá la salvación a todos los pueblos de la tierra.
De manera parecida a cómo unos pocos gramos de levadura impregnan y modifican toda la masa de harina, un puñado de hombres y mujeres insignificantes llegará a cambiar el mundo.
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