Mendigan sus centimitos de cariño cotidiano mientras ignoran que están sentados sobre un enorme yacimiento de amor incondicional.
Por la mañana muy temprano (sí, porque Jasmine, mi personaje de dibujos animados, me espera para nacer en 3D)…
En medio de los sueños…
Atravieso el pueblo dormido. Tras las ventanas entreabiertas, adivino el sueño de sus habitantes. Esta intimidad accidental me enternece. Esas gentes tan preciosas a los ojos de Dios y que no lo saben… como todo el mundo (incluido yo a veces), mendigan sus centimitos de cariño cotidiano mientras ignoran que están sentados sobre un enorme yacimiento de amor incondicional…
Precavidamente, me abro un pasaje entre sus sueños, para desaparecer mejor en un bosque tan profundo como su sueño.
La invitación
En el silencio de este lugar secreto y grandioso, tengo una cita con mi Creador. Como de costumbre, todavía no logro medir las consecuencias de las peticiones que le hago… de lo contrario me lo habría pensado dos veces (¡especialmente esa mañana!):
- Buenos días Señor, tengo una invitación para ti, para nuestro concierto de esta noche ¿vendrás?
Silencio.
(Su silencio me habla… pero no estoy seguro de entender lo que dice.)
La noche
El concierto
Desde el escenario, la vista sobre el borde del lago es preciosa. ¡Mi esposa lanza una canción al público y allá vamos! Apenas dos canciones más tarde sucede algo inimaginable.
Sin previo aviso, un rayo enorme como un flash gigante, clava en el suelo la sombra negra de cada uno. La aparición repentina ilumina todas las nubes con tal fuerza que todos nosotros nos damos cuenta de golpe de la inmensidad del cielo que nos rodea (él, normalmente tan discreto). A kilómetros a la redonda todo ser viviente tiene ahora despierta la conciencia.
El diluvio
Una lluvia torrencial, tan densa como el mismo lago, se abate sobre el público. Presa de pánico irreflexivo, la gente invade las dos o tres carpas convertidas en chiringuitos.
Atiborradas de gente, esos reducidos lugares han roto, en menos de un minuto, todas las barreras que delimitan el espacio de intimidad personal que normalmente solo un ser cercano consigue al precio de años de cariño.
The show must go on
¡El invitado sorpresa!
Por mucho que sea un músico en el escenario cubierto (¡uf, un techo!) solo tengo la impresión de no ser más que un espectador. Y entonces, le reconocí…
Silencio.
Todos esos elementos de la naturaleza desencadenada. Este ambiente eléctrico, esta fuerza… ¡Él está aquí! Es a Él a quien he invitado esta mañana… ¡ha venido! ¡¡¡El Anciano de días, en el origen de los universos, el Creador en persona asiste a mi concierto!!! La consciencia de mis debilidades musicales no hace más que aumentar el honor que se nos hace!
Como un niño tocando con su padre
En respuesta a esos destellos, lanzo un riff de guitarra que a su vez desgarra el cielo sonoro. En ese instante yo toco solo para Él y de todo mi corazón. Salto de alegría y con toda mi fuerza (¡en ritmo!). El trueno que hace temblar el suelo al final de la pieza es el aplauso más grande que haya recibido en toda mi vida.
Un potente soplo, mezclado con gotas de lluvia fresca, acaricia mi rostro y mis ropas ligeras se sacuden al viento. A lo lejos, un centenar de globos se escapan al mismo tiempo llenando de forma mágica un rincón del cielo. Solo nosotros, en el escenario, éramos testigos de ese último espectáculo digno de un cuento fantástico (bueno, también el vendedor).
En pleno centro de la plaza desierta de personas razonables, bajo el aguacero, una mujer en silla de ruedas bate las palmas al ritmo de nuestras canciones. Mucho más que los demás, disfruta a fondo de la vida. Su alegría es tan manifiesta que a través de su sonrisa, percibo su alma. Hay también dos chicas bailando, riendo y empapadas como nunca.
El aterrizaje catastrófico
Una explosión de chispas se escapa del ampli húmedo del segundo guitarrista antes de dar su último suspiro. El chico de la sono en la carpa situada frente al escenario, sin aunque muy meticuloso, alza las dos manos al cielo para dar a entender que se rinde.
- ¡Ya no controlo nada!¡Ya no controlo nada! - Parece decir. Su voz es tapada por nuestra música (¡no tengo ganas de parar!). Nadie sabe gracias a qué milagro técnico esta sigue brotando por todo el recinto.
See you!
Dejo allí un público alucinado, consciente de que un huracán extraño acaba de atravesarles, pero que – yo ya lo sé – no habrá entendido de qué iba la cosa… Al dejar el escenario, saludo de lejos a mi Dios. El ha comprendido mi guiño que significa:
- ¡Hasta mañana en el bosque!
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