Algunos han llamado a este cambio “mutación” o “metamorfosis” pues el término “descristianización” o “desacralización” usados en los años 60-70 para describir la secularización, ya no son significativos. El tiempo del “constantinismo” donde las configuraciones institucionales habían formado un sistema religioso en el que abarcaba las creencias, las prácticas, los comportamientos éticos y los sentimientos, ha entrado en crisis profunda y en un rápido proceso de transformación.
Es un cambio muy parecido al que describe K. Jaspers y que era referido en torno al siglo VI, pero que puede abarcar la historia humana del primer milenio y cuya mutación cultural se ubicaba en zonas geográficas distintas y distantes como podía ser China, India, Persia Grecia o Israel. En estos países han perdurado y se han extendido a todo el mundo las religiones que han tenido su origen en este “tiempo eje”.
En la segunda mitad del siglo XX se opera un cambio, una “metamorfosis de lo sagrado” muy semejante a este “tiempo eje” del primer milenio y que alcanzan aspectos y repercusiones mas complejas para el futuro que lo que supuso la secularización. La secularización con ser la categoría socio-histórica del cambio religioso, no es el único factor influyente en la metamorfosis religiosa. Es cierto que con la secularización se pasó de una situación del monopolio religioso a otra en los que se prima el valor de la persona y el ámbito de la conciencia. La religión ha quedado reducida a la esfera del culto y de las iglesias, siendo la Palabra de Dios, para muchos, como un resto fósil que está en la inercia del lenguaje pero sin que sea Dios el que habla y también los mismos valores inherentes al cristianismo han sido sustituidos, como creencia base, por la ciencia.
Sin embargo, también el fenómeno de la increencia, que en todos los tiempos ha existido pero que en este tiempo actual implica, no aquel “ateísmo” y “materialismo” clásico, sino que “increencia” lo aplicamos a esta actitud de ignorancia y del consiguiente rechazo de Dios. También la increencia actual implica el rechazo del Dios de los cristianos pues el cristianismo se considera un fenómeno histórico ya superado.
Así mismo, otro de los síntomas de esta metamorfosis de lo sagrado, es el declive de las instituciones en algunos aspectos como la ortodoxia de la cual existe una emancipación de los creyentes. El abandono de las prácticas religiosas que en Europa está por debajo del 5 %, el distanciamiento de la moral familiar, sexual y social con las doctrinas fundamentales, y el creer sin pertenecer a la institución religiosa, expresando así la autonomía de la conciencia, son conclusiones unánimes de los sociólogos que manifiestan esta “desregulación institucional del creer”.
Algunos han escrito “que no se entiende que sin fe se pueda seguir adelante” y sostienen que los síntomas depresivos de nuestra sociedad son problemas existenciales y de la esfera de la intimidad.
Nadie se atreve a diagnosticar si depresión y crisis espiritual van ligados. Pero lo que es cierto es que lo vital del hombre es suministrado por la interioridad del ser que suministra su propia respiración y oxígeno. La interioridad es un vínculo sanador y muchos de los sanadores religiosos saben bien de esta realidad. Las enfermedades crónicas se hacen fuertes al olvidar, el ser humano que las padece, las otras fuerzas de la interioridad que son mas poderosas que los bienes materiales y la prosperidad. La necesidad de amar a veces se ahoga en satisfacciones externas y la paz de conciencia, que libra una difícil lucha entre amor y odio, compulsión y ascesis, sale cauterizada en esta lucha de la trascendencia y de la vida. En la depresión el espíritu enmudece y la vida se ausenta porque se siente despreciada, oprimida y encerrada en la oscuridad.
También y cada día con mas frecuencia, se comienza a hablar del fenómeno religioso como objeto posible de un discuerdo científico.
El éxito del libro del Eduardo Punset sobre “El viaje a la felicidad” indica la necesidad de entender la religioso como algo que se puede comprender desde la ciencia.
Decía
Alfredo Fierro, en
Sobre la Religión: “Si el referente directo reverenciado en las actitudes religiosas —sea Dios o los dioses, lo sagrado o el misterio, el absoluto o lo sobrenatural— es objeto solo de creencia, increencia o agnosticismo, pero no de ciencia, las posiciones mismas religiosas constituyen en cambio hechos humanos y sociales, objeto posible de un discurso científico”.
Y es que para muchos sociólogos “el estudio de la religión es una vía de entrada privilegiada (aunque no siempre directa) para el conocimiento y comprensión de muchos fenómenos que afectan a la sociedad en su conjunto, aun de aquellos cuyo sustrato no es específicamente religioso”.
Ya no solo es Max Weber el referente para la reflexión teórica del fenómeno religioso como lo hizo en “Ética calvinista y el espíritu del capitalismo”, sino que existen cada día mas estudios del campo religioso en el que se analizan desde la sociología, psicología y psiquiatría aquellos aspectos de interés y demanda religiosa, producción religiosa, capital religioso, conflicto religioso.
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