Esperamos ¿pero vendrá algún día ese cambio? Cansados de promesas huecas y sueños rotos, podemos volvernos cínicos y perder la esperanza. Fragmento de "¿Qué tipo de esperanza? Por qué Jesús lo cambia todo" (Michael Ots, 2015, Andamio)
Un fragmento de "¿Qué tipo de esperanza? Por qué Jesús lo cambia todo", de Michael Ots (2015, Andamio). Puede saber más sobre el libro aquí.
Costó alrededor de 300 millones de dólares y quince años de trabajo. Aun así, Avatar no logró ganar un Óscar. Sin embargo, sí que logró algo sin querer: el Síndrome de Pandora. Tan realista fue su representación en 3D del planeta imaginario Pandora que mucha gente lo percibió como real. Deseaban ser parte de un mundo así y se deprimían al compararlo con nuestra triste realidad.
Quizá no hayas padecido el Síndrome de Pandora, aunque en el fondo muchos de nosotros somos conscientes de que parece que algo falla en este mundo. Confrontados por las noticias diarias así como por las circunstancias de nuestras vidas, muchas veces sentimos que “no debería ser así”. También nos encontramos con que deseamos algo mejor, un mundo que esté libre de dolor, sufrimiento, injusticia y muerte, que son una realidad diaria en este mundo. ¿Pero esa esperanza es un sueño imposible?
El problema que tenemos es que nos damos cuenta de que nos podemos desilusionar porque hay muchas promesas de esperanza que nunca se hacen realidad. Antes de que Barack Obama se convirtiera en el presidente de Estados Unidos, publicó un libro llamado La audacia de la esperanza. Su lema en la campaña electoral fue la frase “Yes, we can!” (¡Sí, podemos!). Aun con todo, si miramos atrás, para muchos todavía se tienen que cumplir las esperanzas que tenían. Las expectativas eran mucho mayores que lo que se ha logrado.
El músico de pop y jazz John Mayer lo explica muy bien en su canción Waiting on the World to Change (Esperando a que el mundo cambie). En ella se lamenta de que nadie le entiende a él y a sus amigos y que no tienen los recursos para levantarse y solucionar lo que está pasando en el mundo; por eso están “esperando a que el mundo cambie”. Estamos esperando, ¿pero vendrá algún día ese cambio? Cansados de promesas huecas y sueños rotos, podemos volvernos cínicos y perder la esperanza.
LA ESPERANZA Y LA BIBLIA
También la Biblia habla de esperanza. No solo una esperanza de que, de algún modo, uno pueda ir más allá de la muerte, sino una esperanza de que todo este mundo pueda volver a ser lo que un día fue (…).
Puede que seas especialmente escéptico en cuanto a lo que la Biblia dice sobre el futuro. Y hay razones para ello.
Los puntos de vista cristianos sobre el futuro dan pie a mucho debate y especulación. Quizá te ha echado para atrás la cantidad de cristianos excéntricos que no paran de predecir la fecha de la venida de Cristo y que luego tienen que predecirla una y otra vez cuando no sucede. Algunas novelas y películas van más allá de lo que la Biblia dice dando la impresión de que los cristianos son una panda de pirados. Como resultado, no es de extrañar que intentemos evitar por completo este tema.
¿Y cómo sabemos que esta esperanza no es también una ilusión, un espejismo cruel destinado a decepcionarnos? ¿Parte de algo más que de meras ilusiones? ¿Cómo sabemos lo que realmente va a ocurrir?
Puede que también sintamos que la esperanza cristiana no sea más que un escapismo de las duras realidades de la vida. A veces se acusa a los cristianos de “tener la cabeza demasiado en el cielo como para usarla en la tierra”. ¿No deberíamos simplemente vivir la vida y aprovechar al máximo lo que tenemos?
TODO IMPORTA
Tenemos que vivir para el futuro, pero es importante recordar qué clase de futuro esperamos. Algunos tal vez piensan que vivir para el futuro significa interesarse solo por cosas supuestamente “espirituales”: cantar canciones, leer la Biblia, ir a la iglesia y evangelizar a otros. Todas las demás actividades pueden verse tan inútiles como ordenar las tumbonas de la cubierta del Titanic.
Si la esperanza cristiana solo consistiera en ir al cielo, esto bien podría ser verdad. Sin embargo, como hemos visto, nuestra esperanza es la de un mundo y unos cuerpos renovados. Eso significa que lo que hacemos en este mundo presente, con estos cuerpos, importa. En el futuro habrá relaciones reales, con los demás y con Dios, así que esas relaciones tienen importancia ahora mismo. Puesto que Dios lo redimirá todo, todo importa. No deberíamos separar lo “espiritual” de lo “físico”. Esta perspectiva cambia por completo la forma en que deberíamos vivir ahora, pero no para que vivamos desconectados del mundo que nos rodea. Al contrario: tener esta esperanza debería llevarnos a involucrarnos más en este mundo y a disfrutarlo aún más. ¿Cómo podemos hacer eso? Vamos a resumir algunos de los aspectos de esa esperanza y ver cómo pueden afectarnos ahora (…).
EL FUTURO COMIENZA HOY
Vivir para el futuro significa aprender a vivir en este mundo presente como lo haremos en la eternidad. Algún día el mundo será transformado, al igual que nosotros, si confiamos en Jesús. Por fin seremos libres, incluso de la tentación de hacer las cosas mal. Realmente seremos las personas que deberíamos ser.
Recuerdo que un amigo mío me dijo que en el futuro, después de que Dios haya hecho todas las cosas nuevas, el mejor cumplido que podrás hacerle a alguien será: “¡No has cambiado mucho!”. No me entiendas mal. No estoy hablando de nuestros cuerpos físicos. Aunque creo que seguiremos siendo reconocibles, igual que lo fue Jesús, nuestros cuerpos cambiarán. Serán librados del deterioro y la muerte, pues nunca volverán a morir. Ese será un cambio radical, y uno que verdaderamente anhelo. Pero, ¿y la persona que soy por dentro? ¿Qué pasa con mi actitud, mis pensamientos y la forma en que trato a los demás? Hoy, debería convertirme cada vez más en lo que un día seré. Dios terminará esa obra algún día, pero quiere empezarla hoy, cambiándome para que llegue a ser la persona que siempre quiso que fuese.
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