Sergio Cárdenas dirige, desde, 2005 la Orquesta Sinfónica “Estanislao Mejía”, de la hoy Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Sergio Cárdenas celebró hace pocos meses los 45 años de su primera composición: ocurrió en 1969, al concluir los estudios básicos en el Departamento de Música Sacra del Seminario Teológico Presbiteriano de México. Se trató de un pequeño motete para coro mixto a capella titulado Oh, sálvame, Dios de amor.
Después de eso estudiaría dirección coral en Princeton (Estados Unidos) y dirección orquestal en el Mozarteum, de Salzburgo, Austria, que luego dirigiría (1975-1979). Con menos de 30 años fue titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de México (1979-1984) y fundó la Orquesta Filarmónica del Bajío, luego de Querétaro (1986-1997).
Ha grabado con orquestas de Alemania y Polonia, y dirigido la Orquesta Sinfónica de El Cairo, Egipto. Ha compuesto innumerables obras y ha traducido poemas de Rainer Maria Rilke y de otros autores alemanes contemporáneos.
Sergio Cárdenas dirige, desde 2005, la Orquesta Sinfónica “Estanislao Mejía”, de la hoy Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (www.fam.unam.mx). Además, ha publicado los libros: Estaciones en la música (2000), Un rap para Mozart (2003), Una dimensión no lineal (2010) y Amores idos, inconclusos (2014). Mantiene dos sitios web: www.sergiocardenas.net y www.onomatopeyadeloindecible.blogspot.com.mx.
Pregunta. Estimado Sergio, últimamente has estado muy atareado presentando y dirigiendo diversas obras musicales de gran aliento en espacios académicos y eclesiales. ¿Consideras que el acercamiento entre ambos espacios los beneficia mutuamente?
Respuesta. Considero que una de las experiencias más gratificantes que he tenido, ha sido la colaboración con los jóvenes integrantes del Coro del Seminario Teológico Presbiteriano de México (STPM) en la preparación y exposición pública del oratorio sacro Mesías, de G.F. Haendel.
Lo considero así porque se trató de un periodo de trabajo intenso, edificante y de clara aportación pedagógica a un ensamble que abordaba por primera vez un reto de esa magnitud, un reto que de manera bastante similar también lo fue para los jóvenes integrantes de la Orquesta Sinfónica “Estanislao Mejía”, de la Facultad de Música-UNAM (OSEM-UNAM).
Nuestro interés se centró no en la presentación mercenaria de esa obra tan emblemática que en épocas navideñas es abusada y manoseada con tanta frecuencia (lo vimos casi por doquier en la Ciudad de México en esta temporada), sino con la postura genuina de rescatar la grandeza de su contenido total, tan magistralmente compuesto por Haendel.
Tengo la convicción de que, con esta colaboración, ambas instituciones académicas se beneficiaron de manera mutua. En este contexto, mi agradecimiento y reconocimiento al Director del Coro del STPM, Josué Rojas, por su acertada y diligente colaboración.
P. Sabemos que, para la ejecución del Réquiem, de Verdi, vinieron personas incluso del extranjero. ¿Qué opinas de ese interés por tu trabajo?
R. Supe que personas de Irapuato, Gto., Morelia, Mich., Guadalajara, Jal., Cuernavaca, Mor., y de diversas localidades del Estado de México, así como de la Florida, Estados Unidos, se trasladaron a la Ciudad de México para no perderse las presentaciones de ese Réquiem: ¡qué estímulo tan emotivo saber de la confianza depositada en los cada vez más afianzados esfuerzos de superación de la OSEM-UNAM, pues se trató de un proyecto de nuestra orquesta!
Claro que no hubiera sido posible sin la dedicada colaboración de cinco conjuntos corales que se entregaron con entusiasmo a la preparación y en la exposición de esta obra.
P. ¿Cómo definirías la importancia de dicha obra en el marco del pensamiento doctrinal católico?
R. Con su Réquiem, Verdi quiso rendir homenaje y dejar un monumento para la posteridad a la memoria de un compatriota paradigmático, Manzoni, a quien conoció y quien dejó profunda huella en la historia política de su país. Si bien en no pocas ocasiones Verdi hizo público su rechazo a la manipulación confesional del clero católico de su época, al reflexionar sobre cómo preservar su aportación a la memoria de Manzoni.
Verdi optó por los textos centenarios de la Misa de Réquiem católica, no como manifestación del temor ante el juicio final, que a él le tenía sin cuidado, sino como postura mística ante la vida: “hazlos transitar de la muerte a la vida”, reza el texto al final del Ofertorio, tal y como Verdi hubiera deseado que sucediera con Manzoni.
P. Curiosamente, se ha presentado, también en estos días, Un réquiem alemán, de J. Brahms, acerca del cual has escrito páginas iluminadoras. ¿Qué podrías decirnos de su trasfondo innegablemente protestante?
R. Brahms era un gran conocedor de la Biblia, lo cual queda manifestado en Un réquiem alemán y en sus Motetes. Seguramente que ello fue resultado del contexto protestante en el que creció.
Se trata, en el caso de Un Réquiem Alemán, de una obra teocéntrica en la que la muerte es abordada como lo que nos debe hacer conscientes de la vida, que debemos transitar en justicia y bondad, sabedores de que nuestra vida llegará algún día a su fin y que, entonces, ninguna riqueza acumulada tendrá significado para nosotros, pero nuestra obra podrá trascender de manera significativa.
Por lo demás, Brahms no centra su postura ante la muerte en los horrores del juicio final ni del infierno, sino en la amabilidad de las moradas celestiales en las que habrán de encontrarse las almas de los justos, que eternamente alabarán a Dios.
P. Mozart ha sido una de tus grandes pasiones; eres un conocedor profundo de su obra. ¿Cómo te referirías a su contexto religioso sobre el cual también has escrito en repetidas ocasiones?
R. Habiendo nacido y crecido en un entorno profundamente católico, como hasta la fecha lo es Salzburgo, no nos debe extrañar su muy cercana relación con el ejercicio católico de su religiosidad. Sin embargo, pronto en su vida Mozart se alejó de profesar un confesionalismo a ultranza, sin distanciarse de sus sentimientos ante la divinidad., Lo leemos en varias de sus cartas.
Destaco la que escribió a su padre, desde París, a principios de julio de 1778 (Mozart contaba escasos 22 años de edad) a raíz de la muerte de su madre, quien le acompañó en ese periplo: a su padre Leopold y a su hermana Nannerl, escribe que “…se debían entregar finalmente a la voluntad de Dios y rogar por su inexpugnable y superior sabiduría…”.
No he leído, en ninguna de sus cartas, que Mozart recomiende a su familia o a algún amigo, el que practique confesionalmente su religiosidad asistiendo a misa, comulgando, etcétera. Pero con no poca frecuencia, sin embargo, reafirma su fe y confianza irrestricta en “su Dios”, como él lo llama, dejando claro que esa relación con Dios es un asunto estrictamente personal.
P. Tu formación inicial y tu trabajo musical de larga data han estado marcados por la religiosidad protestante. ¿Qué podrías decir sobre la importancia de ese espacio litúrgico y musical en nuestro país?
R. No mucho. En México hemos contado con algunos, muy pocos, notables músicos de estirpe protestante. De manera lamentable, también poco ha sido su ámbito de influencia, lo que ha devenido en un muy penoso nivel de lo que con frecuencia se presenta en los servicios religiosos protestantes.
Debo decir que, hoy por hoy, eso no es “exclusivo” de las comunidades protestantes. Me parece que ello se debe a la muy pobre preparación de quienes conducen la música en esas comunidades, que sucumben a las presiones mediáticas y a la “exigencia” de las masas de abordar sólo las “musiquitas” más banales y simplonas que nada aportan al espíritu y, menos aún, cuestionan la integridad y desarrollo de ese espíritu.
Violentan, así, los principios cristianos plasmados con tanta plasticidad en la llamada “parábola de los talentos”.
P. Ha sido muy notorio que gracias a la tecnología actual tu obra se está difundiendo más que antes. Desde el espacio académico en que te mueves en nuestro país, la Facultad de Música de la UNAM, ¿percibes que se valora adecuadamente la tradición musical heredera de la Reforma Protestante que está por cumplir 500 años?
R. Si bien la grandiosa aportación al corpus universal de la música de compositores como Heinrich Schütz, Johann Sebastian Bach, Georg Philipp Telemann, Georg Friedrich Haendel, Felix Mendelssohn y otros más, es incuestionable, muy pocos asocian esa aportación como resultado de la Reforma Protestante iniciada por Martín Lutero hace ya casi 500 años.
P. ¿Qué opinión te merece la educación musical que se ofrece actualmente en instituciones ligadas a las iglesias? ¿Piensas que se le da la seriedad y el tratamiento adecuado a la música destinada a la liturgia?
R. Tras un periodo de excesivo uso de las “musiquitas” a las que ya me referí, en el Seminario Teológico Presbiteriano de México se ha iniciado en fechas recientes una suerte de “regreso al camino correcto” en este aspecto. Prueba de ello han sido las presentaciones del oratorio Mesías, ya mencionado.
Me queda claro que “una golondrina no hace verano”, con lo cual quiero decir que falta aún muchísimo por hacer. Pero un primer paso, significativo, ya se dio y, como dicen por ahí, “toda gran marcha empieza con un primer paso”. Celebro que en el STPM se tenga conciencia de ello y del imperativo categórico de mantenerse en esa línea con seriedad.
P. ¿Están surgiendo elementos de calidad en la dirección coral dentro y fuera de las iglesias que las representen con dignidad en nuevos proyectos de colaboración? ¿Qué futuro anticipas para las agrupaciones existentes?
R. Por fortuna, sí. Con quienes he tenido oportunidad de conversar, manifiestan un interés genuino, serio, de superación constante, concientes como están de la pobreza musical imperante.
Las comunidades que han destacado en su actividad musical cualitativa, son aquellas en las que quienes la conducen cuentan con una sólida preparación musical que les permite no caer en lo demagógico ni en el mercenarismo que se sirve de los fenómenos de asociación musical (¡ni siquiera me atrevo a decir: “que se sirve de la música”!) y los “vende” como alabanza cristiana: constituyen insultos a la inteligencia y espíritu humanos y, por lo demás, violentan el espíritu ético cristiano al que supuestamente sirven.
P. Finalmente, háblanos por favor de la obra que estrenarás el 20 de febrero en el Palacio de Bellas Artes, Solo e pensoso, para coro masculino y orquesta de cuerdas, basada en un soneto de Francesco Petrarca.
R. Compuse esta obra en febrero de 2004, en la ciudad alemana de Ansbach, como parte de mi propuesta de trabajo para el Sistema Nacional de Creadores de Arte (FONCA). La sonoridad de grupos vocales masculinos ha sido poco aprovechada/explotada en México, a pesar de ser tan hermosa y con tanto potencial expresivo. En la obra, el ensamble vocal masculino, además de cantar, debe generar diversos efectos vocales no convencionales y tener la capacidad de manejar con seguridad ciertas técnicas recientes de la composición musical, como lo son las técnicas aleatorias. El ensamble vocal y el ensamble instrumental recurren, a lo largo de la obra, a configuraciones melódicas que reflejan la influencia de la música árabe, que escuchaba mucho por aquellos años en los que dirigía la Cairo Symphony Orchestra, en Egipto, todo ello en un contexto contemporáneo de la composición musical, sin abandonar las capacidades expresivas, tanto vocales como instrumentales. La obra se basa en uno de los tantos sonetos (es el número 35) que Petrarca dedicó a su amada Laura. Todo se canta en italiano.
Francesco Petrarca (1304-1374)
Soneto a Laura (XXXV)
Solo e pensoso i più deserti campi
vo mesurando a passi tardi e lenti,
e gli occhi porto per fuggire intenti
ove vestigio uman l’arena stampi.
Altro schermo non trovo che mi scampi
dal manifesto accorger de le genti,
perché negli atti d’alegrezza spenti
di fuor si legge com’io dentro avampi:
sì ch’io mi credo omai che monti et piagge
e fiumi et selve sappian di che tempre
sia la mia vita, ch’è celata altrui.
Ma pur sì aspre vie né sì selvagge
cercar non so ch’Amor non venga sempre
ragionando con meco, et io co·llui.
*
Solo y pensativo, los campos más desiertos
Voy midiendo con pasos retardados y lentos;
Y cargo los ojos de fugitivos intentos
Adonde las huellas humanas marcaron la arena.
No encuentro otro escudo que me proteja
De la manifiesta conciencia de la gente:
Pues en mis actos, desprovistos de alegría,
Se puede leer por fuera cómo ardo por dentro.
Así, ahora creo que los montes, las playas,
Los ríos y las selvas saben de qué temple
Está hecha mi vida, que a otros se esconde.
Y sin embargo, no puedo buscar ni caminos ásperos
Ni salvajes en los que Amor no venga siempre
Razonando conmigo y yo con él.
Traducción: Sergio Cárdenas, © 2004.
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