Hare Krishna

—Me has dicho en nombre de Dios todo lo que tengo que hacer para salvarme y ahora que lo he hecho, ¿eres incapaz de asegurar que soy salvo?

—Eso es algo que solo Dios puede revelar.

—Y todo lo que has dicho hasta ahora en forma de “evangelización”, ¿sí que lo podías decir tú?

—Puedo decir lo revelado, pero solo Dios conoce el corazón del hombre que es engañoso.

—Ya te aseguro yo que le he entregado mi corazón.

—Entonces puedes confiar que te ha salvado.

—Pero, ¿tú pondrías la mano en el fuego por mí?

—No puedo ni debo.

— ¿Por qué?

—Estaría arrogándome el papel divino. Además, está por ver cuál es su disposición soberana en cuanto a ti.

— ¡Ah! ¡Eso no me lo habías dicho! O sea, que me puedo romper los cascos convirtiéndome para que la predestinación vaya por otro lado.

—Tu conducta futura lo dirá todo.

—Entonces, ¿cuál es tu mediación entre Dios y yo?

—Mi misión es convocar las partes para que se entiendan.

—Y entonces desapareces del escenario.

—Si quieres verlo así…

—Pues en mi tierra a eso le llaman “para este viaje no hacían falta alforjas”.

—Eres tú quien al final dirá si eres o no salvo.

—O sea, lo dices todo excepto lo más difícil que me lo dejas para mí.

—Todos lo hemos hecho, pero también es verdad que los hay más o menos hábiles.

—Y esta religión que no acaba de religar, ¿no ha conducido a la desesperación a más de uno?

—Tienes la otra opción que es la omnipresencia mediadora del clero católico.

—No, gracias, antes de encarnar ningún conflicto teológico prefiero ir a los Hare Krishna, que me caen más cerca de casa. Por decir algo.