Muchas veces no nos damos cuenta de estos pasajes que nos hablan de que la ausencia de preocupación por los pobres de la tierra, la ausencia del deseo de justicia, del deseo de acogida de los pobres y de la falta de lucha por su liberación, es señal de que no avanzamos en la instauración del reino de Dios en la tierra.
La ausencia de preocupación por los pobres de la tierra, es una forma solapada de negar los valores del Reino, de pisarlos, de hollarlos con las plantas de nuestros pies.
Así, en un mundo donde se da una pobreza que abarca a más de media humanidad, se está produciendo una burda negación de los valores del Reino ante la pasividad y apatía de muchos que se llaman seguidores de Jesús. Se pisotean los valores del Reino ante la presencia de cruces, templos y sacristías... ante la práctica de alabanzas vanas que no llegan a los oídos de Dios.
Cuando contemplamos el mundo sumido en pobreza, las cifras que nos hablan de que el ochenta por ciento, en mayor o menor medida, está sumido en la pobreza hasta llegar a los hambrientos de la tierra; cuando vemos las grandes masas de población sin acceso a casi nada, como sobrantes humanos, deberíamos darnos cuenta que eso nos habla de la lejanía que existe de los valores del reino de Dios en la tierra. Un clamor por los valores y justicia del Reino nos llevaría al compromiso con los pobres.
La presencia de los pobres de la tierra, de los injustamente tratados, de los acumuladores del mundo y de los que hacen violencia con tanta injusticia y desigual redistribución de los bienes de la tierra entre todos, está anunciando que el reino de Dios y sus valores están siendo negados en la tierra, lanzados al sucio rincón de los olvidos. El laceramiento de los pobres está anunciando que tanta pobreza está frenando la instauración del reino de Dios en la tierra, que está avalando, de forma escandalosa, el “todavía no” del Reino, que los cristianos no están viviendo con autenticidad la espiritualidad cristiana, que su espiritualidad, al estar de espaldas a la liberación de los pobres y a los auténticos valores del Reino, es una espiritualidad vacía que frena el avance del Reino de Dios en el mundo.
Es la tragedia del mundo hoy. La falta de cristianos que vivan los valores del Reino en la medida y dimensión que Jesús quiere que lo vivan sus seguidores, está dificultando el avance del Reino de Dios en la tierra, la evangelización… la autenticidad del cristianismo. Las formas insolidarias de vivir el cristianismo van en contra del modelo de cristianismo que nos dejó Jesús. Las insolidaridad y el cristianismo vivido de espaldas al grito y a las angustias de los pobres, es un NO rotundo al avance del Reino de Dios en la tierra, es como pisar estos valores, pues nadie puede ser neutral.
El estar de espaldas a la realidad lacerante de los pobres, aunque nos rompamos las gargantas en gritos de alabanza insolidaria, están frenando la expansión de los valores del reino en el mundo, están negando fría e insolidariamente los valores que Jesús nos trajo, los están enterrando bajo tierra.
Mientras Dios está con los pobres de la tierra, en los lugares de conflicto, con esas poblaciones que parecen un sobrante humano sin acceso al trabajo ni a la correcta alimentación, mientras Dios sigue sufriendo con los pobres de la tierra e identificados con ellos, los valores del Reino que nos trajo Jesús están ahí aparcados por la insolidaridad con la que se vive el cristianismo.
Los cristianos en el mundo hoy, en general, no están trabajando con intensidad por la extensión de los valores del Reino que son rehabilitadores de los pobres, liberadores y que hacen que los últimos pasen a ser los primeros. Parece que las parábolas del Reino, con su trastoque de valores, no se conocen. Parece como si sus seguidores no fueran hijos del Padre que envió a Jesús para identificarse con los pobres y oprimidos de la tierra como muestra en su programa, su forma de vida, su enseñanza y sus estilos y prioridades.
La presencia de los pobres en el mundo, que son legión, el hecho de que la sima entre pobres cada vez más pobres y ricos cada vez más ricos sea hoy una realidad incontrovertible, ante el silencio de tantos cristianos recluidos en sus templos, muestra que el Reino de Dios no se está acercando al mundo, no se está acercando a los pobres. Pareciera que el avance del Reino está paralizado.
Los pobres, con su presencia en indigencia y pobreza, con su pérdida de dignidad robada, con su permanecer tirados y apaleados al lado del camino, están gritando que el Reino de Dios está siendo frenado y que sus valores no se están poniendo en práctica. Los pobres son el grito de Dios que anuncia que el Reino que irrumpe en nuestra historia con la figura de Jesús, está siendo olvidado, que sus valores no han calado en las mentes y en los corazones de aquellos que dicen ser los seguidores del Jesús, el instaurador del Reino de Dios con sus valores liberadores y dignificadores.
Así, los pobres no son sólo el escándalo humano que anuncian un gran problema en la humanidad, no son solamente esa vergüenza humana que debería hacernos reaccionar, sino que los pobres son también un problema teológico que están negando la presencia de los seguidores de Dios en el mundo, la autenticidad con que el Evangelio debería ser vivido. Son la luz roja que anuncia el incumplimiento en seriedad de los valores trastocadores del mundo que nos trajo Jesús.
Los pobres nos están gritando que no basta con el discurrir sobre Dios, con el alabar y hacer largas oraciones. Dios necesita ser puesto en práctica o, lo que es lo mismo, los valores del Reino deben ser rescatados para ser practicados de una manera prioritaria y viva. Mientras no sea así, nos quedaremos con un cristianismo de ritual, de sacristía y de cumplimientos que dejan al prójimo tirado al lado del camino. Los cristianos deberían ser la voz de los pobres. La voz que clama en el desierto, aunque su eco podría llegar a cambiar el mundo.
El cristianismo hoy necesita una reflexión profunda sobre los pobres, una reflexión que lleve a los cristianos a la práctica de la auténtica espiritualidad cristiana que no puede ser vivida fuera de los valores rehabilitadores y dignificadores del Reino. Así, el cristianismo, para acercar el Reino de Dios al mundo y no frenar su expansión entre todos los hombres de la tierra, necesita ser practicado siguiendo las líneas de los valores del Reino que irrumpen en el mundo con la figura de Jesús.
El cristianismo es ético y práctico, debe ser vivido en compromiso con los pobres y débiles del mundo. Dios y los valores del Reino son la negación continua del presente doloroso e injusto de los pobres. Los cristianos deberían ser consecuentes con la creencia en un Dios que niega, sufre y se pone del lado de los pobres. Puede ocurrir que mientras los cristianos disfrutan y se gozan en las iglesias alabando insolidariamente, se estén alejando de la figura de un Dios sufriente que se identifica con el dolor de los pobres de la tierra, alejándose del Dios experto en sufrimiento, frenando así la expansión del Reino de Dios en la tierra. Debemos seguir a un Dios que grita negando la pobreza injusta… aunque nos cueste.
Si quieres comentar o