El 11 de diciembre pasado se cumplieron cien años del nacimiento de la escritora mexicana Elena Garro.
Para mí lo mexicano es un arrebato religioso, un querer ir ‘hacia arriba’, hacia lo maravilloso. Ya antes de la llegada de los españoles, los mexicanos gozaban de un régimen teocrático y su máxima aspiración era llegar a Dios. Los españoles suplieron a ese gobierno con el esplendor de la Iglesia Católica, en la que los mexicanos encontraron lo que creyeron perdido: belleza, magia, ritos y una jerarquía que abarcaba desde el campesino más anónimo hasta Dios en una escala de valores perfecta.1 E.G.
El 11 de diciembre pasado se cumplieron cien años del nacimiento de la escritora mexicana Elena Garro. Rodeada en buena parte de su vida por la controversia e incomprensión, la grandeza de su obra ha ido imponiéndose progresivamente.
Una edición reciente de su novela Reencuentro de personajes (original de 1982) en España causó enorme revuelo debido al cintillo de presentación que recordó su relación con Octavio Paz (su esposo durante varias décadas) y otros escritores.
El sitio de internet del centro cultural que lleva su nombre en la capital mexicana resume bien los rasgos básicos de su personalidad literaria en una nota no exenta de algunos estereotipos: “Hizo de la libertad su atuendo. Sin importar lo que dijeran otros, luchó por ser autónoma y procuró conservar su autenticidad. Elena Garro, a través de la escritura, exorcizó miedos y tabúes, se liberó de atavismos y, al mismo tiempo, logró otorgar otro matiz a la condición femenina. Pionera del realismo mágico, su obra es un referente indispensable en la literatura mexicana del siglo XX” .
La nota conmemorativa de Babelia es mesurada sin dejar de señalar aspectos álgidos: “Garro hizo posiblemente de su existencia un cuento absurdo, pero dio al mundo una literatura que sólo ahora, en el centenario de su nacimiento, empieza a contemplarse en toda su inmensidad. […] La herida quedará para siempre. También su obra. Con el tiempo, su literatura no ha dejado de extenderse”.2
Periodista, dramaturga, novelista, cuentista y guionista, nació en la ciudad de Puebla, aunque pasó sus años iniciales en Iguala (Guerrero). Fue hija de José Antonio Garro Melendreras, originario de Asturias, y de Esperanza Navarro Benítez, procedente de Chihuahua. Tuvo tres hermanas y un hermano. “De niña era indiferente a las muñecas y amaba los soldados y una historia que veía en las páginas de Pinocho”, rememoró en una entrevista con el crítico Emmanuel Carballo, amigo suyo.
Muchas veces “reconoció que sus años más felices fueron su infancia y su primer lustro de adolescencia, época en la que ya estaban instalados en la Ciudad de México. De esa temporada provienen los cuentos de La semana de colores (1964), ‘en cuyo lirismo es notable la influencia de las voces indígenas que la rodearon de niña en su pueblo’, señala la chilena Gabriela Mora, investigadora literaria, coautora con Lucía Melgar de Elena Garro: lectura múltiple de una personalidad compleja (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2002)”.
Además de las obras mencionadas, Garro escribió: Los recuerdos del porvenir (1963), Testimonios sobre Mariana (1981), La casa junto al río (1983), Y Matarazo no llamó (1991), Inés (1995), Busca mi esquela. Primer amor (1988), Un traje rojo para el duelo (1996), Un corazón en un bote de basura (1996), La vida empieza a las tres (1997), Mi hermanita Magdalena (1998), además de Andamos huyendo Lola (1980), La culpa es de los tlaxcaltecas (1989), El accidente y otros cuentos inéditos (1997), y las obras de teatro: Un hogar sólido (1958), Los perros (1965), El árbol (1967), Felipe Ángeles (1979), La señora en su balcón (1994), Sócrates y los gatos (2003), reunidas en Teatro completo (2016), y Memorias de España (1937) (1992).
El Fondo de Cultura Económica ha publicado en tres tomos sus Obras reunidas. En ocasión del centenario, esta misma editorial dio a conocer Novelas escogidas (1981-1998), selección y prólogo de Geney Beltrán Félix y del mismo autor, Cal y Arena lanzó una Antología, en su colección Esenciales del XX.
Su matrimonio con Octavio Paz que, en efecto, marcó profundamente su vida de escritora, ocurrió poco antes del viaje de ambos a Valencia, en 1937, para participar en el Congreso Intelectuales Antifascistas.3 La unión duraría hasta 1949, aunque el divorcio se consumó 10 años después.
La especialista Patricia Rosas Lopátegui (profesora de la Universidad de Nuevo México, quien le ha dedicado amplios y controversiales volúmenes), apuntó al respecto: “Se dedicó a ser la compañera de Paz. Durante 20 años no desarrolló su proyecto de escritora, creo que aquí es cuando nace esa leyenda negra que ha ensombrecido a Garro, esa falsa percepción de que sin él no hubiera podido escribir. […] Pero el mejor testimonio de que ella siempre escribió son sus diarios y cartas. Escribió, pero no publicó. En sus diarios menciona que Paz le pedía que quemara sus textos y ella escondía algunos. Que le decía que escribía mejor que él y que los quemara. Su hija Helena Paz confirmó estas versiones. Lo cierto es que la relación retrasó su carrera creativa”.4
Años más tarde, Garro afirmaría: “Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra él (…) en la vida no tienes más que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz”.5
Pero como matiza Iván Hernández: “A pesar de las posturas lapidarias y los funestos lances contra su exmarido, la biografía de Elena no se agota en la lucha contra el autor de El mono gramático. Su gran amor, ese que la persiguió con sus misivas por tres continentes, la animó a emprender el camino que cultivó con acierto”.6
Con todo, fue por estímulo de Paz que ella comenzó a escribir, primero para el grupo Poesía en Voz Alta cuando volvieron del extranjero en los años 50 y después, cuando dio a conocer su primera novela, Los recuerdos del porvenir, con la que ganó el Premio Xavier Villaurrutia el mismo año de su publicación. Para él, se trataba de “una de las creaciones más perfectas de la literatura hispanoamericana contemporánea”,7 por lo que no se entienden bien las razones del retraso en su aparición.8 Ambientada en Iguala (aunque con el nombre de Ixtepec), así la resume Rosas Lopátegui:
La saga de los Moncada en busca de libertad creadora; de Julia y Felipe Hurtado, los amantes que no pueden proteger su amor y mueren acribillados por las manos del general Francisco Rosas, el hombre bueno que perdió su destino con el fracaso de la Revolución; de Juan Cariño, el ‘loco’ del pueblo que todos los días limpiaba las calles de Ixtepec y recogía en su viejo y cansado sombrero las palabras que iban aniquilando a sus gentes; la de los indios que ‘vuelven a ocupar su lugar en el pasado’ una vez traicionada la lucha agraria de Emiliano Zapata, todo esto encapsulado con un lenguaje poético de una belleza impar...9
Novela polifónica, en suma, en la que las voces van levantando el edificio de un pueblo completo. Una visión crítica de la realidad del país llena de injusticias bastante afín al universo narrativo de Juan Rulfo, donde también se desdobla todo el ambiente social de los campesinos, lejos de los beneficios tan anunciados de la lucha revolucionaria.
Por ello, difícilmente se puede hablar de “realismo mágico”, una clasificación estética ajena al pensamiento antiguo de las poblaciones ancestrales que la autora fue capaz de traslucir en su relato. La conclusión de Joseph Sommers es lapidaria: “En su interpretación del pasado […] de México, Elena Garro es aún más amargamente crítica que contemporáneos suyos como [Tomás] Mojarro, [Sergio] Galindo, [Carlos] Fuentes, Rosario Castellanos y otros”.10
La afición agraria llevaría a Garro a fuertes problemas con los movimientos sociales en México, especialmente en 1968, cuando fue acusada de ser informante del gobierno, motivo por el comenzó un exilio en España y Francia, del que volvería hasta 1993, cinco años de su muerte. Incomprendida y vilipendiada, su carácter y sus frágiles relaciones personales le granjearon odio y marginación.
Pero poco a poco ha sido revalorado su trabajo literario, por lo que incluso sus críticos más severos no han dejado de reconocer la importancia de sus textos. Publicados bastante tiempo después de su elaboración, fueron construyendo paulatinamente la imagen de una escritora muy completa que, a pesar de su calidad, estuvo oculta durante mucho tiempo, pero que merece ser leída. En esa línea de opinión van las palabras de Christopher Domínguez Michael, una mezcla de admiración y señalamientos feroces:
La grandeza de Garro estuvo en la sublimación de su sufrimiento. Mientras que en los diarios íntimos es abrumadora la evidencia patológica del delirio persecutorio, en las novelas su elevada conciencia artística impone la verdad, postulando la fatal complicidad entre las perseguidas y sus torturadores […] Garro sólo es en apariencia una escritora desordenada y temperamental; su prosa es veloz, descarnada y efectiva, ajena a las metáforas y poseedora de una suprema capacidad para penetrar la realidad y mostrar la soledad, la melancolía y el horror en sus formas más reiterativas y sistemáticas. Por sus novelas, sus cuentos, por su teatro, Elena Garro fue, en mi opinión, la gran escritora mexicana del siglo pasado, la única cuya obra pudo redimir con creces la amargura y el caos de una inteligencia errabunda.11
1 E. Garro, carta del 17 de febrero de 1987, cit. por Guillermo Sheridan, “Una casualidad estilo Elena Garro”, en El Universal, 13 de diciembre de 2016, www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/guillermo-sheridan/cultura/2016/12/13/una-casualidad-estilo-elena-garro.
3 Ángel Gilberto Adame, “La boda de Elena Garro y Octavio Paz”, en Letras Libres, 3 de junio de 2014, www.letraslibres.com/mexico-espana/la-boda-elena-garro-y-octavio-paz.
4 Juan Carlos Talavera, “Elena Garro, centenario”, en Excelsior, www.excelsior.com.mx/expresiones/2016/12/11/1133510.
5 Cit. por Christopher Domínguez Michael, “El asesinato de Elena Garro, de Patricia Rosas Lopátegui”, en Letras Libres, 31 de octubre de 2006, http://www.letraslibres.com/mexico/libros/el-asesinato-elena-garro-patricia-rosas-lopategui
6 I. Hernández, “Elena Garro, la mujer sin paz”, en El Siglo de Torreón, 3 de diciembre de 2016, www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1288200.elena-garro-la-mujer-sin-paz.html.
7 O. Paz, “Novela y provincia”, cit. por Sandra Messinger Cypess, Uncivil wars: Elena Garro, Octavio Paz, and the battle for cultural memory. Austin, Universidad de Texas, 2012, p. 189.
8 Cf. Rafael Cabrera, “El día que rechazaron publicar la obra maestra de Elena Garro”, en Aristegui Noticias, 10 de diciembre de 2016, http://aristeguinoticias.com/1012/mexico/el-dia-que-rechazaron-publicar-la-obra-maestra-de-elena-garro.
9 P. Rosas Lopátegui, “Nuevos recuerdos del porvenir”, en Casa del Tiempo, diciembre-enero de 2011, p. 91, www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/38_39_iv_dic_ene_2011/casa_del_tiempo_eIV_num38_39_91_93.pdf.
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