Elena es una madre dispuesta a matar por ayudar injustamente a su hijo. Hace unas horas estaba orando por la recuperación de Vladimir y poco después lo asesina. ¿Quién nos gobierna, el amor (bienes espirituales) o el dinero (bien material)?
2011. ELENA
“Mamá, ¿y qué tenemos exactamente?”
En esta ocasión la naturaleza la va a utilizar Zvyagintsev tan solo como portal, para dar paso a lo que nos quiere contar. Las ramas de un árbol que casi conquistan el balcón del piso de Elena, el canto de las aves que despiertan y el cambio de luz que supone el amanecer (será un mismo plano con la secuencia invertida el que cierre el relato), nos recuerda que las ciudades, en este caso Moscú, pero bien podría ser cualquier otra, se han edificado ganando terreno a la naturaleza y nos plantea qué leyes nos gobiernan, si las que ha ido conquistando la llamada civilización, o todavía prevalecen las de la selva.
De la manera en que el director nos presenta a la protagonista, Elena (espléndida Nadezhda Markina), se nos da a entender que quizá no esté en el lugar que le corresponde. Duerme en una cama que tiene más de sofá y la habitación que es su cuarto, parece improvisada. Ella tarda en ponerse en pie, no sabemos si por pereza o aburrimiento. Se peina con desgana. Sus acciones parecen más propias de una sirvienta que de la señora de la casa. Prepara el desayuno e irá a despertar al que suponemos su marido, Vladimir. Desayunan juntos y hablan.
Se irá desvelando que llevan poco tiempo juntos, ella enfermera ya jubilada, el millonario, se conocieron hace un par de años cuando él convaleciente en el hospital fue atendido por Elena. El tiene una hija, se nos quiere dar a entender que “pródiga” y ella un hijo que con su familia vive en una zona de las más humildes de la ciudad, de la que salió la propia Elena, y que se encuentra sin trabajo y lo que es más importante para el devenir de los acontecimientos: con una actitud impropia teniendo en cuenta las circunstancias.
La acción tendrá lugar entre el piso de lujo donde vive Elena, el piso humilde en el que vive su hijo con su esposa y dos hijos y el trayecto que separa un piso del otro, que no es tanto una distancia física como social. De nuevo se muestran inteligentes Zvyagintsev y su guionista Oleg Negin, y no caen en el trazo grueso o generalista. Sin el cuidado pertinente sería fácil caer en el “todos tienen lo que se merecen”, pero lo evitan describiendo un caso concreto que no necesariamente es el del vecino en esos bloques colmena. Sergei, el hijo de Elena, es alcohólico, vago e ingrato. Elena es la que está dándoles dinero para que puedan salir adelante. Sergei es capaz de soltar a su madre que le pide que valore lo que tiene, estando bajo techo, rodeado de sus seres queridos, incluso de un bebé recién nacido y con la nevera llena un demoledor: “mamá, ¿qué tenemos exactamente?”
El hijo mayor de Sergei está en edad de entrar a la universidad, y dependiendo del dinero que tenga para matricularse, podrá optar a estudiar en un buen centro en el que tendrá mejor perspectiva de futuro. Elena le plantea a su marido que lo vuelva ayudar con esto, pero el hombre, que ha trabajado duro toda su vida para tener lo que tiene, entiende que Sergei es quien debe ocuparse de su familia y que en este caso darle dinero no es ayudarle realmente. Elena prefiere tapar de nuevo el agujero, aunque sea pan para hoy y hambre para mañana.
Vladimir va con frecuencia al gimnasio a hacer ejercicio y mientras nada en la piscina, sufre un infarto. Durante su estancia en el hospital vamos a conocer mejor a su hija. La causa de su distanciamiento obedece a su postura existencial, considera que “todo somos malas semillas”, y está intentando ser responsable, lo irresponsable según ella es traer vidas a este mundo, sabes que van a estar enfermos y condenados, puesto que sus padres lo están. Y que no es excusa hacerlo porque lo hacen todos, porque todo tenga un significado superior aparente.
Vladimir sale del hospital y vuelve a casa. No tarda en hablar a Elena sobre su testamento. Decide dejarle a ella una pensión vitalicia y el resto, el piso y todo su dinero, a su hija. Elena insiste en que resuelva el caso de su nieto para que pueda ir a una buena universidad. Ante la negativa de éste y escucharle que “la igualdad y la fraternidad solo se encuentran en el reino de los cielos”, se indigna y toma una decisión drástica: un crimen perfecto.
“Los últimos serán los primeros”
Resulta irónico, teniendo en cuenta como se resuelven los acontecimientos, que una de las cosas que hace Elena mientras Vladimir está ingresado es ir a una iglesia, en la que se siente extraña, y preguntar a qué Santo debe encender una vela si su marido está en el hospital. Es evidente que recurre a la iglesia porque lo ve como una opción más. Lo hace con la misma fe con la que compraría un décimo de lotería. También Elena cita un texto bíblico (Mateo 20:16) “los últimos serán los primeros” justo antes de llevar a cabo su venganza. Saca a relucir un texto que usa Jesús en una de sus parábolas para hablarnos de la gracia y soberanía de Dios, dándole la vuelta a su significado. Ya que justamente ésta parábola de Jesús señala directamente a la actitud.
Elena es una madre dispuesta a matar por ayudar injustamente a su hijo. Hace unas horas estaba orando por la recuperación de Vladimir y poco después lo asesina. ¿Quién nos gobierna, el amor (bienes espirituales) o el dinero (bien material)?. Elena está dando la razón a la hija de Vladimir en cuanto al mal implícito en el ser humano, la enfermedad (pecado) y condenación en la que vive.
Elena se quedará con todo, el piso, el dinero. En una magistral secuencia, se encuentran en la cocina de Sergei, Elena les ha llevado el dinero robado, y se va la luz. Elena coge y aprieta el brazo de su hijo, pero no lo hace por miedo, solo el espectador sabe que está exteriorizando su conciencia, la represión que la está ahogando por dentro. Zvyagintsev es un director que sabe que nunca ocurren las cosas por casualidad y señala la causa y su efecto. Oscuridad, metáfora de una sociedad que vive sin luz, sumida en las tinieblas.
El hijo de Sergei, que ha motivado el homicidio para propiciarle un futuro mejor, sale con su pandilla y acaba en una pelea. Se ceban con él y queda tendido en el suelo. Perfectamente le pueden haber matado, pero Zvyagintsev escoge la esperanza. Vemos como vuelve la luz en unos focos cercanos, y cómo el muchacho se levanta.
Sabemos que el joven va a recibir algo que no hubiera podido obtener por méritos propios. Sabemos que no lo merece. Pero como espectadores, ¿somos capaces de perdonar, aceptar, olvidar, y permitir que siga adelante con su nueva vida? O solo veremos en él la injusticia, la causa, aunque no sea el ejecutor. ¿Le daremos una oportunidad para enmendarse o está condenado a ser un cretino, como su padre?
2014. LEVIATÁN
“Dios está satisfecho”
“Leviatán” está estructurada en dos partes bien diferenciadas. Una primera más convencional, no exenta de interés, pero en la que los mayores logros en cuanto a estilo y personalidad del director dejan paso y otorgan peso a la palabra hablada. En esta primera parte tiene lugar el planteamiento y desarrollo, el más denso de su filmografía, quizás por ello elige ser ágil y evitar así una demora, habitual en él y que sí vuelve a aparecer en el tramo final, que extendería la duración más de lo recomendado. En este primer bloque el Leviatán del título es una referencia clara a la obra homónima del filósofo británico Thomas Hobbes.
Plantea un relato en el que todos luchan contra todos y en el que el hombre es el animal más peligroso para el hombre. Nos sitúa en el mar de Barents, al norte de Rusia, Kolia es un mecánico que tiene una vida tranquila en su casa/taller, situada en un lugar privilegiado en la zona. Una propiedad que es el fruto de toda una vida de trabajo y en la que vive con su segunda mujer, Lylia y su hijo Romka, nacido de una relación anterior. El conflicto está servido cuando un alcalde corrupto quiere apropiarse de ese terreno. Kolia no está interesado en vender y se verá sometido a los métodos ilegales del excelentísimo, teniendo además a la iglesia como cómplice. El Pope con quien se reúne llega a decirle al político para tranquilizarle y justificar sus acciones: “donde hay poder hay fuerza y la fuerza es Dios” y no duda en calmar la conciencia del funcionario con un: Dios está satisfecho”.
De parte de Kolia están Lylia y en principio un abogado amigo suyo que llega desde Moscú con la intención de ganar el caso, pero que finalmente lo único que consigue es provocar aún más a las autoridades y cometer adulterio con su mujer, algo que empujará el trágico desenlace.
“Por qué, Señor”
La segunda parte, más contemplativa, amplía el juego metafórico al que da pie el título y convierte a Kolia en un Job contemporáneo. El libro de Job nos narra las tentaciones (desde el punto de vista del Diablo) o pruebas (desde el punto de vista de Dios) a las que es sometido Job para probar su fidelidad. Kolia, que lleva una vida de espaldas a Dios, al ver cómo se va desintegrando todo lo que ha ido construyendo con esfuerzo: vivienda, relaciones, futuro, etc… no tardará, sometido a incomprensión e impotencia, en dejarse llevar por sus sentimientos, con fatales consecuencias.
La película concluye con un sermón del Pope, en la nueva iglesia, construida en el terreno de Kolia. Un sermón centrado en la Verdad. Con el que Zvyagintsev denuncia la hipocresía de una iglesia, en este caso la ortodoxa, que reclama el monopolio de la Verdad para justificar todos sus actos.
Pero la Verdad no es patrimonio de ninguna iglesia, sino su cabeza y si no se obedece a la cabeza, el cuerpo se desacredita. Jesucristo es la Verdad, enviado por su Padre, que es Amor, y que al aceptar como Salvador y Señor, por medio de su Espíritu nos habilita, gracias a su Gracia y Misericordia, a hacer frente a la adversidad, por dura que ésta sea, sabiendo que todo pasará y quedará como ese esqueleto de ballena (Leviatán), ante el que Romka confuso, llora.
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