No temáis, ha resucitado. Jesús, a lo largo de su vida y ministerio, se identificó con los débiles y empobrecidos del mundo. El mensaje “no temáis”, en su nacimiento, es comunicado a los débiles del mundo, a unos pastores sin relevancia cultural ni de poder y, después de su muerte, en su resurrección, el mensaje es comunicado a unas mujeres que, en la época de Jesús, con fuertes tintes patriarcales, estaban condenadas a una escandalosa marginación y discriminación. Se dirige a los débiles del mundo.
No está aquí, ha resucitado. Si el testimonio de una mujer tenía menos valor que el de un hombre, Jesús da el mensaje de la resurrección, el gran mensaje de la humanidad, a unas mujeres. ¡Una vez más Jesús al lado de los débiles del mundo! Al igual que los esclavos paganos y los niños, la mujer se debe al hombre, a su dueño, ¿a su amo? Se recomendaba a los hombres orar diariamente de esta forma: “Gracias, Señor, por no haberme hecho mujer”.
Hay esperanza, ha resucitado. Así, Jesús, siempre se identificó con los débiles del mundo, estuvo cerca de ellos, los amaba y quería cuidarles, quería pasarles a los primeros lugares. Una vez más, en la resurrección, los últimos fueron los primeros, siguiendo los valores del Reino.
Ha roto la debilidad, ha resucitado. Jesús murió en debilidad, en abandono, en medio de un dolor tremendo, de burlas y de mofas. Jesús se unió en su muerte a los débiles del mundo, a los pobres y desheredados, a los abandonados del sistema, a los excluidos y presa del acoso de los opresores y manipuladores del mundo.
Hay poder, ha resucitado. Jesús, sin embargo, resucitó en poder, pero un poder que comunicaba un mensaje a las víctimas del mundo: La muerte no tiene la última palabra para los empobrecidos y excluidos del mundo. La resurrección es lo que será la última palabra de esperanza y poder sobre el destino de los débiles de la tierra, los maltratados, torturados por el hambre o por la violencia.
Hay garantía de vida, ha resucitado. El mensaje podría ser: Sufrientes del mundo, los que estáis en la infravida del hambre, de la exclusión y de la opresión. Los que estáis sometidos a los poderes de las estructuras injustas de poder, los despojados y abatidos, los rotos como cañas cascadas, sabed que esos sufrimientos que os acosan debido al egoísmo, injusticias y desigual reparto de los bienes del planeta, los sufrimientos en general por el desprecio y la minusvaloración en que están tantas personas en el mundo como sobrante humano, no tienen la última palabra. No es la realidad última de la vida. La resurrección es garantía de cambio radical para los pobres y sufrientes del mundo.
Uníos en abrazo fraternal, ha resucitado. Y también nos dice a los cristianos: Y vosotros, prójimos cercanos a los sufrientes, no debéis esperar contemplando solamente las realidades metahistóricas. No debéis quedaros mirando al cielo, sino que debéis encarnar y enraizar vuestra fe en la realidad social, uniéndoos a los pobres, débiles y sufrientes del mundo, siendo sus manos y sus pies, para aliviar el sufrimiento del prójimo. La resurrección nos unirá a todos en un abrazo fraternal y liberador. Un abrazo redentor del Dios de la vida que no quiere las infravidas de tantos hijos suyos en la tierra. La resurrección es un contravalor en relación con la infravida y el no ser, la muerte, de la marginación.
Únete al mensaje, ha resucitado. En Jesús se dan las dos vertientes: Se identificó con los débiles en su vida dando ejemplo de servicio, de prioridades y de estilos de vida y, finalmente, en la resurrección, se identifica también con los débiles del mundo y les dice: “No temáis”. Son las dos vertientes que deben asumir los cristianos. Unirse al mensaje de la resurrección, con una visión de eternidad, mientras encarnan su fe convirtiéndose en prójimos que actúan ante las necesidades del caído, del roto, del pobre y del sufriente. La eliminación de alguna de estas dos vertientes es caer en la mutilación del cristianismo, en la religiosidad falsa, en una vivencia de la espiritualidad cristiana desde el egoísmo, lo cual es un ataque a la auténtica espiritualidad cristiana.
Hay respuesta, ha resucitado. La resurrección es la respuesta a la pregunta de los débiles del mundo: Señor, ¿qué podemos esperar nosotros, machacados y oprimidos, despojados y excluidos? En la metahistoria habrá una realidad distinta en donde ya no habrá más muerte, ni clamor, ni dolor. En la historia, en nuestro aquí y nuestro ahora, está el Reino de Dios que “ya” está entre nosotros, un Reino con unos valores liberadores y dignificadores, valores de rescate y liberación del prójimo, valores que nos ayudan a ser agentes de liberación del Reino. Se necesitan buenos prójimos que anden sembrando estos valores.
Él va delante, ha resucitado. La debilidad en la que anduvo Jesús en la tierra, identificándose con los últimos y los proscritos, se convierte en gran poder con la resurrección, poder que quiere transmitir también como un mensaje que ha de comunicarse a todo el mundo: ¡No temáis! El Señor ha resucitado. Va delante de vosotros. Hay promesa de una humanidad nueva sin estos sufrimientos que afectan a los débiles del mundo. La resurrección abre una nueva vía de luz, de esperanza. No se da el triunfo del mal, ni del maligno. Se abre un nuevo destino para todos aquellos sometidos bajo el yugo de la opresión, bajo el pie de los acumuladores e injustos de la tierra.... Hay esperanza. Para nuestro aquí y nuestro ahora y para la eternidad.
Ha resucitado, ha resucitado. Únete a esa corriente de esperanza. Únete a los valores del Reino... Únete a la vida. Únete a la resurrección.
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