Un Lego de aminoácidos

Las células de nuestro cuerpo necesitan producir millones de moléculas de proteína cada segundo para mantenernos vivos. Los ribosomas son los orgánulos encargados de realizar este trabajo de manera eficiente. Se podría decir que un ribosoma es como un minúsculo robot que une con precisión los distintos aminoácidos para fabricar proteínas, siguiendo siempre la información que lee simultáneamente en el ácido ribonucleico mensajero (ARNm). Éste, por su parte, ha sido copiado del ADN.

Existen hasta diez millones de estos robots enanos en una sola célula y se sabe que el trabajo de unir aminoácidos lo realizan a una velocidad increíble. En las células humanas, no se ha podido todavía medir con precisión la rapidez a la que trabajan los ribosomas.

Sin embargo, en las bacterias, se ha comprobado que ¡cada ribosoma puede añadir aminoácidos a un ritmo de unos 200 por segundo!

Tengo frente a mí una caja de mis nietos llena de pequeñas piezas del famoso juego del Lego. Me pregunto cuánto tardaría en unir doscientas de ellas, teniendo en cuenta que tendría que elegir entre veinte colores diferentes (hay 20 aminoácidos distintos en las proteínas).

Pues bien, los ribosomas no realizan este trabajo de manera aleatoria sino que colocan cada aminoácido exactamente en el orden correcto en cada fracción de segundo. Una labor precisa y realmente difícil.

¿Alguien puede creer que semejante maquinaria biológica, tan exquisitamente eficiente, se ha construido a sí misma por casualidad, sin ningún tipo de intencionalidad o diseño inteligente previo?

Cuanto más avanza la ciencia, tanto más significativas se hacen aquellas vetustas palabras de San Pablo: Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa (Ro. 1:20).