Barreto pone nuevamente a debate los esfuerzos que las iglesias evangélicas brasileñas han hecho en pro de disminuir la pobreza, especialmente desde el terreno correspondiente al tema, el de la ética social.
El historiador, así, es alguien que recupera memorias perdidas y las distribuye, como si fuera un sacramento, a aquellos que perdieron la memoria. En verdad, ¿qué mejor sacramento comunitario existe que las memorias de un pasado común, marcadas por la existencia del dolor, del sacrificio y la esperanza? Recoger para distribuir. Él no es sólo un arqueólogo de memorias. Es un sembrador de visiones y de esperanzas.
Rubem Alves, “Las ideas teológicas y sus caminos por los surcos institucionales del protestantismo brasileño” (1981)
El profesor Dr. Raimundo C. Barreto Jr., del Seminario Teológico de Princeton, Nueva Jersey, ha publicado recientemente la segunda edición (revisada y aumentada) de Evangélicos e pobreza no Brasil. Encontros e respostas éticas (São Paulo, Editora Recriar, 2019), libro que está basado en la tesis doctoral (Facing the Poor in Brazil: Toward a Brazilian Evangélico Progressive Social Ethics) que defendió en 2006, bajo la dirección de Mark Taylor, Peter Paris y Luis N. Rivera-Pagán. Previamente, Barreto estudió teología en su país en las Facultades EST, en el Seminario Teológico Bautista del Norte, y en la Universidad Mercer de Atlanta, en donde obtuvo la Maestría en Divinidades. Además, fue profesor en diversas instituciones brasileñas y director del área de Libertad y Justicia de la Alianza Bautista Mundial (2010-2014), con base en Virginia, EU. Desde julio de 2014 es profesor de Cristianismo Mundial en Princeton. Ha escrito una buena cantidad de artículos y ensayos, y ha coordinado varias obras colectivas (entre ellas, Engaging the Jubilee: Freedom and Justice Papers of the Baptist World Alliance (2010- 2015), en 2015, y Cristianismo mundial como religião publica, en 2016), además de que coordina la colección “Cristianismo mundial y religión pública” para la editorial Fortress, en la que ya han aparecido seis volúmenes.
Esta nueva edición, presentada por el Dr. Zwinglio Mota Dias (protagonista de uno de los movimientos estudiados en la obra y teólogo protestante de amplísima trayectoria) pone nuevamente a debate los esfuerzos que las iglesias evangélicas brasileñas han hecho en pro de disminuir la pobreza, especialmente desde el terreno correspondiente al tema, el de la ética social. Las palabras del Dr Dias son muy puntuales para destacar la importancia de este abordaje histórico y teológico a la luz de los problemas sociales por los que sigue atravesando Brasil: “Este es un libro que no puede faltar en la agenda de ningún estudioso de la religiosidad brasileña y, principalmente, de la religiosidad llamada evangélica, entre nosotros, en su Babel de formas y contenidos más que diversificados” (p. 13). Y agrega que esto es más relevante aún, delante del “avasallador crecimiento de las iglesias pentecostales y sus variaciones, así como su penetrante influencia sobre las demás iglesias evangélicas h hasta en algunos sectores del catolicismo”. Los datos más recientes cifran la presencia evangélica en ese país en alrededor de 26 por ciento de la población.
El presentador abunda en la pertinencia del libro de Barreto al señalar que éste ofrece “a la comunidad evangélica del país una promisoria propuesta de diálogo que había sido abandonado hasta cierto punto entre las familias confesionales evangélicas, abriendo pistas para la construcción de un proceso de comunión y colaboración teniendo a la vista la incidencia sociocultural de la gran tradición protestante por medio de una ética social capaz de nutrirse de las varias experiencias acumuladas por las diferentes tradiciones representadas aquí” (énfasis agregado).
Dias ubica el tono y la proyección de esta obra en el horizonte de la recuperación de una tendencia que surgió en Brasil desde los años 50 del siglo pasado y que permitió, por primera vez en mucho tiempo, el acercamiento de sectores católicos y protestantes que en otro tiempo jamás se había logrado y que entonces fue posible gracias al interés común en el cambio social. Varios autores han estudiado ese periodo y han encontrado que la dictadura iniciada en 1964 con el golpe de Estado en contra del presidente João Goulart, influyó de manera decisiva para que esos avances en el campo religioso perdieran la importancia que eventualmente hubieran podido alcanzar. Para Dias, Barreto viene a sumarse a los análisis minuciosos de la forma en que el cristianismo no católico pudo situarse en el contexto sociopolítico del país mediante propuestas concretas de acción inspirada en las exigencias prácticas de la fe, aun antes del surgimiento de posturas más radicales como lo fue la teología de la liberación.
En la presentación se explica, también, que en el volumen “no se trata de buscar una comunión entre las familias confesionales en el vacío” sino de “buscar el encuentro de las diferentes tradiciones en que se dividen las herencias eclesiológicas del protestantismo/evangelismo nacional, en un esfuerzo por elaborar conjuntamente una ética social que ofrezca a las comunidades elementos significativos para su participación en la construcción de la nacionalidad brasileña” (p. 14). La presencia evangélica en Brasil se caracterizó porque las comunidades no fueron capaces de percibir “la naturaleza peculiar y propia de la formación sociocultural brasileña que la distinguía de su congénere estadunidense”. Algo similar ocurrió en casi todos los países latinoamericanos, en los que la herencia misionera impuso una fuerte desconexión de las realidades autóctonas como parte de su empeño por diferenciarse de las mayorías católicas y de hacer sentir, como “fidelidad al Evangelio”, un enorme desapego hacia las exigencias coyunturales en muchos momentos críticos de la historia reciente. El fuerte individualismo protestante ocasionó un distanciamiento radical de los problemas sociales e impuso un ideal ajeno a los acontecimientos políticos que sacudían al país.
Para mostrar las bases de este análisis, Dias cita in extenso a uno de los mayores sociólogos que surgieron del Brasil protestante en el siglo XX, el sociólogo y pastor presbiteriano Antônio Gouvea Mendonça (1992-2007), quien por causa de esta doble formación planteaba inquietantes afirmaciones sobre la vida y misión de los movimientos protestantes/evangélicos:
[el protestantismo brasileño] es el de la Era Misionera, es decir, del periodo de la expansión de los pueblos capitalistas, en que la ideología liberal incentivaba el individualismo y el desempeño como instrumentos de acción social. El mal desempeño del individuo se atribuía al pecado, que no era otra cosa que vivir en desacuerdo con los patrones éticos de la cultura capitalista. La salvación consistía en la conversión de los individuos a tales patrones, esto es, su reajustamiento al modo de vida de la sociedad entendida como cristiana y, por tanto, perfecta. Toda la Biblia era vista como repetidas historias de conversiones. La noción de relación del pueblo de Israel con Dios se perdió; prevaleció la idea de la relación de los individuos con Dios.
Esta perspectiva limitada al individuo, añade Dias, fue la que no permitió el desarrollo de una ética social cristiana, pues marcó no solamente a las llamadas “iglesias de misión” sino también, posteriormente, a las comunidades neopentecostales. La carencia del énfasis ético homogeneizó de manera negativa la presencia de los creyentes en la sociedad brasileña por más de un siglo. Luego de exponer estas percepciones sistemáticas, el presentador concluye señalando cómo el autor del libro muestra los cambios experimentados por la sociedad brasileña, sobre todo a partir del Estado de Excepción, propone discutir las posibilidades de articulación de una ética social progresista que “tomara en cuenta las sugerencias pastorales de Richad Shaull como una interface para el diálogo entre los tres énfasis teológicos que marcan la historia del evangelismo brasileño”. Allí menciona cómo Barreto desarrolla en su libro las tres respuestas clásicas de las familias confesionales al problema de la pobreza: la ecuménica, la evangelical y la pentecostal.
La primera, minoritaria, poco aceptada por los estratos eclesiásticos institucionales, fue articulada por sectores reducidos de las comunidades. La segunda implicó un proceso de toma de conciencia social de sectores más amplios de las iglesias, provocada por la repercusión de la teología de la liberación y las comunidades católicas de base, intentó combinar el tradicional conversionismo evangélico con una acción social más extendida. La religiosidad pentecostal, por último, aceptada de manera mayoritaria por la población, es la que busca aplicar la experiencia carismática a todas las realidades humanas. Con todo ello, finaliza Dias, Barreto se sitúa en la misma línea de Shaull y Waldo César (1922-2007, otro notable sociólogo evangélico, en gran medida inspiración de este libro), quienes tomaron muy en serio la contribución de esta tercera vertiente a fin de comprender la forma en que se ha inculturado en este país la herencia evangélica de una forma, al parecer, irreversible y cómo puede afrontar la inmensa tarea enunciada en el título del trabajo, como parte de “la real encarnación de la herencia evangélica en el universo cultural-religioso del país”(p. 16).
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