“Venga Tu Reino”. Es la segunda petición que se hace en el “Padre nuestro”, en la oración modelo que nos dejó Jesús. Es con Jesús que irrumpe en nuestra historia el Reino de Dios, que no es una referencia metahistórica al más allá, que no se concibe solamente como algo apocalíptico que tenemos que esperar, sino que Jesús nos deja claro que el Reino de Dios con sus valores, valores a los que tanto tiempo invertiría Jesús y tantas explicaciones y parábolas, “ya” está entre nosotros. Un reino de justicia para los desheredados del mundo.
Para comprender el Evangelio a los pobres es muy importante tener en cuenta este “ya” del Reino, el hecho de que los valores del Reino de los que Jesús habló ya están operativos y que a nosotros, como agentes de liberación del Reino, nos compete el sacar al mundo esos valores.
“Venga a nosotros tu reino” y habilita nuestras manos, nuestros pies y nuestra voz, para que podamos acercar ese tu reino a los pobres de la tierra. El Reino de Dios y su justicia.
Es verdad que lo que afirman los teólogos es cierto, que existe un “todavía no”, que el Reino de Dios llegará a su plenitud cuando ya no haya más penas, ni dolor, ni muerte, cuando pasen todas estas primeras cosas, pero, mientras tanto, tenemos la posibilidad, el mandato y la necesidad de actuar siguiendo los valores del Reino. Ellos dan sentido y nos urgen a la puesta en práctica del Evangelio de Dios a los pobres. ¡Venga tu Reino, Señor! Danos gracia y sabiduría para que nadie pueda detener el impulso de la extensión del Reino en medio de un mundo injusto.
¿Qué significa pedir a Dios que se acerque su Reino a nosotros? La instauración del Reino fue el gran proyecto de Jesús en donde estaba englobado el Evangelio de Dios a los pobres. Jesús dedica a la instauración del Reino todas las también llamadas parábolas del Reino donde nos va dejando esas perlas que son los valores con los que hay que configurar el Reino, valores que no siempre son bien entendidos por los cristianos, valores que nos retan y que, muchas veces, nos inquietan por su radicalidad.
Los textos que ayudarán a la instauración del Reino, no son sólo las parábolas que dedica a este su proyecto favorito, sino muchos otros textos de los cuales algunos estamos comentando.
Pedir que el Reino de Dios venga a nosotros, significa que sus valores se hagan operativos en el mundo. Seríamos inconsecuentes si orásemos pidiendo que el Reino de Dios venga a nosotros y luego pasáramos de largo sobre las enseñanzas de Jesús y de los valores propios del Reino. Seríamos necios y mutilaríamos el Evangelio si rogáramos que el Reino de Dios venga y luego pasáramos de largo, de forma inmisericorde, de los injustamente tratados, de los pobres de la tierra. No sólo estaríamos dando la espalda al Evangelio a los pobres, sino a Jesús mismo. Seríamos peor que los impíos.
¿Qué pedimos cuando rogamos que el Reino de Dios se acerque a nosotros, al mundo, a los lugares de conflicto, entre los desheredados de la historia? Estamos pidiendo que los valores marginantes del mundo, los valores injustos, los valores que empobrecen y marginan a más de media humanidad, sean vencidos con los valores que nosotros tenemos que sacar al mundo, los valores del Evangelio que son contravalores y contracultura en relación con los valores mundanos que muchas veces consideramos como buenos.
Así, pues, los valores del Reino, están reñidos con el hecho de que los cristianos y, en su caso, la iglesia, rindan pleitesía a los que más tienen, a los que están instalados en las riquezas de este mundo, están reñidos con los valores que ven la riqueza como prestigio, así como el enriquecerse y llenarse de sabiduría humana llena de contravalores, como el tener, el comer, el beber… como fundamentos del disfrute de la vida.
Cuando decimos
“venga tu reino” nos estamos comprometiendo con la justicia, con
el Reino de Dios y su justicia. Nos estamos comprometiendo con los débiles del mundo, con el contravalor bíblico de que los últimos pasen a ser los primeros, con el hecho de saber que muchos primeros van a ser postreros. Nos estamos comprometiendo con los valores que Jesús nos deja en aquella historia de los trabajadores que nadie quería contratar por ser los más débiles. El Padre nuestro contrata, aunque sea a última hora, pero haciendo una justicia preñada de misericordia: a estos últimos les paga igual que a los fuertes y, además, los primeros. Los valores del Reino son Evangelio de Dios a los pobres de la tierra.
Cuando decimos
“venga tu reino”, cuando oramos así, nos estamos comprometiendo con Jesús en la invitación a los pobres al banquete del Reino, la invitación a los lisiados, marginados y empobrecidos del mundo… con los excluidos de la tierra. Nos estamos comprometiendo con valores que para el mundo son locura. Si horas con sinceridad esta oración modelo, te estás exponiendo a que te cuenten entre los locos de esta tierra, pero una locura que para Dios es sabiduría.
Si oramos o deseamos que esta frase se haga realidad, estamos haciendo contracultura y, de alguna manera, nos obligamos a denunciar la insolidaridad del mundo que impide que se hagan realidad estos valores en el mundo, un mundo insolidarios e injusto en donde muchos oran o rezan el
“Padre nuestro” de forma insolidaria mientras oprimen a sus trabajadores, acumulan o practican el pecado de omisión de la ayuda, intentando burlar así a Dios y siendo inmisericordes con los hombres. Estos no deberían orar nunca con la invocación
“Padre nuestro”. Que se busquen sus propios rituales religiosos.
Al pedir
“venga tu reino”, estamos clamando por solidaridad, amor y justicia en el mundo. Nos estamos disponiendo a seguir las líneas que Jesús marca en su Evangelio a los pobres. Nos estamos comprometiendo como agentes de liberación de los sufrientes del mundo. Si no quieres asumir estos retos, no ores nunca esta oración. Mejor que te calles y adores a tus propios ídolos, sean el dinero, el poder o el aparentar. El orar
“venga tu reino” obliga a vivir según los valores del Reino. Orar así y no vivir estos valores es hipocresía, una traición al Evangelio.
Desear que venga a nosotros el Reino de Dios, significa que estás alineándote o disponiéndote a seguir el Evangelio a los pobres. En última instancia estás pidiendo que en el mundo reine e amor y la paz, la justicia y la misericordia. Justicia y misericordia para con los despojados del mundo.
Señor, si no estamos dispuestos a cumplir con los valores del Reino, a comprometernos con el Evangelio a los pobres, que nuestros labios jamás pronuncien esta oración modelo que tú nos dejaste. Que sea como fuego a nuestros labios y como brasas a nuestro paladar.
Si quieres comentar o