Jesús, el gran defensor de los pobres y de los sufrientes del mundo, el que era capaz de decir a uno de los ricos de este mundo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”, parece que cambia su discurso en este relato del Evangelio de San Juan. Lo hizo como crítica y denuncia de la traición y del deseo de robo de uno de sus discípulos: Judas. Corazón traidor.
El cuadro que contemplamos es el de Lázaro resucitado de los muertos y sentado a la mesa con Jesús. Allí estaban Marta y María. La primera, prototipo del servicio y la segunda, de la escucha y la adoración. María se separa del servicio para hacer un acto de adoración. Quería ungir los pies de Jesús y enjugarlos con sus cabellos. María realizó su acto de adoración. La casa se llenó del olor del perfume, olor que llegó a la nariz de Judas, el ladrón y traidor.
Su mente, la de Judas, comenzó a trabajar. Ese perfume valía mucho dinero. Podría haber caído en la bolsa que él portaba y, así, podría sustraer, robar, algo del valor de aquel precioso perfume. De ahí viene su frase hipócrita, traidora, infame, infiel al Maestro y a sus compañeros los discípulos: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?”. El traidor, ladrón, tomó el nombre de los pobres en vano. Fue un desprecio a los pobres del mundo, los quiso utilizar para sus fines traidores y de latrocinio. Quería aprovecharse de los pobres, robar usando el nombre de los pobres para su propio disfrute, el disfrute amargo de todo ladrón.
Jesús no podía ponerse en línea con Judas, conociendo su corazón engañoso y traidor. En este caso Jesús no podía decir, tiene razón Judas, se podría haber vendido este perfume y dado a los pobres... porque se trataba de un engaño, de una traición. Jesús le dice a Judas un imperativo: “Déjala”. No perturbes a esta mujer usando el nombre de los pobres para tu propio latrocinio. “Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto”, dijo Jesús al discípulo traidor.
Jesús debió sufrir mucho en ese contexto de robo tomando el nombre de los pobres en vano, en ese contexto de traición, de mentira, de dureza del corazón, de perversión por conseguir riquezas, de adoración de uno de sus discípulos al dios Mamón, al dios de las riquezas.
Jesús estaba ante un icono traidor de los que después se repetirían muchos en el mundo. Ladrones y despojadores de palabras dulces para con los pobres, pero palabras mentirosas y falsas. Jesús estaba contemplando algo que, después, y a lo largo del tiempo, se repetiría en la historia de la humanidad. Los ladrones que guardan en sus bolsas lo que pertenece a los pobres. Bolsas de injustos, acumuladores y desequilibradores del mundo.
Jesús ante esa imagen de un Judas que se repetiría en la historia, ante la dureza del corazón del hombre que es capaz de acumular mintiendo y dejando en la estacada a tantos robados de bienes y de dignidad, se dio cuenta de lo que ocurriría cuando Él se marchara, cuando dejara solos a sus discípulos. Los valores del Reino que “ya” estaban entre nosotros, como dijo Jesús, tardarían en cambiar la historia, los corazones de los ladrones, despojadores y traidores. Nos deberíamos mover en el “ya” pero también el “todavía no” del Reino hasta que éste se estableciera en plenitud.
El corazón de Jesús se quedó triste ante el gesto ladrón de Judas, ante su hipocresía y traición, prototipo de los Judas que después deberían deambular por la tierra. La traición, la hipocresía, el robo, el corazón duro y la falta de solidaridad y de amor para con los pobres, hacen que Jesús acepte ese perfume derramado a sus pies. Antes esto que la traición y el robo en nombre de los pobres. Jesús no quería contraponer el gesto de María gastando ese perfume para ungirle con lo que se debería haber gastado para ayudar a los pobres. Pensamiento traidor de la mente de Judas que, ni por asomo, estaba pensando en ayudar a sus prójimos empobrecidos.
La tristeza de Jesús llega a lo sumo, conociendo el corazón de Judas. Dice el Evangelio, ante la frase de Judas de que se podría haber vendido este perfume y dado a los pobres: “Pero dijo esto, no porque se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella”. Esto lo veía Jesús. Jesús sufría. Su mente ya se prolongaba también a lo largo de la historia contemplando a los futuros Judas del mundo, los futuros traidores a Dios y a los pobres, los hipócritas acumuladores y despojadores de haciendas y de dignidad.
Probablemente un halo de tristeza inundó el rostro de Jesús. Su corazón permanecía encogido ante la traición del hombre contra el hombre, ante ese icono del robo y el despojo que era Judas. Su voz, como si sonara a algo tremendo, terriblemente grave e inevitable por los corazones judas que poblaban e iban a seguir poblando la tierra, exclamó: “A los pobres siempre los tendréis con vosotros”. Es el resultado de la traición y del robo, de la dureza y falsedad de tantos corazones judas que han de poblar el mundo.
Algunos dicen que Jesús instituyó con esta frase la pobreza en el mundo. Nada más incierto e incorrecto. Esta frase simboliza la traición del hombre contra el hombre, el despojo de los fuertes sobre los débiles, un escándalo y vergüenza humana inevitable por ese corazón traidor y ladrón de Judas que era el símbolo, el incono y la viva imagen de tantos corazones judas que habrían de poblar la tierra.
Los resultados de los corazones judas y traidores que pueblan el mundo, se ven hoy claramente en una humanidad en la que el ochenta por ciento está en la pobreza. Les han robado, traicionado y dejado tirados al lado del camino.
Señor, nosotros queremos sentir contigo, entender tu tristeza y sufrimiento... pero queremos ser tus seguidores que, a pesar del “todavía no” del Reino, vayamos ganando parcelas a los traidores judas de nuestra historia y liberando a personas de la sinrazón de la pobreza y el despojo. Ayuda a tu pueblo para que, apartados de ese corazón traidor, se entreguen al servicio de los pobres y clamen por justicias... hasta que tú vengas y los valores del Reino sean implantados en plenitud.
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