Un nuevo comentario del libro, bastante atípico, construido a partir de los textos exegéticos que lo originaron mediante una reelaboración profunda.
"La apocalíptica es la matriz de la teología cristiana". [1]
Ernst Käsemann
Ante la avalancha de opiniones de tono apocalíptico y fatalista por causa de la pandemia, provenientes de todo tipo de iglesias, comunidades y creyentes, una de las novedades bíblico-teológicas más oportunas y llamativas de los últimos meses es, sin duda alguna, el volumen dedicado por Néstor Míguez al último libro del Nuevo Testamento. Provenientes de los más diversos espacios cristianos, muchos comentarios rayan en lo más excesivo de las interpretaciones bíblicas que ya parecían superadas, pero que ahora se ve que siguen muy vivas. Se afirma, por ejemplo, que la humanidad actual está sufriendo el castigo divino debido a sus pecados sexuales, o que el coronavirus es una plaga enviada como anuncio del fin del mundo. Ideas van y vienen tratando de comprender el acontecimiento que ha venido a trastornar completamente la existencia del mundo. Las visiones más equilibradas y analíticas no reciben la atención que merecen, como las mentes tan preclaras como Slavoj Zizek o Giorgio Agamben, que se han expresado tal como se espera de ellos, con profundidad y una sólida crítica de las mentalidades presentes.
Míguez (nacido en 1948), pastor metodista y actual presidente de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas y profesor jubilado, lleva muchos años escribiendo acerca de los aspectos apocalípticos de algunos documentos del Nuevo Testamento. Su tesis doctoral, “No como los otros, que no tienen esperanza”. Ideología y estrategia del cristianismo paulino en la gentilidad. Lectura sociopolítica de la Primera Carta de Pablo a los Tesalonicenses, es de 1988. Posteriormente ha publicado That you may have life. Encounters with Jesus in the Gospel of John (1989), con José Míguez Bonino (su padre), Métodos exegéticos (1996), con Severino Croatto y René Krüger, Jesús del pueblo. Para una cristología narrativa (2011), Más allá del espíritu imperial (2016), con Joerg Rieger y Jung Mo Sung, así como numerosos artículos y ensayos que permanecen dispersos. Además, ha hecho algunas traducciones, entre las más recientes: Neoliberalismo y derechos humanos (2019), de Jung Mo Sung.
En Juan de Patmos: el visionario y su visión. Una aproximación al Apocalipsis, su autor y sus imágenes (La Aurora, 2019) que se viene a sumar a una sólida tradición de autores latinoamericanos (R. Foulkes, J.L. González, C. Mesters, P. Richard, J. Stam), agrupó varios textos que produjo como tesina en ocasión de revalidar su título de licenciatura en Teología. Explica que, al momento de reordenarlos para tal fin, decidió reformularlos para darles coherencia como un todo, así, el resultado es un nuevo comentario del libro, bastante atípico, construido a partir de los textos exegéticos que lo originaron mediante una reelaboración profunda. Asimismo, la justificación del subtítulo es digna de citarse:
Cuando señalo que es un estudio de las imágenes y de la “imaginación” del autor no estoy descalificando el contenido del libro como algo ficticio. Por el contrario, sostengo que las visiones son un don que no debe despreciarse. Lo que quiero destacar es que el mensaje se transmite a través de imágenes, las que acuden a la mente tanto del autor en su visión como de los receptores al leer (o escuchar) el relato de las mismas. Es que, sin imaginación, además, no hay teología (como no hay ciencia ni arte). La imaginación es una parte sustancial de todo pensamiento y comunicación humana, y también de la divina. Poder pensar en imágenes, poder traducirlas a palabras —como le encarga el ángel a Juan— y poder combinar experiencias distintas para recrear la realidad es necesario para sostener la fe (p. 4, énfasis agregado).
Luego de leer y reflexionar en esta argumentación introductoria, viene a la mente de quien esto escribe el libro de Jacques Ellul, también sobre el Apocalipsis, Arquitectura en movimiento (1975), que alude al carácter dinámico del libro, a su capacidad de proporcionar una mirada poliédrica sobre lo que quiere transmitir. Porque ese poder visual que menciona Míguez y que subraya que también utilizaron los profetas antiguos, Jesús mismo e incluso los enemigos de la fe, es capaz de producir cambios profundos y efectivos: “Imágenes contra imágenes, imaginación del Reino contra la imaginación del Imperio, de eso se trata el Apocalipsis. Sigue siendo la tarea al día de hoy”. Con tan sabias y sugerentes palabras como aperitivo es posible acercarse a esta nueva obra con sobrado interés. El volumen se divide en tres partes: Introducción y planteo hermenéutico; La autocomprensión de Juan de Patmos; La visión en sus imágenes; y Consideraciones finales, además de un excurso: “El tiempo en el Apocalipsis”.
En la primera parte, dividida en dos capítulos, Míguez describe el modo y lugar de la aproximación al texto. En el primero, muestra las tendencias interpretativas actuales y reconoce que en los años recientes se han multiplicado los estudios y ensayos que permiten una mayor profundización en “la teología que subyace a sus figuras, metáforas y visiones” a fin de lograr “cierta recuperación del valor de Apocalipsis como Evangelio, anuncio de esperanza, visión del Reino” (p. 8). Esto es particularmente importante si se trata de superar la interpretación de corte fundamentalista tan cercana a algunos círculos fundamentalistas estadunidenses que insisten en comprenderlo desde la “escatoficción”, como se ha denominado a esa tendencia. Algunas lecturas feministas, a su vez, “descalifican el texto por considerarlo una de las expresiones más lesivas a lo femenino, con un lenguaje fuertemente despectivo hacia la mujer” (p. 9).
Para ir más allá de estas interpretaciones, el autor propone respetar las características de plurivocidad del texto sin imponerle criterios externos que deformen su mensaje o lo “actualicen” arbitrariamente para hacerlo acorde a las ideologías de nuestro tiempo. La dificultad planteada por el lenguaje apocalíptico obliga a “buscar líneas interpretativas que permitan dar cuenta de la cohesión de un conjunto esquivo a un ordenamiento demasiado riguroso” (p. 10). A continuación, pasa revista a las tres interpretaciones de que ha sido objeto Apocalipsis.
Primero, la futurista, la más frecuente en el ambiente evangelical, por las influencias milenaristas, que trata de “detectar en qué momento del drama histórico” nos encontramos, “ubicar los personajes que lo actúan, y predecir entonces el porvenir” (pp. 10-11). Aquí la interpretación produce “diagramas” cronológicos de acontecimientos, tales como el muy conocido “dispensacionalismo”, de triste memoria.
Segundo, la pretérita, que es la tendencia opuesta a la anterior, en la que pueden ubicarse los sucesos descritos con correlato histórico antiguo: tratando de producir un texto eminentemente críptico por el contexto de persecución, “Juan escribe esta especie de ficción cifrada a las comunidades, para ayudarles a entender lo que está en juego y sostenerlas en su fe y testimonio” (p. 12). Pierde con ello la posibilidad de actualizar su mensaje.
Y tercero, precisamente la actualizadora, que “prefiere sus interpretaciones subjetivas […] que destaca el sentido de lucha y búsqueda del Apocalipsis”, es decir, “desde la perspectiva de los oprimidos”. Es, en síntesis, la lectura liberadora que pone el énfasis “en la naturaleza simbólica y poética del lenguaje apocalíptico (mito-poético […]), ven en la Revelación de Juan un mensaje que […] extiende su reserva de sentido para mostrar dimensiones fundamentales del mensaje cristiano en todos los tiempos, siendo la tarea hermenéutica destacar su significado en la actualidad” (pp. 12-13, énfasis agregado). La simplificación excesiva y el concordismo pueden hacer de esta corriente una fuente de actitudes y ensoñaciones poco “aterrizables” en las realidades presentes. No olvida Míguez la interpretación alegórica que ha tenido lugar en distintas situaciones históricas, pero cuya posibilidad práctica parece que ha sido superada, aun cuando hizo aportaciones espirituales importantes. Con todo, no puede negarse su valor y su dinámica hermenéutica. Algo similar ocurre con el carácter fragmentario del texto, que tantos problemas causa a algunos exegetas.
Desde esta plataforma de análisis, el autor afrontará en las páginas siguientes los abordajes al libro desde América Latina de los cuales expondrá y retomará sus matices y derivaciones en un diálogo que puede ser enormemente enriquecedor para los lectores, particularmente en estos días de tanta incertidumbre y ansiedad. La ruta crítica elegida por el autor y la agudeza con que la desarrolla es toda una garantía de seriedad y rigor.
Notas
[1] E. Käsemann, Sobre el tema de la apocalíptica cristiana, en Ensayos exegéticos. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1978 (Biblioteca de estudios bíblicos, 20).
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